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SEMINARIO CONCILIAR DE CIUDAD JUÁREZ
LA PALABRA REVELADA DE MANERA HUMANA Y DIVINA
TESINA TEOLOGICA
POR: MANUEL BAÑUELOS SOLEDAD
ASESOR: Pbro. Lic. Juan Manuel Orona
Cd. Juárez, Chih., MéxicoMayo, 2011
1
INTRODUCCION
En este trabajo estamos por descubrir como la palabra
humana y divina utilizan las funciones del lenguaje para
entablar un diálogo entre ellos. Por naturaleza, el hombre
siempre está buscando relacionarse con Dios y, este, es el
primer interesado en comunicarse con el hombre. Por ello,
en la historia del hombre, nos damos cuenta que siempre ha
existido este diálogo.
La palabra es un lenguaje que se da entre Dios y el hombre
que nos ayuda a descubrir el modo de comunicación que se da
entre ellos. Los dos son personas y entre ellos se
entienden porque se comunican por medio de la palabra. El
hombre es el único ser que existe en la tierra y que
entabla un diálogo con Dios.
Me ha llamado la atención, como Dios ha escogido al hombre
para revelarse de manera amorosa, ya que Él es el primero e
interesado para darse a conocer y acompañar al hombre en su
historia. La fe que tenga el hombre es importante, pues
Dios se revela principalmente por medio de la vida
2
comunitaria; para que los comportamientos humanos,
concuerden con la comunicación que se ha dado con Dios. Por
lo tanto, el hombre está en un constante discernimiento, el
cual tiene que ser iluminado por la palabra que está llena
de sabiduría.
La palabra escrita en las Sagradas Escrituras sigue
hablando en la actualidad, por lo tanto no ha caducado su
función reveladora. La relación que existe con un hermano,
nos da la prueba de tomar en cuenta la palabra, pues ella
es la que le da vida al hombre. Existen dos actitudes que
podemos tomar ante la palabra: el rechazo y/o la
aceptación. El rechazo, tiene sus propias consecuencias, ya
que degrada a la persona y esta no alcanza el desarrollo
pleno junto con la humanidad. Al contrario de esto, la
palabra se dona, para que sea recibida y aceptada en el
corazón del creyente.
3
1. LA PALABRA REVELADA DE MANERA HUMANA Y DIVINA
1.1 PRINCIPIO GENERICO
Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en
lenguaje humano…1.
Dios habla por medio de hombres… La palabra divina se hace
palabra humana. Por eso, en orden a captar el verdadero
sentido de la palabra de Dios debemos comprender el
significado de la palabra humana.
Hablar es el principio del ser humano. Palabras y lenguaje
son elementos constitutivos de la existencia humana. La
comunicación consigo mismo, con los demás y con Dios es
parte vital del ser humano. La semejanza del hombre con
Dios está en la capacidad de la palabra: capacidad de
escucha, de silencio meditativo y de respuesta amorosa y
comprometida.
La biografía del hombre es en el fondo, una biografía de la palabra. Somos seres vivientes porque respiramos y somos seres móviles porque caminamos, ejercitando nuestros músculos nos hacemos fuertes. Únicamente por la palabra, sobre todo por aquella que nos relaciona con el otro, el hombre se hace persona, es decir, hombre en el pleno sentido de la palabra2.
1 DV n 12 .2 Valerio Mannucci. La Biblia como palabra de Dios. Itxaropena: Desclée De Brouwer. p. 15.
4
La realidad, por tanto, nace de la Palabra como criatura Verbi, y todo está llamado a servir a la Palabra. La creación es el lugar en el que se desarrolla la historia de amor entre Dios y su criatura; por tanto, la salvación del hombre es el motivo de todo. La contemplación del cosmos desde la perspectiva de la historia de la salvación nos lleva a descubrir la posición única y singular que ocupa el hombre en la creación: Y creo Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó (Gén 1,27)3.
Es cierto que en nuestra cultura occidental la palabra está
devaluada. Decimos, pero no hacemos; prometemos, pero no
cumplimos; hablamos, pero no actuamos. Por eso, para
contrarrestar la palabrería hueca, en nuestro idioma
existen los dichos populares: “obras son amores, y no
buenas razones”. Por desgracia el valor jurídico no lo
tienen las simples palabras pronunciadas, sino sólo los
escritos. La Palabra de Dios, en efecto, no se contrapone
al hombre, ni acalla sus deseos auténticos, sino que más
bien los ilumina, purificándolos y perfeccionándolos. Que
importante es descubrir en la actualidad que solo Dios
responde a la sed que hay en el corazón de todo ser
humano4.
3 Benedicto XVI. La palabra del Señor. México: Paulinas 2010 p. 21.4 Ibíd p.44.
5
En cambio, para las culturas antiguas la palabra conserva
siempre su eficacia y su validez. La palabra bendice o
maldice. Para la mentalidad hebrea “palabra” significa
tanto una palabra pronunciada o escrita, como un suceso de
la naturaleza o de la historia (cf. Gn 22,1; 1Re 2,41). El
sentido bíblico de palabra incluye la palabra y la obra, el
decir y el hacer, la palabra que exige diálogo y que
revela.
1.2 TRIPLE FUNCION DEL LENGUAJE
La palabra humana tiene múltiples facetas. Por ella podemos
penetrar en el mundo y captar su sentido y su ser. Además
nos servimos de la palabra para expresar nuestra
interioridad con un “yo” y para entrar en comunicación con
el otro, al que nos dirigimos con un “tú”. Así se crea
mediante el lenguaje una relación.
De allí que sean múltiples las funciones de la palabra:
informa sobre acontecimientos, personas o cosas; expresa la
interioridad de quien habla; interpela al oyente a dar una
respuesta; hace que se actúe. Por tanto, es decisivo desde
el punto de vista pastoral mostrar la capacidad que tiene
6
la Palabra de Dios para dialogar con los problemas que el
hombre ha de afrontar en la vida cotidiana5. Ninguna de
estas funciones se da en estado puro; si se distinguen, es
en orden a descubrir los diversos valores de la palabra.
Con la función informativa encontramos en relación con la
naturaleza, el mundo y la historia: informamos sobre
hechos, cosas y sucesos. Solemos utilizar la tercera
persona. Se trata de una función objetiva. Es la capacidad
de llamar a la existencia, de nombrar, conocer, ordenar,
distinguir, interpretar, profundizar. Adán es capaz de
poner nombre a los animales, es decir, de distinguirlos, de
dominarlos (cf. Gn 2,19-20). Esta función es típica de la
ciencia, la didáctica y la historiografía. En realidad,
toda la economía de la salvación nos muestra que Dios habla
e interviene en la historia a favor del hombre y de su
salvación integral6.
