La Nacion Notas Sábado 28 de Noviembre de 2009

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Noticias de Argentina

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  • I 29Sbado 28 de noviembre de 2009

    El balcn que volvi del pasado

    Producto muy bruto La suerte de Thierry Henry

    TANTAS veces he contado cmo conoc a Carlos Fuentes a fines de la primavera austral de 1962, en un balcn de Buenos Aires vencido por los aos, que ya la ancdota se ha convertido en una leyenda con la que el tiempo hace lo que quiere. A veces la vuelvo a or tan desfigurada que me pregunto si de verdad estuve en ese balcn, y si todos los que coincidimos all ramos tan jvenes y felices como se empea en creer nuestra memoria.

    Por eso, cuando Fuentes volvi a pasar por Buenos Aires a fines de este noviem-bre, le propuse que recuperramos el balcn para mostrrselo a Silvia Lemus, su esposa. Nos cost dar con l porque no encontrbamos balcn alguno que amenazara precipitarse sobre la calle. Con buen tino, Silvia dijo que sin duda ya lo haban restaurado y propuso que dejramos el recuerdo all donde la vida lo haba dejado: con las grietas de otros tiempos, melanclico, empaado por el aura de una Buenos Aires que ya no existe.

    La casa del balcn en verdad, el sptimo piso de un lujoso edificio de departamen-tos en la zona de la Recoleta estuvo para m siempre en la calle Arenales. Ahora Fuentes lo ubic en la avenida Quintana, a pocos pasos del hotel Alvear su refugio favorito en los viajes a la Argentina, y cont que los invitados ramos unos quin-ce o veinte: escritores, msicos, actores de cine. Yo careca de mritos para estar entre ellos: desde haca un ao no era ya crtico de cine del diario LA NACION, sobreviva colaborando con Augusto Roa Bastos en los dilogos de sus pelculas y escriba desde la medianoche hasta el amanecer una novela que nunca termin. Durante aos supuse que fue Roa Bastos quien me haba llevado al balcn, aunque Jos Bianco me dijo, la ltima vez que lo vi, que fue l quien llam esa maana por telfono a mi casa de Adrogu para que no olvidara la invitacin.

    Llegu al departamento de la calle Quintana cuando caa la tarde. Aunque Carlos Fuentes era el centro de atencin, advert que la conversacin flua distra-da, como si la dispersaran otros imanes que no estaban a la vista. Todos los invita-dos habamos ledo y admirado La regin ms transparente en la nica edicin que circulaba entonces en Buenos Aires la de la Coleccin Popular del Fondo de Cultura Econmica, y an puedo or la voz de Enrique Pezzoni repitiendo algunas frases del monlogo inicial de Ixca Cienfuegos con artificial entonacin mexicana: Tus hroes no regresarn a ayudarte. Has venido a dar conmigo, sin saberlo, a esta meseta de joyas fnebres. Aqu vivimos.

    La conversacin de Fuentes era ingenio-sa, deslumbrante, llena de fuego poltico, de pasin por la justicia y de una sabidura intelectual asombrosa para sus aos. En las reuniones de Buenos Aires era habi-tual entonces lanzar al aire citas de Sartre, de Breton, de Jean Gnet, de las grandes pelculas que ambamos Fellini, Billy Wilder, Ingmar Bergman: Fuentes nos las devolva todas, enriquecidas siempre con algn detalle que habamos pasado por alto. Nos habl con entusiasmo de Pedro

    Pramo y nos deslumbr entretejiendo al azar versos de juventud de Jos Gorostiza, Salvador Novo y Jaime Torres Bodet hasta componer la msica de un poema que era de ninguno de los tres, pero que en modo alguno los desmereca.

    En el balcn coincidimos Roa Bastos, Enrique Pezzoni, Jos Bianco y el gran actor Francisco Petrone, al que Fuentes admiraba desde que lo vio en Prisioneros de la tierra, el clsico film de Mario Soffici, y en La fuga, una joya rara de Luis Saslavsky. Aunque yo tambin comparta la admiracin por esas obras, apenas abr la boca. Las haba visto muchas veces, pero Fuentes y Bianco las cono-can mejor. A pocos pasos del balcn, en el enorme living, Ernesto Sabato se

    afanaba explicndole a la duea de casa las teoras del nouveau roman reflejadas en las novelas de Alain Robbe-Grillet. Ella daba la impresin de no entender una sola palabra, pero Sabato lograba mantenerla suspendida en el xtasis de un lenguaje lleno de citas francesas y de referencias cientficas.

