Post on 01-Jun-2020
INTELIGENC I A PEDAGÓGICA AL LLEGAR A ESTAS TIERRAS , LOS JESUITAS TRAJERON CONSIGO SU NACIENTE PRO-
Pilar GonzalboAizpuru
árriba:
Corredor.
ántiguo Colegio de San Ildefonso.
CONACULTA- uNAM-Gobierno de la
0iu4ad de México.
,~~ anterior:
~:falsa de San Andrés.
_'o .' ~. poJegio de San Ilde fonso.
YECTO PEDAGÓGICO Y LO ADAPTARON A LAS CONDICIONES PROPIAS DEL VIRREINA-
TO. Su LABOR NO SE LIMITABA A LA FORMACIÓN DE LAS ELITES PENINSULARES O
CRIOLLAS SINO QUE ABARCABA LOS GRUPOS POPULARES Y LOS TERRITORIOS DE
MISIONES . EN LA HISTORIA DE LA INSTRUCCIÓN TANTO PÚBLICA COMO PRIVADA EN
NUESTRO PAís ESTAS EMPRESAS EDUCATIVAS CONSTITUYERON UN MOMENTO FUNDA-
MENTAL Y DECISIVO . ¿CÓMO TRANSCURRíA LA VIDA EN EL INTERIOR DE LOS COLE-
GIOS? ¿CUÁLES ERAN SU ESTRUCTURA Y SU DISCIPLINA? ¿EN QUÉ MEDIDA LOGRA-
RON SUS PROPÓSITOS? ESTAS PÁGINAS NOS OFRECEN UNA IMAGEN VIVA DE LOS
TRABAJOS Y LOS DíAS EN ESTOS EDIFICIOS QUE SE HAN CONVERTIDO EN TESTIGOS
SILENCIOSOS DE NUESTRO PROPIO PASADO .
1 gn.cio de Loyol. vivió tiempo, tuchulento,
en la Europa que se conmovia con las críticas
de los humanistas y se enardecía ante la acti
tud rebelde de los reformistas. La corrupcíón
del clero era escandalosa y la intromisión de
los monarcas atizaba la violencia. Ignacio,
como Lutero, veía la urgencia de una reforma,
que debería comenzar por la Iglesia, pero que
tenía como objeto final cambiar el mundo, y
cambiar el mundo significaba cambiar a los
hombres, convertir a los paganos, lograr el
arrepentimiento de los herejes, instruir a los
ignorantes y hacer que los crístianos vivie
sen de acuerdo con el mensaje evangélico.
'"\ Los documentos fundacionales de la Compa
ñía de Jesús se referian a esa misión e indica
ban los cauces por los que Ignacio y sus pri
meros compañeros pretendían cambiar el
mundo. La bula pontificia que autorizaba la
fundación resaltaba como objetivo principal "el
provecho de las almas" en la vida y la doctrina
cristianas, que se lograría con el ministerio de
la palabra, los Ejercicios espirituales, las obras
de caridad y la enseñanza de las verdades
cristianas a los niños y a los rudos. Quedaba
así definida la misión docente de la orden, a
la vez que se señalaba la amplitud de la tarea.
VINO VIEJO EN ODRES NUEVOS
Desde su llegada, en 1572, los fundadores de
la provincia procedieron a establecer una or
ganización que les permitiese afianzar su po
sición en una sociedad devota de los mendi
cantes que los habían precedído. No era mo
mento propicio para las innovaciones, de modo
51
que los jesuitas novo hispanos repitieron el
mensaje evangélico que proclamaban en los
púlpitos los clérigos seculares y que exponian
los regulares en sus misiones y conventos.
Fieles defensores de la ortodoxia tridentina,
no sólo no modificaron los contenidos doctri
nales sino que utilizaron un catecismo único
que los fieles debían memorizar en vez de
dístraerse con "peligrosos" relatos bíblicos o
compltjas explicaciones teológicas. Y, sin em
bargo, se consideraron innovadores porque
emplearon métodos originales, que resulta
ron ser eficaces en la instrucción infantil, en la
catequesis de los paganos y en la conversión
de adultos alejados de las prácticas religiosas.