Por medio de la función expresiva o manifestativa el hombre
entra en relación consigo mismo. Expresamos nuestra
interioridad y sentimientos, nuestra participación en cosas
5 Ibíd p. 44.6 Ibíd p.44.
7
y sucesos. Solemos usar la primera persona. Se trata de una
función subjetiva, ya que mira al individuo. Es la
capacidad de entrar en sí mismo, de apropiarse, de
autocomprenderse. Es la interioridad de entrar en sí mismo,
de apropiarse, de autocomprenderse. Es la interioridad que
Adán nos comunica al contemplar a su mujer (cf. Gn 2,24).
Función privilegiada en la línea y la poesía.
A través de la función interpelativa somos capaces de
ponernos en relación con los demás: apelarnos al
interlocutor, provocando su respuesta en acción, influyendo
sobre él, impresionándole. Se trata aquí de una función
intersubjetiva. Se suele usar la segunda persona. Es la
capacidad de comunicarnos, de encontrarnos. El hombre se
comunica con su mujer. El hombre es relación. Esta función
se expresa a través del llamado, la vocación, y el mandato.
Estas tres funciones no se dan en un estado “puro”, sino
que están íntimamente unidas, aunque en un momento pueda
sobre salir alguna de ellas.
8
Un ejemplo, el maestro, al impartir su clase, está
ejerciendo sobre todo la función informativa, penetrando en
el sentido de las diversas realidades y distintos
acontecimientos. A la vez está actualizando la función
expresiva, pues él, de forma directa o indirecta, está
manifestando sus juicios, sus valores, sus criterios, etc.
y además su palabra tiene una función interpelativa, pues
espera de sus alumnos que le brinden atención, que lo
cuestionen, que juzguen sus ideas, sus juicios, etc.
Aplicando este análisis a la revelación, descubrimos que
muchas veces se insistió en su función informativa: la
revelación, como una serie de verdades, de misterios, de
dogmas a creer, una transmisión imparcial de noticias. Hoy,
sin descuidar este aspecto informativo, se subrayan como
más importantes, las funciones expresiva o manifestativa y
la interpelativa: Dios al revelarse, se nos abre, se nos
entrega y se nos da, y al donársenos quiere entablar un
diálogo con nosotros; espera nuestra respuesta en el mismo
nivel. De allí que la DV tenga una noción personalista de
la revelación y de la fe. Concibe la revelación como
9
comunicación de vida divina, identificada en la persona
misma de Jesucristo.
En este dialogo con Dios nos comprendemos a nosotros mismos y encontramos respuesta a las cuestiones más profundas que anidan en nuestro corazón. La Palabra de Dios, en efecto, no se contrapone al hombre, ni calla sus deseos auténticos, sino que más bien los ilumina, purificándolos y perfeccionándolos7.
Esto no excluye de la revelación una serie de contenidos,
pero no como su elemento principal.
1.3 LA PALABRA DE DIOS EN LA REVELACION
La revelación se entiende en categorías de palabra, de
diálogo amable, de encuentro. Es el carácter interpersonal,
existencial, dinámico y oblativo de la revelación.
“Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí
mismo y manifestar el misterio de su voluntad… En esta
revelación Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1Tim 1,17),
movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex
33,11; Jn 15, 14 -15), y trata con ellos (cf. Bar 3,38)
para invitarlos y recibirlos en su compañía…” (DV 2; cf.
8.21).
7 Ibíd p. 44.
10
De hecho la Biblia es la historia de la Palabra de Dios
dirigida a los hombres. Palabra creadora, que llama a la
existencia a las cosas (cf. Gn 1,3.6-7.9…). Palabra que
también llama a Abraham, a Moisés y a tantos otros para que
lleven a cabo una misión (cf. Gn 12, 1-3; Ex 3,10-15; 1 Sm
3, 1-4,). Palabra que es gracia y mandato, don y exigencia
(cf. Ex 20,2-17).
Moisés no sólo es el mediador del éxodo y de la alianza; es el personaje típico en cuya experiencia se cumple y se expresa el plan de Dios sobre Israel y sobre todo hombre. Los diversos éxodos de Moisés patentizan también el itinerario espiritual y el testimonio de todo creyente8.
Palabra que cumple las promesas (cf. Jos 23, 14-15) y por
eso es eficaz y permanente (cf. Is 55,10-11; 40,8). Palabra
que irrumpe en los profetas para anunciar y proclamar la
voluntad salvífica de Dios en la historia, pero también
para denunciar al pueblo su infidelidad y rebeldía (cf. Jr
1,4. 11. 13; Ez 2,1-3,11). Palabra que en la plenitud de
los tiempos, se hace carne en Jesús (cf. Jn 1,14). Palabra
que se difunde, crece y se robustece (cf. Hech 6,7; 12, 24;
19,20), nunca está encadenada (cf. 2 Tim 2,9). Palabra que
se identifica con el Jinete victorioso del caballo blanco,
8Mannucci. La Biblia como… Op. Cit. p. 29.
11
quien lleva a cabo el cumplimiento de la escatología (cf.
Ap 19,11-16).
2 NATURALEZA DE LA REVELACION
2.1 DESCRIPCION
Re-velar, en su etimología, es quitar el velo. Apocalipsis
es alejamiento de lo culto. Por eso Apocalipsis significa
revelación.
Si la Revelación es palabra personal de Dios, si el centro de la Revelación no es una verdad abstracta o un complejo de verdades conceptuales y nada más, sino una Persona que me (nos) habla, me busca, me llama e invita, entonces la Palabra de Dios, debe ser, antes que nada escuchada9.
Revelación es la manifestación amorosa que Dios hace de Sí
mismo y de su misterio en orden a nuestra salvación. Es la
automanifestación de Dios en Cristo que nos ofrece la vida
divina (DV 1-2). Dios rompe su silencio. El Trascendente se
hace cercano. El texto de 1 Jn 1,2-3 citado por el proemio
nos manifiesta de forma clara que la revelación es
concebida como comunicación de vida divina, identificada en
la persona misma de Jesucristo. Sin embargo, no debemos
olvidar que el “Deus revelatus” permanece, a la vez, como
9 Ibíd p. 35.
12
el Deus absconditus”, el inefable, el que no se puede
expresar… Dios sigue siendo un misterio para nosotros.
2.2 ALGUNOS ELEMENTOS DE LA REVELACION
¿Quién toma la iniciativa de la revelación? No somos
nosotros quienes hemos buscado a Dios, sino que El, el Dios
bondadoso, ha salido a nuestro encuentro. La revelación no
es algo debido a nuestra naturaleza, es gracia y don (DV 1-
2). Es la iniciativa del todo gratuita de Dios, fruto de su
bondad. Esta es una de las diferencias fundamentales que se
da entre las religiones “naturales” y la religión
“revelada”.
“Quiso Dios con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo
y manifestar el misterio de su voluntad… En esta
revelación, Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim 1, 17),
movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33,
11; Jn 15,14-15) y trata con ellos (cf. Bar 3,38) para
invitarlos y recibirlos en su compañía” (DV 2).