    Casi enseguida advert que Petrone, hipnotizado por la belleza celestial de aquella mujer, trazaba en el aire la silueta de su nuca perfecta, del lnguido pelo esponjoso que le caa hasta la cintura, suspiraba sin recato, y muy pronto todos, incluyendo a Fuentes, clavamos nuestros ojos en ella. Luego la vimos perderse en la penumbra de la tarde, guiada por un Sabato solcito. Eso fue todo.

    Cre que el encantamiento se haba disipado para siempre hasta que muchos aos despus, hacia 1998, la historia sali de su letargo y reapareci con las mismas melodas del pasado. Una maana de otoo, cuando caminbamos con Fuentes por una calle cercana a Gramercy Park, en Manhattan, descubrimos al mismo tiempo, en el dcimo piso de un edificio de los aos 20, varios balcones abombados,

    de mampostera, que parecan colgar peligrosamente sobre el abismo.

    Esos balcones dijo Fuentes, no son exactamente iguales al balcn de Buenos Aires donde toda la literatura latinoame-ricana se enamor al mismo tiempo de las espaldas de mujer ms hermosas del mundo? No eran iguales (los de la aveni-da Quintana son rectangulares), pero la invocacin bastaba para que la escena de treinta y seis aos antes volviera intacta a mi memoria. Record el lugar, record la luz dorada del atardecer, la tierna brisa de noviembre que acariciaba la ciudad.

    Declinaba, como dije, la primavera de 1962. Fuentes acababa de llegar a Buenos Aires luego de asistir al Congreso de Intelectuales, organizado por la Universidad de Concepcin, en Chile, donde haba deslumbrado a colegas cu-yo lenguaje habitual entonces como ahora es el lenguaje del desdn. Seran las siete, tal vez las ocho de la tarde. El crepsculo tardaba en volverse noche. Fue entonces cuando vimos pasar, bajo esa luz imprecisa, a la mujer con las es-paldas ms hermosas del mundo. Eramos (yo no lo saba) huspedes de su casa. La

    mujer haba enviudado un ao antes del investigador mdico Carlos Galli Mainini, discpulo del fisilogo Bernardo Houssay. Galli se haba hecho famoso al crear un nuevo mtodo para el diagnstico precoz del embarazo, inyectando orina de mujer en batracios machos. Lo que ahora sue-na vetusto y anacrnico entonces era revolucionario. El investigador estuvo casado menos de dos aos con aquella diosa inolvidable. Muri cuando acababa de cumplir 47. Las fotos que han quedado de l lo revelan buenmozo y feliz.

    Fuentes recuerda las espaldas de la viuda con tanta nitidez como yo: el dibujo suave de las venas bajo la piel traslcida, el coqueteo de los bucles dorados sobre

    las orejas. Tena un pelo largo, fino y melodioso, que se plegaba y desplegaba al comps de sus movimientos, como el teln de un teatro prodigioso. Las espaldas, que el vestido dejaba al descubierto, son difciles de describir: sensuales, clidas, inolvidables.

    Bianco revel entonces su nombre: Se llama Laura, dijo (o Beatrice, o Francesca, cualquier apelativo mtico da lo mismo). Y a continuacin enunci un apellido que no supimos retener. Es famosa por su belleza, nos dijo Bianco. Ms de una vez las revistas de modas de Pars han enviado corresponsales para tomarle fotos, pero ella siempre se ha negado.

    Todos sentimos unos deseos irreprimi-bles de verla y quiz la hubiramos per-seguido por aquellos salones espaciosos si la pintora Lea Lublin, que andaba por all y la conoca desde la adolescencia, no nos hubiera dicho: Se ha encerrado en su cuarto. Todas las tardes, a esta hora, tiene un ataque de pena. Nunca vuelve hasta que se le pasa la melancola.

    Fue lo ltimo que supimos de ella. Culpamos a Sabato por habrnosla arre-batado y durante algn tiempo no se lo perdonamos. Cuando caminamos con Silvia Lemus en busca del balcn, alc los ojos, volv a ver las luces de aquella tarde de primavera, y detrs de las celosas reapareci la espalda despus de su largo exilio en el paraso. Reconoc el pelo de lluvia de la viuda bellsima, las nubes tiernas de su nuca, el perfil huidizo que tem perdido para siempre. Y en silencio le di las gracias por los dones de una memoria que segua dentro de m, por los amigos de aquel da, por las novelas y las pelculas con que me enriquecieron la vida.

    La historia de los hombres se escribe con esos fragmentos hechos de viento. Siempre hay un instante de la vida en el que volvemos a ser lo que fuimos o en el que somos, misteriosamente, lo que nunca pudimos ser.