Los Ejercicios espirituales fueron la inspira
ción de las actividades jesuíticas en todos los
espacios y circunstancias.
'"' Los miembros del cabildo de la ciudad, los
prelados y algunos vecinos prominentes ha
bían solicitado el establecimiento de la Com
pañía en la Nueva España, atraídos por la
fama que había alcanzado en Europa en poco
tiempo. Las solicitudes, como los documentos
relacionados con la fundación, caían en am
bigüedades al referirse a la evangelización de
los indios y a la necesaria asistencia a los es
pañoles, pero éstas eran plenamente compa
tibles con los planes de los jesuitas, que espe
raban atender cuantas necesidades espirituales
y educativas apreciasen en los habitantes del
virreinato. Su estrategia consistió en atraerse
primero a la población urbana, ganar protec
tores para sus fundaciones y extender des
pués su actividad hacia regiones alejadas.
Arriba y página s'iguiente:
Antiguo Colegio de San lldefonso.
CONACULTA -UNA.M-Gobierno de la.
Ciuda.d dP. México.
Abajo:
Marcas de fuego de diversos colegios
jesuitas.
Museo Nacional del Virreinato.
CONAGULTA-I NA H.
IH< Hombres de su tiempo, los jesuitas de la
provincia mexicana pusieron en practica el
principio renacentista de la educación por
el ejemplo, con el que se justificaba la aparen
te incongruencia de su humildad ostentosa.
Rechazaron honores, evitaron recibimien
tos solemnes y celebraciones en su honor,
renunciaron a las comodidades en el aloja
miento provisional que se les ofreció, ini
ciaron modestamente su apostolado en los
espacios que les prestaron, y procuraron que
tales signos de austeridad y sacrificio fueran
conocidos por todos los fieles . Pronto con
taron con patrocinadores que les proveye
ron de solares, materiales para la construc
ción de sus casas y donativos con los que
sustentar escuelas y templos. Sabían muy
bien que difícilmente podrian gozar de in
dependencia en su ministerio si no dispo
nían de la base económica para sustentarse
y por ello aseguraron la solvencia de sus
fundaciones y cancelaron las que no reci
bieron las aportaciones necesarias. Al igual
que franciscanos, dominicos o agustinos, los
jesuitas dependían de los donativos de los fie
les, pero a diferencia de los mendicantes, no
requerian limosnas para su sustento coti
diano, sino que recibían considerables bie
nes fundacionales con los que erigían sus
colegios y mantenían sus actividades do
centes y sacerdotales. Mientras aquéllos es
taban obligados por su regla a pedir limosna
siempre, los jesuitas fueron excelentes ad
ministradores, que invirtieron exitosamente
los caudales recibidos e hicieron prosperar
sus propiedades rurales.
IH' La primera actividad docente de los jesui
tas recién llegados, antes incluso de tener un
alojamiento propio, fue la catequesis callejera
en días festivos. Los niños de las escuelas
acompañaban el cortejo con el canturreo del
texto del catecismo, en una tonadilla que llegó
a considerarse inseparable de la presencia de
los jesuitas en la capital. En vista de la nume
rosa concurrencia y de la diversidad de los
oyentes, salían varias doctrinas: para niños,
adultos, negros e indios. Cumplían así con el
precepto fundacional de instruir a los niños
y a los rudos, a la vez que mostraban a la po
blación que no pretendian dedicarse en ex-
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clusiva a los hijos de los criollos, sino a toda
la población.