El hombre contemporáneo está empeñado en ser el protagonista de la historia. Su propósito es darle un sentido, dirigirla hacia un futuro de justicia y de paz. El Dios de la Biblia no contradice ni amortigua esta responsabilidad. Actuando en la Historia de los hombres, Dios la asume como una aventura común; infunde el valor y confianza a la empresa humana de buscar y dar un sentido
13
a la historia, porque en la realidad dicha historia ha recibido ya un sentido de la actuación divina10.
¿Qué es lo que Dios nos revela? El objeto de la revelación
o lo revelado es Jesús mismo, la palabra del Padre. En El
se nos muestra quién es Dios, quién es el hombre, y cual es
el proyecto divino de salvación para nosotros los hombres
(cf. DV 1.2.3.4.6.). “Quiso Dios… revelarse a Sí mismo y
manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1,9)…”
¿Para qué se nos revela Dios? La finalidad de la revelación
no es el conocimiento, la satisfacción de una curiosidad
intelectual legítima, sino ante todo la salvación, la
participación en la misma vida de Dios. Revelación y
salvación se identifican. La Palabra de Dios no sólo
notifica la salvación, sino que la realiza también.
¿Cómo se revela Dios? Obras y palabras intrínsecamente
ligadas, son los medios por los que Dios se revela a los
hombres. Dios entra en la historia humana a través de su
obra, y Dios mismo comenta su actuar por medio de sus
palabras. Este modo de actuar de Dios respecta nuestro modo
de entrar en contacto con los demás. Nosotros nos
10 Ibíd. p. 39.
14
comunicamos con los demás a través del lenguaje que no se
limita a las palabras, sino que abarca los gestos, las
actitudes, las obras y acciones, la vida entera. En la
teología preconciliar se insistía en la revelación a través
de palabras, pues se subrayaba mucho que Dios se había
revelado para darnos a conocer una serie de verdades. Las
obras (milagros, cumplimiento de las profecías) tenían un
valor apologético: servían para probar las verdades
enunciadas.
La interpretación de los hechos sucede en la revelación, lo mismo que en la vida y en la historia de los hombres, mediante una palabra que precede al hecho y manifiesta la intención y el sentido de aquello que uno se apresta a realizar, o también sigue al hecho y lo interpreta en su significado de acuerdo con la intención del agente11.
Trilogía: palabra, obra, palabra. A veces se puede dar la
siguiente trilogía: palabra que anuncia y predice; obra que
es reveladora y que cumple lo anunciado, y luego una nueva
palabra que disipa la ambigüedad del acontecimiento, que lo
interpreta y esclarece, que lo narra y lo recuerda.
Por ejemplo, Dios se aparece a Moisés para anunciarle su
proyecto de liberación para el pueblo esclavizado en Egipto
(cf. Ex 3,7-10). Esa palabra tiene su cumplimiento cuando
11 Ibíd p. 47.
15
el pueblo sale de Egipto camino a la libertad (cf. Ex
13,17-14,31). El acontecimiento es en sí revelador, pero
necesita de una palabra que explique su sentido, que disipe
su posible ambigüedad: no salieron por casualidad; no
salieron para morir en el desierto; fue Yahvé quien los
liberó para darles vida (cf. Ex 18,3-6; 20,2; 32,11-12; Ex
16,2-8; 17,3, etc). Además vendrá la palabra que se
encargará de narrar el acontecimiento a las generaciones
futuras para que se guarde como memorial (cf. Ex 12, 26-27;
13,8-10. 14-16; Dt6, 21-25; 26,5-10). Los ejemplos se
podrían multiplicar. Baste pensar en la conquista, el
exilio, el retorno a la patria y podemos constatar cómo se
dan los tres elementos: el anuncio, la realización, la
explicación y el recuerdo.
Acercándonos al NT, nos damos cuenta que los elementos son
similares. Por ejemplo, hay una palabra de Jesús anunciando
a sus discípulos su próxima muerte (cf. Mc 8,31; 9,30-31;
10,32-34). Viene luego el acontecimiento de su muerte en la
cruz (cf. Mt 27; Mc 15; Lc 23; Jn 19). Este hecho, además
de cumplir su palabra, es en sí revelador, nos muestra el
amor de Dios y de su Hijo llevado al extremo, y además,
16
pone de manifiesto la injusticia humana que trata de
eliminar y acallar al justo. Pero la muerte del Mesías
puede interpretarse de manera ambigua como lo hacían los
discípulos de Emaús: “Nosotros esperábamos que sería el que
iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas,
llevamos ya tres días desde que esto pasó…” (Lc 24,21 cf.
Vv. 22-24). Se necesita la palabra del caminante forastero
que viene a esclarecer el sentido de la cruz: no es un
fracaso, sino muerte por nuestra salvación, de acuerdo al
designio de Dios en las Escrituras (cf. Lc 24,25-27.32,).
Además está la palabra de la resurrección, el sí de Dios
que da pleno sentido a la vida de su Hijo. Y la palabra-
confesión de fe: kerigma, catequesis, recuerdo y narración
(cf. Hech 2,22-36; 3,12-26; 4,8-12, etc).
La Palabra de Dios nos impulsa a cambiar nuestro concepto de realismo: realista es quien reconoce en el Verbo de Dios el fundamento de todo. De esto tenemos especial necesidad en nuestros días, en los que muchas cosas en las que se confía para construir la vida, en las que se siente la tentación de poner la propia esperanza, se demuestran efímeras. Antes o después, el tener, el placer y el poder se manifiestan incapaces de colmar las aspiraciones mas profundas del corazón humano12.
En otras ocasiones se nos presenta también la relación
íntima que se establece entre obras y palabras, siguiendo
12 Benedicto XVI. La palabra… Op. Cit. p. 23
17
un esquema bipartito: obras y palabras. Por ejemplo, Jesús
anuncia y realiza el Reino de Dios: predica y hace señales
curando a los enfermos y expulsando a los demonios (cf. Mt
4,23-25). Los Apóstoles proclaman la Buena Nueva de la
salvación en Cristo, y además comunican los dones de la
salvación y realizan señales y prodigios en medio del
pueblo (cf. Hech 2,14-41; 3,1-26; 5,12-16). El evangelio es
una narración de lo que Jesús hizo y enseñó (cf. Hech 1,1).
En el evangelio de Juan se ve también la íntima unión entre
obras y palabras. Jesús multiplica los panes y a la vez
declara: “Yo soy el pan vivo…” (cf. C. 9). Jesús afirma en
forma solemne: “… Yo soy la resurrección…” y resucita a
Lázaro (cf. c. 11). La unión que se da entre obras y
palabras no es necesariamente cronológica, sino de
naturaleza. Mientras que en algunos momentos predominan las
obras (cf. Libros históricos o narrativos); en otros, las
palabras (cf. Libros proféticos y sapienciales).
