Post on 30-Nov-2015
La desinstitucionalización de la creencia dentro del marco
de la fiesta patronal en el barrio de San Francisco de Asís en
Zapotlanejo, Jal.
Samuel Hernández Vázquez
“Retrocedemos a una mundo tan antiguo
que la ciencia no llega a él y la que dice que llega
no nos convence, pues sus tesis y conjeturas
nos parecen tan aleatorias y evanescentes
como la fantasía y la ficción”.
Mario Vargas Llosa1
Modernidad y religión
Vivimos en una época de transformaciones y cambios, una época donde las
discontinuidades se hacen presentes y cobran su realidad. Sin duda que podemos
llamar a nuestra época moderna. Puesto que, hubo una corriente de pensamiento que
adelantó su fin muy pronto: el postmodernismo; teoría, visión o moda, pocos hacen
referencia o uso de él. Giddens argumenta en su obra “Consecuencias de la
modernidad” que si hoy nos estamos adentrando en una fase de postmodernidad, esto
significa que la trayectoria del desarrollo social nos está alejando de las instituciones
de la modernidad y conduciéndonos hacia un nuevo y distinto tipo de organización
social. Postmodernismo, si existe de una manera convincente, puede expresar la
conciencia de tal transición, pero no demuestra su existencia. Más adelante en el
mismo texto continúa: No hemos ido “más allá” de la modernidad, sino que
precisamente, estamos viviendo la fase de su radicalización: […] la expansión,
creciente, de las instituciones modernas en todo el mundo, […] (2008).
1 Mario Vargas Llosa. (2009). El Viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti, Alfaguara, México, p. 11.
La época moderna es una historia de discontinuidades, donde el proyecto
moderno no a alcanzado sus objetivos. Esto trae consigo una serie de fenómenos que
manifiestan estas discontinuidades; como la religión que nos lleva retornar a
seguridades del pasado. El estudio de la religión nos da cuenta de este proceso
moderno, puesto que al augurar su término y fin, presenciamos nuevas formas y
manifestaciones religiosas. Asistimos en particular en Occidente, a una fragmentación
de nuestras creencias, a una conmoción de nuestros valores, a un cuestionamiento de
la fe tradicional (Delumeau, 1997).
En la modernidad se le da predominio a la ciencia como rectora o como la que
encabeza este momento moderno. Se habla del predominio de una dimensión de la
racionalidad vinculada a la ciencia, la técnica y la producción. Esta racionalidad
funcional ve la realidad desde el punto de vista de lo utilitario, lo pragmático, lo
medible…; de ahí que sólo vea en la realidad la cantidad, el peso, la medida el
número… y sea siega a la dimensión simbólica, que abre la profundidad y una riqueza
inagotables de la realidad (Mardones, 1996). La modernidad es un proyecto que se ha
ido desvaneciendo, no por ello podemos hablar de postmodernidad, de un fin o de un
término, sino de (con palabras de Weber) un desencantamiento no sólo de la religión,
sino de algo más profundo: un desencantamiento de la razón misma.
De estas discontinuidades de la modernidad surgen nuevos elementos que dan
origen a nuevas formas religiosas en nuestras sociedades, como son la diversidad
religiosa y la desinstitucionalización (subjetivación) de la creencia. La modernidad no
sólo erosiona a la religión institucional, […], sino que permite una síntesis de
indiferencia, agnosticismo e incluso ateísmo con una postura receptiva y simpatizante
respecto a la religión2.
Giddens arguye que “la modernidad altera de manera radical la naturaleza de la
vida social cotidiana y afecta los aspectos más personales de nuestra experiencia” 2 Juan A. Estrada, De la muerte de dios al retorno de la religión, disponible [en línea] en: http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/De%20la%20muerte%20de%20Dios%20al%20retorno%20de%20la%20religion.pdf. Vi: 15 de mayo de 2011
(Giddens, 1998). La afectación de la modernidad, como habla Giddens, en las prácticas
y en la experiencia de los hombres, decanta en un desvanecimiento de lo religioso. Así
pues, la religión de tener el centro, el orden y configuración social; de ser la dadora de
sentido en este mundo, del universo, pasa su discurso del centro a la periferia
(Blancarte, 2001; Mardones, 1999; De la Torre, 2006). La pérdida de lo religioso afecta
a toda religión así como a nuestras sociedades, fenómeno más sobresaliente en la
cultura de occidente. Pero no es una perdida de la religión, como dice Mardones: “hay
que añadir que la religiosidad no desaparece, sino que empieza a manifestarse en
formas menos libres que recorren incluso los vericuetos de lo oculto y misterioso,
pero también de la ciencia, la sanidad…, por no hablar de cierto reencantamiento del
cuerpo, la naturaleza, la política, el deporte o la música” (Mardones, 1996, p. 21).