    LA NACION

    A ver si nos entendemos: si los nmeros gobiernan el mundo, entonces ha de ser por eso que, cuando vienen en patota, son una lacra, fros por naturaleza, absolutamente impermeables a cualquier sen-timiento y un poco pnfilos, ya que no tienen conciencia de cun crueles pueden llegar a ser. Apoye usted su dedo sobre un nmero, digamos el 47, y sentir la sen-sacin de haberlo apoyado sobre una serpiente de cascabel. Y si tiene ganas de acariciar el 86, un numerito par tan mullido como un osito de peluche, es porque ignora que tiene los colmillos de un yaguaret. Por lo tanto, va siendo hora de reconocer una co-sa: que el presidente de Francia, don Nicolas (sin acento) Sarkozy, no slo posee sensibilidad de trtolo para elegir seora, sino que adems acredita fina calidad humanstica, una condicin in-dispensable a la hora de procla-mar a los cuatro vientos que los nmeros no lo son todo, que no nos representan por dentro y que bastante a menudo no dicen toda la verdad, son escondedores.

    El presidente francs ha con-siderado un atroz macanazo que los pases sigan utilizando una frmula antiqusima que ya ha cumplido ochenta aos para medir su prosperidad.

    El idolatrado Producto Bruto Interno, un invento norteameri-cano, constituye, en efecto, una herramienta demasiado erosio-nada por el mal uso y las psimas costumbres, apenas apta para

    poner en pantalla indicadores econmicos. Seamos sinceros: el PBI es muy borrico, del todo incapaz de evaluar qu tan felices somos y que tan saludables nos sentimos por sobrevivir en tal o cual pas. Es necesario acabar con la religin de los nmeros, reflexion Sarkozy no bien termi-n de leer un informe trescientas pginas que le haba encomen-dado al indio Amartya Sen y al norteamericano Joseph Stiglitz, premios Nobel de Economa (1998 y 2001, respectivamente).

    El informe de Sen y Stiglitz deca lo que ustedes ya pueden suponer, si es que estn siguiendo (con adecuada concentracin intelectual) el desarrollo de este anlisis. El PBI no ofrece infor-macin sobre niveles de bien-estar, ni sobre las garantas de que ofrendaremos un mundo mejor a nuestros nios, ni sobre la sospecha de que no estamos respirando el mejor aire, ni so-bre las diversas formas de darle alegra al corazn Cuarenta aos atrs, el entonces senador Robert Kennedy adverta ya que el PBI era una bazofia: Es cierto, mide montones de cosas dijo en el Capitolio de Washington, pero no mide las que hacen que la vida merezca ser vivida.

    Sarkozy propone un PBI que incluya el rubro felicidad, y la iniciativa que excluye la nu-merologa merece que desde este modesto escondrijo se lo reconozca como un humanista cabal.Chapeau!

    LA NACION

    PARIS

    S I la mano de Thierry Henry devino el asunto de todos, segn el ttulo de un diario, es porque los conceptos funda-mentales de todo pensamiento, aquellos que impregnan y organizan la vida cotidiana de cada uno, estn aqu, concretamente, en juego: la justicia, el destino, Dios, el azar, la relacin con la ley, la relacin con el otro, la verdad, la veracidad y, por ltimo, la gloria del nombre propio, tan cara al hroe homrico.

    Es lo que se dir de Aquiles por los siglos de los siglos: que prefiere su reputacin antes que cualquier cosa. Su gloria, su kleos, es lo que tiene de ms precioso.

    La etimologa probable de esta palabra griega remite a lo que pasa por la oreja, a lo que se escucha, y esto hace que un psicoanalista tenga algo que decir sobre ello. Thierry Henry man-cill para siempre su kleos y, accesoriamente, el de su pueblo?

    Todos tienen una opinin. El episodio no es slo un asunto de juego: es un psicodrama nacional e internacional, y es un drama filo-sfico. Va en el sentido de la existencia de hoy, de lo que cosquillea a cada quien en el punto exquisito de su fantasma.

    Cuando, en el Mundial de 1986, Maradona marc con la mano contra Inglaterra sin que el rbitro interviniera, en la Argentina hubo una explosin de alegra.

    El gol robado vengaba la guerra de las Malvinas. Que el rbitro hubiera mirado para otro lado era el signo de que Dios haba pasado del lado argentino. Lo deportivo supo traducir magnficamente el sentimiento de orgullo sentido entonces por una nacin un-nime, hablando de la mano de Dios. Era un verdadero tedeum.