¿A quienes se dirige la revelación salvífica de Dios? La
revelación-salvación es para todos. Todos los hombres, sin
exclusión de nadie, somos los destinatarios de esta
revelación (cf. Jn 1,1-18; Hech 10,34; 1 Tim 2,3-6). La
vocación de todo ser humano es la divina; no existe una
18
mera felicidad natural, ni por lo mismo un estado
definitivo que consista en la simple felicidad natural.
Dios eligió al pueblo de Israel para que fuera depositario
de sus promesas y para que por medio de él toda la
humanidad tuviera acceso a Dios. En Cristo Jesús y por
medio de él se ofrece la salvación a todos los hombres.
En esta visión, cada hombre se presenta como el
destinatario de la Palabra, interpelado y llamado a
entrar en este diálogo de amor mediante su respuesta
libre. Dios nos ha hecho a cada uno capaces de escuchar
y responder a la Palabra divina13.
¿Cuál ha sido la economía o plan de esta revelación? Se
trata de una economía parcial y progresiva que ha tenido ya
su plenitud en Cristo Jesús. Por eso las etapas
fundamentales de esta economía son dos: el Antiguo y el
Nuevo Testamento, que tienen sus líneas de continuidad y
sus puntos de diferenciación (cf. DV 3-4. 14-16). Hay
continuidad y unidad, pues es el mismo Dios que se revela,
su misma palabra que se nos comunica, e idéntica la
finalidad que es la salvación. Pero hay diferencias y
13 Ibíd p. 43.
19
superación, pues son diversas las épocas, los modos, las
formas, los destinatarios y los mediadores.
En el Antiguo Testamento se da una economía parcial y
progresiva, palabras intermitentes y fragmentarias,
múltiples mediadores: “Muchas veces y de muchos modos habló
Dios en el pasado a nuestros padre por medio de los
profetas” (Hebr 1,1).
“El fin principal de la economía antigua era preparar la
venida de Cristo, redentor universal, y de su reino
mesiánico, aunque contienen elementos imperfectos y
pasajeros, nos enseñan la pedagogía de Dios…” (DV 15; cf.
3. 14. 16).
En el Nuevo Testamento está la economía y definitiva en
Cristo. En Jesús el Padre nos ha dicho y dado todo…
Jesucristo es la última palabra de la revelación. Palabra
única y total. “…En estos últimos tiempos nos ha hablado
por medio del Hijo…” (Hebr 1,1-2). “La economía cristiana,
por ser la alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay
que esperar otra revelación pública antes de la gloriosa
20
manifestación de Jesucristo nuestro Señor (cf. 1 Tim 6,14;
Tit, 2,13)” (DV 4).
¿Por medio de quién se realiza y lleva acabo la revelación?
En el Antiguo Testamento hubo diversos mediadores (Moisés,
los profetas, etc). En el Nuevo Testamento hay un solo y
perfecto mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo el
Señor. “Porque no hay más que un Dios y no hay más que un
mediador entre Dios y los hombres, un hombre, el Mesías
Jesús.” (1 Tim 2,5). Como lo afirma el versículo anterior,
la mediación de Cristo se extiende a la salvación y al
conocimiento de la verdad. “…La verdad profunda de Dios y
de la salvación del hombre que transmite dicha revelación
resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la
revelación” (DV 2; cf.4.7).
Jesús como mediador es el Revelador, pero a la vez es la
plenitud de la revelación, porque él mismo es el misterio
revelado. El es el autor y a la vez el objeto de la
revelación, el predicador y el predicado, el mensajero y el
contenido del mensaje, el revelador del misterio, y el
misterio en persona. Por eso, hay que creerle a El, ya que
21
es el Revelador, y hay que creer en él, pues es el
Revelado.
Todo el NT nos presenta a Jesús como el Revelador y el
Revelado; el evangelio primero es la buena noticia que
proclamó Jesús como Revelador, y luego es la buena noticia
que nos transmiten los discípulos y la comunidad sobre
Jesús. Los dos aspectos son inseparables. Por ejemplo, en
el evangelio de Lucas descubrimos a Jesús como el
Revelador, y en los Hechos podemos contemplarlo como el
Revelado. Quien subraya más el aspecto de Jesús como
Revelador es, sin duda alguna, el evangelio de Juan (cf. Jn
1,18; 3,32.34; 6,46; 12,49, etc).
Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros (Jn 1, 14). Esta expresión no se refiere a una figura retórica sino a una experiencia viva. La narra San Juan, testigo ocular: y hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1, 14). La fe apostólica testifica que la Palabra eterna se hizo Uno de nosotros. La Palabra divina se expresa verdaderamente con palabras humanas14.
A Moisés, a Jeremías hay que creerles porque comunican las
palabras de Dios, pero no hay que creer en ellos, pues
ellos no son el objeto de la revelación. En cambio Jesús es
14 Ibíd p. 25.
22
el Revelador y el Revelado. Por eso hay que creer a El y en
El.
2.3 RESPUESTA HUMANA: FE
La respuesta humana a la revelación divina debe estar en la
misma línea que la revelación. Si ésta no se reduce a una
comunicación de verdades, tampoco la fe puede quedarse en
un mero asentimiento de dogmas que hay que creer. Si la
revelación es la automanifestación y autodonación de Dios
en Cristo para salvarnos, la fe deberá ser la entrega total
del hombre a Dios. Escuchar a Dios, es abrirnos a su
palabra, dejarnos interpelar por él, entablar un diálogo de
amor y obediencia.
La unidad de los dos niveles del trabajo de interpretación de la Sagrada Escritura presupone, en definitiva, una armonía entre la fe y la razón. Por una parte, se necesita una fe que, manteniendo una relación adecuada con la recta razón, nunca degenere en fideísmo, el cual, por lo que se refiere a la Escritura, llevaría a lecturas fundamentalistas. Por otra parte, se necesita una razón que, investigando los elementos históricos presentes en la Biblia, se muestre abierta y no rechace a priori todo lo que exceda su propia medida15.
El núcleo de la existencia cristiana está en la estructura
entre la iniciativa absolutamente gratuita y libre de Dios
en revelación-donación en Cristo y la respuesta libre por
15 Ibíd p. 65.
23
la que el hombre acepta y recibe la gracia salvífica de
Dios. El Vaticano II, en consonancia con la Biblia, va a
subrayar la dimensión de donación confiada del hombre a la
gracia de Dios en Cristo. Por eso conviene recordar, en sus
líneas fundamentales, la esencia del acto de fe tal como
aparece en la Sagrada escritura.