Muchos autores sostienen que la religión es el lazo que liga al hombre con Dios.
Coincido con esta idea. Así pues, la palabra religión viene de "religare", cuyo
significado es unir (Tamayo, 2005). Es decir, que la religión sería entendida como el
lazo de unión con respecto a ciertas prácticas, ya sea entre el hombre o entre el
hombre y lo Trascendente. La religión, entendida sociológicamente, es la combinación
de creencias y prácticas que tratan de dar coherencia a la totalidad de la experiencia
humana. Lo religioso lo define Hervieu Léger como una dimensión del fenómeno
humano, que atraviesa, de manera activa o latente, explicita o implícita, todo el
espesor de la realidad social, cultural y psicológica según modalidades propias de cada
una de las civilizaciones, en el seno de las cuales se esfuerza por identificar su
presencia (2004: 17-18). El hombre de hoy no a perdido esta dimensión de
trascendencia de su realidad a través de los sagrado y es esta actitud religiosa la que
da cuenta que el hombre de hoy no ha perdido el vínculo, esto manifestado en sus
múltiples expresiones religiosas.
La secularización es la consecuencia de la modernidad, vista desde las
categorías de Durkheim: Sagrado/profano. Pero la sociología de las religiones ha sido
conducida a reconsiderar de manera más amplia su visión de la relación de la
modernidad con la religión (Hervieu-Léger, 2004), pues no sólo debe de dar cuenta de
la perdida de la religión o lo religioso en nuestra sociedades laicas, sino inclusive, debe
de dar cuenta de la recomposición y nuevas manifestaciones de lo religioso en nuestra
sociedad actual.
La secularización muestra “la perdida de relevancia social y cultural de los
signos, símbolos, roles, personas… religiosos” (Mardones, 1996, p. 22) en otras
palabras la perdida de lo sagrado en los signos, símbolos, roles y personas. El proceso
de secularización en nuestro país explica desde las consecuencias de la modernidad el
desarrollo de lo religioso en nuestra sociedad. Es “un proceso que incluye la
subjetivización de lo religioso, la desinstitucionalización de la creencia, la
transformación de grupos religiosos para adaptarse y responder a la modernidad, la
emergencia de una diversidad de opciones religiosas que debilitan al exmonopolio
religioso y la relocalización de lo sagrado en la sociedad, pero no la desaparición de lo
religioso” (Fortuny, 1999, 22). La secularización es un concepto que une la actual
recomposición de lo sagrado con la modernidad. Secularización y modernidad son
sinónimos para nuestro estudio.
Alain Touraine habla de desinstitucionalización en general y la entiende como
“el debilitamiento o la desaparición de las normas codificadas y protegidas por
mecanismo legales, y más simplemente la desaparición de los juicios de normalidad
que se aplicaban a las conductas regidas por instituciones” (2001). Así pues, la
desinstitucionalización de la religión es “una reconfiguración de la religión en la
modernidad que se caracteriza por los siguientes rasgos: a) La perdida del monopolio
religioso por parte de las instituciones o iglesias […] b) La fluidificación de la religión
[…] Estaríamos asistiendo a una especie de reblandecimiento institucional que deja
libres los símbolos religiosos. Éstos podrían ser libremente recogidos,
reinterpretados, manipulados, para formar nuevas configuraciones o sensibilidades
religiosas” (Mardones, 1996, p. 23-24). De este modo uno se detiene en la singularidad
de las construcciones creyentes individuales, en su carácter maleable, fluido y
disperso, al mismo tiempo que en la lógica de los préstamos y nuevas formas de
aplicarlos de las que son objeto las grandes religiones históricas (Hervieu-Léger,
2004).
En este proceso de desinstitucionalización o como lo llama Hervieu-Léger
desregulación de lo institucional pasan dos cosas muy interesantes y las señala Patricia
Fortuny: “La mayoría de las formas religiosas pueden tomar dos caminos distintos
para responder a la modernidad: a) a través de un relativismo religioso […] y b)
encerrándose en las mismas tradiciones religiosas […]” (Fortuny, 1999, 21). Esta es
una consecuencia lógica de este proceso de la modernidad, por un lado una diversidad
de interpretaciones, de creencias y prácticas, y por otro lado: un movimiento
reintegrista, la defensa de la auténtica fe, el cierre a nuevas formas religiosas, sobre
todo, el ensimismamiento de las grandes religiones históricas.