IH' La educación escolarizada siempre fue gra
tuita, al igual que la administración de los sa
cramentos, y ésta fue una de las razones por
la que los templos jesuíticos no se erigieron
como parroquias, que estaban autorizadas a
cobrar "obvenciones" (cuotas fijas por los ser
vicios religiosos) a los feligreses como apoyo
a su economía. A diferencia de los colegios
fundados, las residencias, que carecían de ren
tas propias, dependian de auxilios inmediatos
de los fieles, lo que recordaron los jesuitas de
Veracruz al provincial, al menos en una oca
sión: "aquí estamos hechos unos frailes, vi
viendo de limosna".
IH< Aunque su principal interés y especiali
dad era la enseñanza de la gramática latina,
que constituía el ciclo de Humanidades, tam
bién enseñaron "primeras letras" en aquellas
ciudades novohispanas en las que era insu
ficiente el número de los maestros particula
res, de modo que una gran parte de los ha
bitantes del virreinato que aprendieron a leer
lo hicieron en colegios jesuíticos. En ellos
utilizaron como cartilla elemental el catecis
mo de la doctrina cristiana del jesuita Jeróni
mo Ripalda y como segundo libro de lectura
un catón cristiano, cualquiera entre los va
rios redactados por otros miembros de la or
den. La prosperidad de algunas ciudades y el
interés creciente por la lectura contribuye
ron a impulsar el establecimiento de escue
las privadas y públicas, lo que permitió que
los colegios cerrasen las suyas y que se pro
dujera una proporción inversa entre estudios
superiores y escuelas de primeras letras. Fi
nalizado el siglo XVI, con menos de 30 años
de actividad, los 11 colegios establecidos, con
taban con seis escuelas de primeras letras y
ocho con cursos de humanidades; cien años
más tarde, eran 17 colegios con diez escuelas
elementales, II de humanidades, tres de artes
o filosofía y tres facultades de teología. En
1767, el año de la expulsión, sumaban 22 co
legios, siete escuelas de primeras letras, 20 de
humanidades, 12 de artes y diez de teología.
Además había tres internados para indios,
con escuela pública, ocho seminarios o con
victorios, como residencia de estudiantes, y
el noviciado de TepotzotIán. Mientras los je
suitas se libraban de lo que consideraban una
pesada carga, se elevaba el nivel promedio de
instrucción, con el aumento de los cursos de
humanidades, artes y teología. Los números
son bastante expresivos en cuanto a la evolu
ción del nivel cultural de los novo hispanos.
1", Por lo regular, las clases de los más pe
queños, que se consideraban más ingratas y
de menos lucimiento, se encargaban a los
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hermanos estudiantes o coadjutores. La más
destacada especialidad de los colegios fue el
ciclo de Humanidades, destinado a la ense
ñanza de la gramática latina, ya que el propio
Ignacio había advertido en las Constitucio
nes que para el estudio y la práctica de la teo
logía era necesario "especialmente en estos
tiempos, cognición de letras de humanidad':
IR< Las escuelas de la Compañía introdujeron
cambios pedagógicos que apenas comenza-
En estas páginas:
Antiguo Colegio de San n defonso.
cONAcULTA-uNAM-Gobierno de la
Ciudad de México.
ban a difundirse en Europa. Durante su es
tancia en la Sorbona, Ignacio había captado
las novedades del modus parisiensis, que lue
go adoptó en el Colegio Romano, que se pusie
ron a prueba en todas las casas de la orden y
que se reglamentaron en la Ratio atque ins
titutio studiorum. Ésta debería cumplirse en
todas las escuelas para alumnos seglares, in
dependientemente de los reglamentos relati
vos a internados y al noviciado de la orden.
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De acuerdo con él, y siempre con su flexibi
lidad característica, se establecieron los ca
lendarios, horarios, lecturas, grados y méto
dos pedagógicos que constituyeron las
verdaderas innovaciones. En contraste con el
desorden medieval, el nuevo sistema imponía
un método estructurado y regulaba las activi
dades de maestros y alumnos en las aulas, e
incluso fuera de ellas. El concepto mismo de
la gradación en los estudios, según las edades
y los conocimientos, era ya un considerable
cambio, expresado en la palabra clase, que
había usado por primera vez Erasmo de Rot
terdam. Además, los jesuitas establecieron
horarios de estudio y de recreo, calendario de
actividades, cursos, exámenes y vacaciones.