El concepto bíblico de fe es el acto total en que el hombre
se entrega a Dios, que en Cristo ha cumplido y revelado, de
manera definitiva, su amor salvífico. Esto implica la
praxis cristiana que debe ser guiada por la orotodoxia, y
ésta a su vez no tiene autenticidad sino dentro de la
praxis cristiana. La exégesis moderna reconoce que tanto en
el AT como en el NT la fe es la respuesta integral del
hombre a Dios que se revela como su Salvador, y que esta
respuesta incluye la aceptación del mensaje salvífico de
Dios y la confiada sumisión a su palabra. En la fe
veterotestamentaria el acento cae sobre el aspecto de
confianza; en la neotestamentaria resalta la dimensión de
asentimiento al mensaje cristiano. En el AT la fe es
descrita como apoyarse en Dios que expresa la entrega del
hombre a la palabra salvadora de Dios (cf. Gn 15,6; Ex
24
14,31; Is 7,9; 28,16; Sal 78, 22.32; 106,24 etc) En el NT
la fe es ante todo la aceptación del mensaje cristiano, es
un reconocimiento que comporta la adhesión total del hombre
a la persona de Cristo y a la comunión de vida en el
Espíritu Santo (cf. Mc 1, 15; Lc 1, 45; Jn 1,11-12; 6,35.
68-69; 7,37; 17,20-26 Rom 10,9-10; 2 Cor 9,13; Hebr 11; 1
Jn 3,23, etc).
En la escritura a veces esto se expresa en aparentes
categorías intelectuales como conocer a Dios (cf. Os 13, 4;
6,6; 4,1; 5,4; 6,3; 8,2); sin embargo sabemos que este
concepto (“yad’á = conocer) es muy rico para el hebreo,
pues indica una relación concreta de la experiencia, una
relación interpersonal, (por ejemplo, podemos recordar que
el amor matrimonial manifestado en las relaciones sexuales
viene descrito con ese verbo) por eso conocer a Dios es
amarlo, comprometernos con él y su causa. De allí que
también implique el seguirlo desde un contexto social que
es la solidaridad con el oprimido, tendiendo a una comunión
interpersonal que realiza una transformación de la
conciencia del hombre, y desde allí de su propio mundo. No
25
se debe olvidar que todo esto es fruto de la gratuita
iniciativa divina.
Concepto de fe en Dei Verbum
Teniendo en cuenta todos estos elementos podemos ver la
doctrina fundamental de la DV. Subrayamos cuatro aspectos
en torno a la fe:
Entrega total libre: La fe es entrega y libre del hombre a
Dios. Es donación total del ser humano al Señor que se
automanifiesta y autodona. La fe es entrega, donación,
confianza total, obediencia y asentimiento. Se subraya así
la dimensión bíblica personalista de la fe; en esta
perspectiva hay que ver del asentimiento a lo que Dios
revela. Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse
con fe (cf. Rom 16,26; con Rom 1,5; 2 Cor 10, 5-6). “Por la
fe el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le
ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad,
asintiendo libremente a los que Dios revela” (DV 5).
Don de Dios: La fe es respuesta humana, pero también es don
de Dios, gracia del Espíritu Santo. “Para dar esta
26
respuesta de fe es necesaria la gracia de Dios, que se
adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del
Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios,
abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en
aceptar y creer la verdad” (DV 5).
Dinamismo: la fe es dinámica, crece y se desarrolla. Crece
en la comprensión de la revelación y en la respuesta
comprometedora que le pide el Señor. “Para que el hombre
pueda comprender cada vez más profundamente la revelación,
el Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus
dones” (DV 5).
Eclesialidad: La fe no es un asunto meramente individual,
sino que tiene una dimensión comunitaria, eclesial. La
revelación de Dios es a un pueblo; la respuesta es
personal, pero dentro del contexto de una comunidad
eclesial. “Lo que los Apóstoles trasmitieron comprende todo
lo necesario para una vida santa y para una fe creciente
del pueblo de Dios” (DV 8).
3. CARACTERISTICAS DE LA REVELACION
27
En base a lo que ya hemos expuesto, podemos resumir las
principales características de la revelación que se
presentan en la DV. Las referencias fundamentales a los
textos bíblicos los podemos encontrar en el mismo
documento.
La DV lleva a cabo una especie de concentración cristológica al descubrir la Revelación: Jesucristo es al mismo tiempo el mediador y la plenitud de toda la Revelación DV 2. Es el mediador porque es el último enviado del Padre, el Camino elegido por Dios para comunicar la Verdad y la Vida (cfr Jn 14,6)16.
3.1 TRINITARIA-CRISTOCENTRICA
A través de la Constitución (DV 1-4. 7) aparecen las
distintas funciones del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo en la obra de la revelación salvífica. La iniciativa
procede del Padre creador y revelador. Jesús, el Hijo de
Dios hecho hombre, es mediador y plenitud de la revelación.
El Espíritu Santo es enviado como Espíritu de verdad. Con
su gracia el hombre responde plenamente al Dios que se
revela. Con la ayuda del mismo Espíritu, el ser humano va
penetrando en el misterio revelado.
Jesús nos revela a Dios, no como un ser solitario, sino
como Padre, fuente de comunión perfecta y de vida
16 Mannucci. La Biblia como… Op. Cit. p. 50.
28
sobreabundante. No es un Dios que se contempla a sí mismo y
se goza sin fin de su propia gloria. Es el Padre que se da
al Hijo y éste se entrega al Padre en el cumplimiento de su
voluntad. El Espíritu Santo es el animador de esta doble
entrega.
3.2 SALVIFICA O LIBERADORA
Salvífica: hemos dicho que la revelación se identifica con
la salvación. Si Dios se nos revela, si se nos abre, es
porque quiere comunicarnos su salvación, llamándonos a su
compañía, estableciendo una comunión entre nosotros e
invitándonos a participar de su propia vida. Dios desea
liberarnos de todo aquello que nos impide ser auténticos
hijos suyos, hermanos de los demás y dueños de las cosas
necesarias para nuestra realización. De allí que la
revelación sea salvífica o liberadora. (cf. DV 1-4. 6-8.
10).
Dialogal: Dios habla e interpela, el hombre está llamado a
escuchar y responder. Dios invita al diálogo, y espera una
respuesta. Dios se autodona, el hombre debe entregarse
entera y totalmente al Señor (cf. DV 2.5.8.17.21.25).
29
Universal: La revelación-salvación es para todos los
hombres, sin excluir a nadie. No hay una vocación natural,
sino que la única que existe es la sobrenatural, y es para
todos (cf. DV 1-7; cf. LG 16; GS 22; AG 7).
Comunitaria y personalizante: comunitaria “Fue voluntad de
Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente,
sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo
un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera
santamente” (LG 9).
De allí la elección del pueblo del Israel en el AT, y la
elección del nuevo pueblo de Israel en el NT (cf. DV 3-4.
14.17). Diversas imágenes bíblicas expresan esta realidad
comunitaria: viña, rebaño, cuerpo de Cristo, etc. (cf. LG
9).