La fiesta patronal
El diccionario de sociología de Salvador Giner y colaboradores definen a la
fiesta como “una práctica colectiva consistente en un conjunto de actos, que se
desarrollan en un espacio/tiempo especifico, mediante los cuales se celebra algo”. Por
celebración se entiende la expresión y simbolización gratificante del valor, sacralidad
o trascendencia que el sujeto celebrante otorga a lo celebrado (Giner, 2006). En toda
fiesta vemos mezcladas a la tradición y la espontaneidad y esto podría ser una
paradoja, pero tiene una lógica muy especifica:
“la fiesta se define en relación dialéctica con la vida cotidiana, rompe con el
tiempo de trabajo, y sumerge a los participantes en un ambiente que propicia e
intensifica interacciones emotivas; cultiva la paradoja al mesclar la síntesis, no exenta
de tensión, el rito y el juego, la ceremonia y la diversión, el respeto a la tradición y a la
espontaneidad, lo espiritual y lo corporal lo íntimo y lo público” (Giner, 2006).
Gilberto Giménez argumenta que la fiesta representa un equilibrio precario
entre el orden y el desorden, lo profano y lo sagrado, lo imaginario y lo real (1999). En
toda fiesta esta interviniendo un papel importante el rito y el alborozo, la solemnidad
y la alegría. La fiesta patronal integra tanto elementos de culto religioso como lúdicos,
integra a cada persona y a la comunidad. La fiesta patronal es una manifestación
religiosa, donde la comunidad está implicada por la espacialidad que representa.
La fiesta en honor a San Francisco de Asís es uno de los eventos que reúne a
toda la comunidad del barrio, ya que genera sin duda unidad, identidad y fraternidad.
La fiesta patronal es una devoción popular; Uno de los aspectos centrales de la
celebración es propiamente la renovación del patrocinio del santo a quien se ha
encomendado el cuidado del barrio. Morán Quiroz explica que: “La protección divina,
que los misioneros y la Iglesia católica han delegado en santos específicos, suele
requerir de alguna índole de festejo propiciatorio y compensatorio en honor del santo
protector por parte de sus protegidos” (2009). La fiesta anual conmemora un pacto
con la divinidad, un espacio que sale de la cotidianeidad para dedicarlo por completo
al protector del barrio y encomendarle el nuevo año. La fiesta patronal es un tiempo
especial, puesto que, se tiene un acercamiento especial al santo protector mediante
ritos y ceremonias donde se renueva su protección y patrocinio.
El Barrio de San Francisco de Asís en Zapotlanejo, Jal.
El barrio de San Francisco es una colonia de la localidad del pueblo que
pertenece al municipio de Zapotlanejo, Jalisco. Se ubica al norte y a las afueras de la
población. El barrio lo conforman unas cuantas calles que son Independencia
(después del puente), Proyecto (antes del arrollo) San francisco, Guillermo prieto, La
Paz y camino real al bajío. El barrio está muy ligado a las actividades del pueblo, las
personas del barrio en su mayoría son comerciantes, campesinos, ganaderos y
trabajadores en la producción del vestido. Estamos hablando de una colonia
eminentemente de clase trabajadora, con un alto porcentaje de emigración a los
Estados Unidos.
La religión católica tiene preeminencia en todas las áreas del pueblo; sus
festividades y costumbres reflejan esta influencia. Aún en nuestros días, en numerosas
poblaciones de esta región, sin dejar fuera a Zapotlanejo, las fiestas religiosas regulan
los ciclos de la vida de los individuos. Las tradiciones que ha dejado el catolicismo ha
impregnado la vida social de las personas con un alto grado de influencia en las zonas
rurales. Así pues la hegemonía cultural del catolicismo ha estado presente en las
tradiciones y fiestas populares, en donde se recrean constantemente los usos
populares de la religión católica (De la Torre, 2001).
La investigación trata de hacer tangible el debilitamiento de los vínculos
institucionales en la fiesta patronal del barrio de San Francisco de Asís, en
Zapotlanejo, Jal. Para medir este cambio, si es que lo hay, se utilizará la metodología de
corte cualitativo como la observación directa y la encuesta a profundidad a las
personas del barrio. Y así poder hacer una relación de la fiesta patronal con respecto
de la modernidad y el desapego a lo institucional.
Bibliografía
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