    Hay un contraste sobrecogedor con la tona-lidad depresiva de la reaccin de los franceses por la mano de Thierry Henry. Est claro que los franceses renegaron del privilegio del pueblo elegido que les confera el antiguo adagio gesta Dei per francos (la obra divina es realizada

    por los francos). Ya no creen ms que en las reglas: las mismas para todos. Se han vuelto los devotos de estas formalidades prescriptas en las que abreva su administracin.

    Por esta causa, lo que fue un milagro y un guio divino para los argentinos es tomado por los franceses en la dimensin de la ver-genza y la trampa. El Dios de los franceses es, a partir de ahora, el Dios de la justicia distributiva, es decir, el de la administracin divinizada: a cada quien lo que le es debido; abajo el privilegio!

    Cuando, en la Ilada, Afrodita ciega a Menelao para salvar al bello Paris, su favorito, nadie

    grita: No vale! Es trampa!. Es el capricho de la diosa...

    Thierry Henry se perdi la ocasin de que-dar en las memorias como un modelo de fair play? Los ingleses inventaron el fair play, pero sobre todo para que lo usen otros. Remember the Belgrano! Durante la Guerra de las Malvinas, era un crucero sin aliento, que databa de la Segunda Guerra Mundial, y los argentinos lo haban dejado fuera de la zona de exclusin en la que los britnicos haban anunciado que se daban el derecho de hundir todo navo. Y bien: eso no disuadi a Margaret Thatcher de lanzar contra la inofensiva chatarra flotante el submarino nuclear de ataque HMS Conqueror, y de enviar al fondo, de modo perfectamente gratuito, a 321 jvenes mrtires.

    La reaccin del diario The Sun fue este ttulo: Gotcha! (Los agarraron!). Al contrario, The

    Sun de estos das dice que la mano de Thierry Henry equivale a un crimen de guerra. En suma, se trata de My country, right or wrong (Por mi pas, con razn o equivocado). Los franceses son universalistas. En cuanto a Le Pen, segn el cual los alemanes ocuparon Francia como caballeros, es lgico y coherente que fustigue a Thierry Henry: he ah el nacio-nalismo a la francesa.

    Ciertamente, el deporte no es la guerra. Pero el deporte profesional devino en el siglo XXI la prosecucin de la competencia entre naciones por otros medios que los militares. Ya no es un juego, pues crea enormes riquezas, y la corrupcin, sobre todo la de los rbitros, se insina por todos lados.

    Por este hecho y por el hecho de la globaliza-cin creciente de las reglamentaciones sani-tarias, industriales, financieras observamos un rechazo casi universal de los factores de riesgo y el deseo de eliminar un componente esencial de toda actividad humana, a saber, la funcin del azar.

    Antiguamente, veamos all el dedo de Dios. Maquiavelo laiciz la nocin, llamndola for-tuna, el acontecimiento imprevisible que el hombre de accin acoge y explota. Napolen quera generales que tuvieran suerte. Esta nocin, que fue tan vivaz, se perdi hoy en da. Estamos en el principio de precaucin, que deja a todo simple imprevisto fuera de la ley. La baratija de los vendedores de previsiones, de sondeos o de salud programada se arranca a precio de oro.

    La demanda de seguridad asfixia el gusto, el goce del riesgo. Y cuando un gran futbolista querido por los dioses tiene suerte, el planeta entero se junta para que tenga mala conciencia. Y bien, que se sepa: jams una reglamentacin abolir la realidad. LA NACION

    Traduccin de Beatriz Udenio

    ROA BASTOS, PEZZONI, BIANCO, FRANCISCO PETRONE Y FUENTES, 47 AOS ATRAS, EN BUENOS AIRES

    TOMAS ELOY MARTINEZLA NACION

    NORBERTO FIRPOPARA LA NACION

    JACQUES-ALAIN MILLERPARA LA NACION

    RIGUROSAMENTE INCIERTO

    Reconoc el pelo de lluvia de la viuda bellsima, las nubes tiernas de su nuca, el perfil huidizo que tem

    perdido para siempre

    Esa tarde en que toda la literatura latinoamericana se enamor a la vez de las

    espaldas de mujer ms hermosas del mundo

    El gol con la mano que clasific a Francia para el Mundial

    avergenza a los franceses, que ya no creen que sea legtimo ganar con una ayudita poco

    ortodoxa de los dioses

    NOTAS

    El autor es un psicoanalista lacaniano francs, fundador de la Asociacin Mundial de Psicoanlisis

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