Personalizante: Lo comunitario se opone a lo
individualista, pero no está en contra del hecho de que
Dios nos tome en cuenta a cada uno, tal como somos. De allí
las elecciones particulares: Abraham, Moisés, Josué, los
30
profetas, los apóstoles, etc., aunque siempre en una
perspectiva comunitaria de servicio al Pueblo de Dios. Lo
personalizante va encaminado a ayudar a crecer a las
personas, a madurar en su respuesta y entrega. Bate evocar
el recuerdo de Leví, Natanael, María Magdalena, Zaqueo,
etc., para constatar esta realidad.
Escatológica: La revelación-salvación llegará a su plenitud
al final de los tiempos, en la consumación definitiva. Por
ahora nosotros peregrinamos en búsqueda de la plenitud de
la verdad y de los bienes de la salvación que se nos
comunicarán sólo en el estadio definitivo con la gloriosa
manifestación de Nuestro Señor. Estamos entre ya y el aún
no que pone en tensión nuestra historia. Ya existe una
prenda de nuestra salvación, pero aún no se ha manifestado
en plenitud lo que seremos. “La Iglesia camina a través de
los siglos hacia la plenitud de la verdad, hasta que se
cumplan en ella plenamente las palabras de Dios” (DV 8; cf
4.7).
3.3 HISTORICA.
31
La revelación se realiza a través de obras y
acontecimientos que constituyen la historia de la salvación
tanto en el NT. El hecho de que la revelación sea histórica
se puede entender de múltiples formas. Históricas, porque
la historia es escenario de la revelación, es decir, ésta
se realiza en un tiempo y en un lugar muy concreto. O
porque el objetivo de la revelación y de la fe es
histórico. Las confesiones de fe proclaman hechos. Por
ejemplo Dt 26, 5-10: “Mi padre era un arameo errante que
bajó a Egipto…”; 1 Cor 15, 1-8: “… Porque les transmití lo
que a mi vez recibí que Cristo murió por nuestros pecados,
según las Escrituras; que fue sepultado…”. Nosotros creemos
en hechos reales. También puede verse su dimensión
histórica, en cuanto la historia tiene valor apologético
para demostrar la verdad de las palabras, de la doctrina.
Las obras confirman lo que las palabras proclaman. Y por
último, la llamamos histórica, porque la historia es
reveladora, no sólo escenario o prueba apologética. Lo
fundamental es que Dios se revela en y desde la historia:
el Señor habla, el hombre está llamado a discernir su voz
escuchándolo. Dios actúa, el ser humano tiene la vocación
de ver, contemplar, y reconocer en la historia las huellas
32
de Dios. Este concepto de la historia reveladora, o de Dios
que se revela a través de obras y palabras, es primordial
en el Vaticano II (cf. DV 1.2.4.7.8.14.17.18).
Esta cuestión es, en el fondo, la que ya en su tiempo planteó el Bautista a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro? (Mt 11,2). Y Jesús responde que en El se han venido a cumplir las promesas relativas a Aquel que debe venir (cfr Mt 11, 4ss). En Jesucristo la historia de la revelación llaga a su cumplimiento17.
Sacramental: Dios entra en la historia a través de los
acontecimientos, las obras, los signos, esto constituye el
valor dinámico de la revelación. Dios comenta y explica sus
intervenciones a través de sus palabras, este es el valor
noético de la revelación (cf. DV 1. 2. 4. 7. 8. 14. 17.
18).
Dinámica: hay una pedagogía divina en al revelación. Dios
va llevando de la mano y educando de forma gradual a su
pueblo, lo va corrigiendo como el padre corrige a su hijo
(cf. Dt. 1, 31; 8,5; Os 11, 1-6). Hay por lo tanto, un
progreso o dinamismo en la revelación. El dinamismo, como
lo veremos un poco más adelante, es también en cuanto a la
comprensión de la revelación. La verdad plena y absoluta ya
17 Ibíd p. 51.
33
ha sido dada en Jesús, pero la Iglesia, todos nosotros,
poco a poco la vamos comprendiendo (cf. DV 5. 8).
Encarnacional: La revelación es encarnacional en múltiples
sentidos. En primer lugar, al darse en un tiempo, cultura y
lugar muy específicos, constatamos que Dios se adapta y se
acomoda a esas realidades. En segundo lugar, sabemos que
Dios habla a los hombres en lenguaje humano; por lo mismo,
bajo los modos de pensar, expresarse y narrar de los
hombres de aquellas épocas. Dios no utiliza un lenguaje
angelical, ni divino; es el lenguaje humano con todas sus
potencialidades y con todas sus limitaciones (cf. Dv 12).
Pero sobre todo decimos que la revelación es encarnacional,
porque el (Λόγος = Palabra) eterno del Padre se hizo carne,
hombre como nosotros, asumiendo también nuestras
debilidades y limitaciones, menos el pecado (cf. DV 13).
Cósmica: El universo creado constituye una primera
presencia y manifestación divina (cf. Rom 1, 19-20; DV 3).
Además en la SE la creación viene vista como una obra
histórica, que presenta la tradición sacerdotal (cf. Gn 2,
4ª; 5,1; 6,9 10,1; 11, 10, 10. 27…). Conviene recordar que
34
el pueblo de Israel primero confesó su fe en un Dios que
intervenía en la historia, y sólo después lo reconoció como
el creador de todo el universo. El Deuteroisaías reúne en
una admirable síntesis el Dios Creador y al Dios Redentor,
al Dios que eligió a Israel y al Dios que creó los cielos y
la tierra (cf. Is 42, 5-6; 43, 1-3. 14-15…). El Dios que
crea y el Dios que habla y se revela es el mismo. La
creación tiene su plenitud en Cristo, por quien todas las
cosas fueron hechas (cf. Jn 1, 3-5).
4. LA PALABRA DE DIOS HOY
Dios nos sigue hablando hoy por la palabra escrita que
gracias al Espíritu se hace viva en la tradición. El Señor
se dirige también a nosotros por la palabra acontecida.
Presentaremos brevemente la naturaleza de estas palabras y
su interrelación, lo mismo que la actitud que Dios nos pide
ante la realidad del Evangelio y de la vida.
En el contexto general de la multiforme acción del Espíritu de Dios, adquiere especial relieve para la inspiración bíblica la presencia activa y eficaz del Espíritu en los protagonistas carismáticos de la historia de la salvación y en sus intérpretes auténticos que fueron los profetas18.