Los cursos comenzaban el 18 de octubre, fies
ta de san Lucas, con un acto solemne de inau
guración al que acudían los padres de los
alumnos y otros invitados. Las clases se im
partian en la mañana y en la tarde, con un
descanso a mediodía.
fH' De acuerdo con principios pedagógicos re
nacentistas, se consideró esencial la educa
ción por el ejemplo, lo que pudo interpretar
se como la necesaria virtud de los padres y de
los maestros y como la espontánea función
difusora de conocimientos y formas de com
portamiento a partir de grupos selectos de in
dividuos mejor instruidos y más sólidamente
formados. De ahí que, al programar sus acti
vidades, los prefectos debieran considerar la
posible influencia de sus educandos sobre
masas más amplias de población a las que no
habrian podido llegar los pocos sacerdotes y
hermanos que llegaron a integrar la provincia
mexicana de la Compañía. Formar a futuros
sacerdotes, maestros, o incluso jóvenes ca
ciques o principales indígenas, era, pues, la
mejor inversión. En cambio la instrucción
elemental, aunque siempre impregnada de
principios religiosos, exigía un gran esfuer
zo no muy rentable en términos de difusión
del mensaje renovador cristiano.
fH' El ciclo de Humanidades constaba de tres
grados, que podían subdividirse, según el
nivel de los estudiantes, en cinco: mínimos,
pequeños, medianos, mayores y retórica; es
te último era opcional. Los temas y lecturas
estaban programados para todos los días de
clase. El inicio, una vez superada la etapa
de aprendizaje de lectura, escritura y arit
mética elemental, podía hacerse alrededor
de los ocho a nueve años y la terminación,
por lo tanto, de 13 a 14. Muchos jóvenes, por
decisión de sus padres o por su propia inep
titud para cursar estudios superiores, aban
donaban en ese punto su formación intelec
tual, mientras que los más interesados
podían pretender graduarse como bachilleres
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en Artes, que ya era una facultad universita
ria, si bien podía cursarse en los mismos co
legios. Se exigía aprobar un examen "de su
ficiencia" para obtener el grado en la Real y
Pontificia Universidad de México, la única
institución autorizada para expedir titulas
académicos universitarios.
fH' También era propio de la pedagogía re
nacentista el hincapié en la disciplina, no
ya como recurso para mantener el orden si
no por su valor en sí misma como fOljadora
del carácter. Muchas de las normas sobre
horarios, silencios, formación de filas, distri
bución del tiempo, recreos, ejercicios físicos
y responsabilidades materiales, se destina
ban a ejercitar a los jóvenes en la práctica
de la disciplina. Como instrumento coactivo
se mantenían los castigos, que fueron el mé
todo pedagógico universal durante los siglos
anteriores, pero el recurso de los azotes se li
mitaba en lo posible y se compensaba con los
estimulas honorificos como el otorgamiento
de medallas y diplomas, la aparición en el
cuadro de honor y la posición variable en los
asientos de los salones de clase según el
rendimiento y el cumplimiento de las tareas.
fH' Las tareas extraescolares fueron otra no
vedad, mediante la cual se pretendía al mis
mo tiempo reforzar el aprendizaje de lo es
tudiado en las horas de clase y limitar el
tiempo disponible para el esparcimiento. La
primera parte de la mañana se dedicaba a la
revisión de tareas. Igualmente se afianza
ban los conocimientos mediante la exposi
ción oral, los debates o "combates" por equi
pos y los exámenes periódicos. Los recreos
eran obligatorios y debían dedicarse ajuegos
al aire libre, para lo cual los colegios dispo
nían de patios interiores. Los alumnos más
afines a la orden, o con expectativas de in
gresar al noviciado, pasaban parte de las va
caciones en alguna casa de recreo, como la
finca de Jesús del Monte, en las cercanías
de la ciudad de México.