4.1 LA BIBLIA
18 Ibíd p. 121.
35
La Biblia no es un libro del pasado o del recuerdo. La
Biblia es la palabra siempre viva y actual de Dios. La
palabra que se dirige hoy a nosotros y nos interpela, nos
juzga, nos cuestiona y a la vez nos salva. La Biblia no es
letra muerta, y más que un conjunto de libros inspirados,
es la presencia amorosa del Padre que sale a nuestro
encuentro, de Jesucristo, Palabra eterna del Padre, que nos
comunica la intimidad de Dios y nos invita a su compañía,
del Espíritu que ha plasmado su obra en estas palabras
inspiradas y nos va guiando hacia la verdad plena. (cf. Col
3, 16. DV 8, cf. 21.26) (SC 7). (Is 40, 7-8; cf. 1Ped 1,
24-25) (Hebr 4, 12-13).
¿Qué tipo de respuesta ofrece a las nuevas situaciones? La
Biblia está condicionada por un tiempo y un espacio, una
cultura y unos problemas concretos, sin que esto quite su
dimensión universal y su reflexión profunda de las diversas
realidades del hombre. Pero es claro que la Biblia no tiene
en cuenta nuevas situaciones o problemáticas modernas. Por
eso la Biblia no es un libro de recetas, sino que es un
libro donde encontraremos nosotros el espíritu, los
36
criterios, los valores que deben informar nuestras
respuestas a nuevas situaciones.
Más el Espíritu no solo impulsa a la acción, sino también hace hablar. Realmente es necesario que el pueblo comprenda la Palabra que le explica las obras de Dios, que le revela las intenciones y llamadas de su corazón divino, le prescribe sus mandamientos19.
No se plantea, por ejemplo, directamente el problema de las
drogas, del narcotráfico, del fondo monetario
internacional, de la contaminación ambiental, etc. pero,
sin duda, en la Biblia encontramos la luz y el espíritu que
nos impulsará a responder a esta problemática de acuerdo a
los criterios y valores proclamados por la misma Sagrada
Escritura.
¿En que condiciones? Para que nuestra respuesta sea
adecuada, es necesario que leamos la Escritura: Con
discernimiento e inteligencia, para buscar lo que el Señor
nos quiere manifestar a través de lo que han expresado los
hagiógrafos con sus palabras. Con el mismo Espíritu con que
fue escrita (DV 12). Si el Espíritu Santo inspiró su
escritura, será el mismo Espíritu quien nos asista en orden
a una lectura e interpretación correcta.
19 Ibíd. p. 122.
37
En Iglesia, pues la Biblia no es el libro del individuó,
sino el libro del Pueblo de Dios. En comunión con la
Iglesia del presente, es decir, con los demás, y sacando de
allí la luz necesaria. En comunión con la Iglesia del
pasado, es decir, viendo cómo ha sido interpretada y vivida
en el pasado esta Palabra del Señor. No debemos imaginar
que somos los primeros en conocer la interpretación
adecuada, sino hay que constatar que muchos antes ya han
descubierto parte de esa verdad. Con el espíritu de
humildad, sabiendo que nuestras interpretaciones son
falibles, nuestros resultados son provisorios, y no son ni
la última palabra, ni la definitiva. Desde la tradición de
los pobres, es decir, desde la perspectiva solidiaria con
el oprimido y desposeído, contexto en el que se sitúa Dios
en el AT: el que hace justicia al huérfano y a la viuda, y
ama al forastero, a quien da pan y vestido (Dt 10, 18); y
contexto en el que se coloca Jesús en el NT: “En verdad les
digo que cuanto hicieron a uno de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25, 40). Todo esto
implica en nosotros un verdadero espíritu de solidaridad y
de búsqueda de los valores del Reino.
38
4.2 EL ACONTECIMIENTO
Dios nos habla a través de los acontecimientos, los que son
fruto de la libertad humana, propia o ajena, y los que son
resultado de la contingencia y limitación humana o de la
naturaleza. Lo que interesa no es el acontecimiento en sí
mismo, sino en su relación al hombre. El acontecimiento
como revelador de personas, como fenómeno de conciencia
colectiva, como expresión del carácter histórico del hombre
que desarrolla su capacidad de crecimiento.
La Palabra de Dios revela también inevitablemente la posibilidad dramática por parte de la libertad del hombre de sustraerse a este diálogo de alianza con Dios, para el que hemos sido creados. La Palabra divina, en efecto, desvela también el pecado que habita en el corazón del hombre20.
Los acontecimientos son palabra de Dios que nos interpela
nos cuestiona, nos pide una respuesta de solidaridad contra
el mal; de sinceridad y autenticidad; de aceptación de una
realidad, etc.
Cuando señalamos que estos acontecimientos son palabra de
Dios, de ninguna forma pretendemos sacralizar la historia o
justificarla. Por eso podemos también afirmar que hay
muchos acontecimientos que son contrarios a la voluntad
20 Benedicto XVI. La palabra… Op. Cit. p. 47.
39
divina, por ejemplo todas aquellas cosas que suceden como
fruto o consecuencia de una injusticia. O hay
acontecimientos que son resultado de la limitación de la
naturaleza o del cosmos. Por ejemplo, un terremoto con
todas sus consecuencias trágicas para los seres humanos, no
es voluntad divina, pero sí es una palabra de Dios que nos
llama a la reconstrucción justa de una ciudad, a la
solidaridad con los más afectados, o a denunciar la
irresponsabilidad de algunos constructores, etc.
Nuestra tarea en la historia es saberla leer e interpretar,
descubrir los signos de los tiempos y discernirlos a la luz
del Evangelio, distinguir el elemento divino (gracia) del
elemento humano (pecado), discernir la voz del Espíritu de
las demás voces que parecen imponerse. Tarea difícil a la
que se enfrentó Israel sin dar siempre una respuesta
adecuada.
Muchas veces el pueblo supo ver y comprender el
acontecimiento bajo el punto de vista político y militar,
pero no fue capaz de ver la obra de Dios en él. Así sucedió
en el momento anterior al asedio de Senaquerib, cuando el
40
pueblo descubrió sus deficiencias militares y trató de
remediarlas (armas, fortificación de murallas, búsqueda de
agua suficiente) para afrontar el posible asedio, pero no
supo mirar la obra de Dios en ese momento, al Señor que
todo lo había planeado, no lo vieron (cf Is 22, 1-14; ver
también Is 5,12; Sal 28, 5; 95,9).
Y siglos antes, cuando el pueblo salió de Egipto vio las
maravillas que Dios había hecho en su favor, pero fue
incapaz de ver el autentico sentido de todos esos
acontecimientos (cf. Dt 29, 1-3). En tiempos de Jesús los
fariseos no supieron discernir los signos de los tiempos y
descubrir la presencia del Mesías y la irrupción del
reinado de Dios en la persona y obra de Jesús: “El aspecto
del cielo saben discernir, pero no pueden discernir los
signos de los tiempos” (Mt 16,3). Para llevar a cabo esta
interpretación urge una verdadera sensibilidad espiritual
para escuchar la voz de Dios y mirar su obrar. Esto nos
exigirá siempre una apertura y sinceridad para poder leer
los signos de los tiempos a la luz del Evangelio y con la
fuerza del Espíritu en medio de la comunidad eclesial.
41
4.3 EL HERMANO
Si Dios nos habla en los acontecimientos, se deduce que con
mayor razón lo hace a través del hermano, protagonista de
la historia. El hermano y de una forma singular el pobre,
es sacramento de Cristo Jesús. “Lo que hicieron ustedes a
uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo
hicieron” (Mt 25, 31-46; cf Lc 10, 29-37).
La misma Palabra de Dios denuncia sin ambigüedades las injusticias y promueve la solidaridad y la igualdad. Por eso, a la luz de las palabras del Señor, reconocemos los signos de los tiempos que hay en la historia y no rehuimos el compromiso a favor de los que sufren y son victimas del egoísmo21.
4.4 INTERRELACION DE ESAS PALABRAS
Estas palabras de Dios no son paralelas e independientes,
sino que mutuamente se relacionan. La Biblia es palabra
canónica de Dios. La historia es palabra de Dios, pero su
interpretación no tiene el valor canónico de las
Escrituras.
La Biblia interpela la vida. Cuando nosotros leemos las
Escrituras, el Señor nos pide que a su luz juzguemos y
cuestionemos nuestra existencia; que nos dejemos interpelar
21 Ibíd. p. 161.
42
por su palabra; que nos esforcemos por cambiar nuestros
criterios y valores. Y, a su vez, la vida interpela la
Biblia. Cuando nosotros contemplamos nuestra historia
personal y comunitaria, la tenemos que iluminar y juzgar a
la luz de la Palabra de Dios.
5. ACTITUD ANTE LA PALABRA
La Palabra divina ilumina la existencia humana y mueve a la conciencia a revisar en profundidad la propia vida, pues toda la historia de la humanidad está bajo el juicio de Dios: Cuando vengan en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ente él todas las naciones (Mt 25, 31-32)22.
5.1. ACEPTACION O ACTITUD POSITIVA
Ya hemos hablado de la fe, don divino y entrega humana
libre y total, como la respuesta a la revelación de Dios.
Se trata en definitiva de escuchar, poner en práctica y
difundir la Palabra de Dios. Como lo hizo María, quien
recibe el mayor elogio de su Hijo al alabarla no por su
maternidad física, sino por su capacidad de escucha y
puesta en practica de la Palabra de Dios: “Mi madre y mis
hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la
cumplen” (Lc 8,19-21; cf. 11,27-28; 6,47-49; 2,19.51).
22 Ibíd p . 160.
43
Los cristianos de Tesalónica también nos muestran la
actitud que se debe tener ante la Palabra del Señor
proclamada por el Apóstol: “…al recibir la Palabra de Dios
que les predicamos, ustedes la acogieron, no como palabra
de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios que
permanece operante en ustedes los creyentes” (1 Tes 2,13;
cfr. 1,6-10).Y Pedro y Juan ante el sanedrín proclaman
abiertamente su postura: deben predicar. Luego con la
comunidad reunida elevan juntos su oración para pedir valor
en orden a proclamar esa palabra. “No podemos nosotros
dejar de hablar de lo que hemos visto y oído…” (Hech 4,20).
“Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas, y concede a
tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda
valentía…” (Hch 4,29).
5.2 RECHAZO O ACTITUD NEGATIVA
Hay muchas formas de eludir la respuesta comprometida a
Dios y de intentar nulificar la Palabra divina. No
atendiendo su voz, como sucedió con el pueblo de Israel. Su
vocación era escuchar la palabra de Dios: (shema Israel,
escucha Israel) y sin embargo lo que hizo fue desoír la voz
44
del Señor. “…Esta es la nación que no ha escuchado la voz
de Yahvé su Dios” (Jr 7, 23-28). “…Les comunicarás mis
palabras, te escuchen o no te escuchen, porque son una casa
de rebeldía” (Ez 2, 3-7; cf. Hech 17,32). Escuchando, pero
no cumpliendo lo que se pide: Es el caso del hijo que dice
sí a su padre, pero no cumple u voluntad (cf. Mt 21, 28-
32). O es la Palabra de Dios que se vuelve valor literario,
obra artística, pero no se le permite que cuestione y
transforme la vida. Así pasaba con el pueblo a quien
predicaba Ezequiel, como Dios mismo se lo hace notar al
profeta: (Ez 33, 30-33).
Acudiendo a los falsos profetas para recibir de ellos la
palabra que quieren y desean, no para buscar con sinceridad
la voluntad de Dios (cf. Jr 27,9-10. 16-18; 14,13-16; 23,9-
40; Ez 13). Es cuando queremos hacer decir a Dios lo que
nosotros deseamos, no lo que él quiere. Es cuando en
nuestra vida acudimos a los textos de la Biblia para
justificar nuestras posturas y criterios, manipulando la
Escritura, como lo hizo el mismo demonio en las tentaciones
de Cristo (cf. Mt 4,1-11).
45
CONCLUSION
Cuando estaba realizando este trabajo, pensaba cómo la
palabra es un puente de comunicación de Dios hacia el
hombre. La comunicación la podemos realizar si se hace de
manera clara y concreta, pues si no existe esto no hay
comunicación, y me preguntaba sobre las personas que
ignoran que Dios se comunica con toda la humanidad, pues,
la palabra que sale de la boca de Dios no es solamente para
algunos, sino para todos.
46
¿Qué actitud debe tener el hombre para que éste siempre
escuche la palabra de Dios? Podemos decir que todo hombre
debe conocer con claridad la misión salvífica de Dios, a
tal grado que se encuentre identificado con El de una
manera personal. En este trabajo, he descubierto que cada
persona que existe en el mundo, tiene relación con Dios,
pero para verlo con claridad, hay que conocerlo por medio
de una comunidad, ya que la relación con los otros da
cuenta de la respuesta dada a Dios.
Durante la realización de este trabajo han surgido en mi
algunas preguntas para una posible investigación a futuro,
como son: ¿La manera de difundir la palabra, ha sido la
correcta? ¿Cuáles serían las estrategias para que la
palabra sea descubierta de manera interesada? ¿Cuáles son
los comportamientos necesarios que debería tener el hombre
para acoger la palabra? Estas preguntas me hacen pensar
mucho, ya que es importante dar a conocer la palabra
revelada por parte de Dios; porque la humanidad es lo que
está buscando y lo ha buscado en puertas falsas. Por ello
es importante que toda la humanidad la llegara a conocer.
47
BIBLIOGRAFIA
Benedicto XVI. Exhortación Apostólica Postsinodal
“Verbum Domini”. Mexico: Ediciones Paulinas, 2010.
Junco Garza, Carlos. Escucha Israel. 2ª edición.
México: Manuales UPM, 2005.
Valerio, Mannucci. La Biblia como palabra de Dios.
España: Desclee de Brouwer, 1995.
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