HS Pero la educación no se impartía tan sólo
dentro de las aulas ní se limitaba a los cono
cimientos académicos. Difícilmente hubieran
creído que cambiarian el mundo a fuerza de
formar buenos latinistas. Se entendía que
educar era formar buenos cristianos: entrenar
Diego JoséAbad. Tornado de Galerie
iIlustrée de la Compagnie de Jésus,
París, 1893.
Colección ManuelArangoAl'ias.
Biblioteca Franc'isco Xavier
Cla.vigero/ UlA.
a los individuos para que desempeñasen con
éxito su función en la sociedad y para que
se resignasen con su suerte los menos afortu
nados. Los Ejercicios espirituales eran el fun
damento de la espiritualidad j eSUÍtica y el mo
tor de su compromiso docente. Adaptados los
Ejercicios a distintas condiciones y circuns
tancias, proporcionaban las claves para el de
sarrollo personal y para el fomento de la pie
dad, una piedad que exigía manifestaciones
externas de ortodoxia y prácticas de devoción
comunitaria. Escolares, ex alumnos, hombres
y mujeres cercanos o ajenos a la orden, prac
ticaban los Ejercicios varias veces en su vida.
GUÍados por el librito que escribió su funda
dor, los jesUÍtas daban vuelo a su imaginación
para conmover a los ejercitantes con impre
sionantes escenas de las penas del infierno y
estremecedores ejemplos de la brevedad de la
vida. Las clásicas meditaciones del principio y
fundamento, las dos banderas y los binarios
orientaban la meditación hacia un ascetismo
que parecía racionalmente justificado. Las
Congregaciones Marianas constituyeron otro
recurso formativo destinado a los más desta
cados entre los estudiantes y los más perseve
rantes entre los antiguos alumnos y los simples
simpatizantes de la Compañía. Los congregan
tes escuchaban sermones, practicaban obras
de caridad y devociones, promovian activida
des culturales como la impresión de textos clá
sicos, y se preparaban para las responsabili
dades de mando que posiblemente tuvieran
que desempeñar, mediante las elecciones in
ternas y las discusiones sobre asuntos de go
bierno y administración.
1"< También tenían un evidente contenido
docente las representaciones teatrales, los
emblemas alegóricos, los certámenes poéti
cos con temas religiosos, las mascaradas de
los estudiantes y las procesiones de las re
liquias o en la exaltación de los santos.
1>« A partir de la última década del siglo XVI,
iniciaron las misiones en las remotas tierras
del noroeste, allá a donde no habían llegado
los evangelizadores de las otras órdenes regu
lares. El misionero era un verdadero maestro,
que enseñaba a los indios nómadas a aprove
char la tierra para cultivos, los entrenaba en
la ejecución de obras de riego, conservación
56
y comercialización de sus productos, los
orientaba en la organización política y admi
nistrativa de sus comunidades y los defendia
del avance de los colonos españoles, siempre
necesitados de mano de obra.
1><, También era maestro el encargado de lle
var las "misiones temporales" a poblaciones
próximas a las ciudades, reales de minas y
haciendas de labor. Los hacendados sacrifi
caban con gusto las jornadas de trabajo de
sus esclavos y sirvientes para que escucharan
los sermones y pláticas del jesuita misione
ro, que fomentaba la docilidad y laboriosi
dad de los trabajadores. Y tenían conciencia
de su responsabilidad docente los predicado
res que exponían desde el púlpito sermones
catequéticos y morales y los confesores que
administraban el sacramento de la penitencia
a gente de todas las calidades y condiciones.
1", Siempre guiados por el afán de difundir
sus enseñanzas entre los individuos más in
fluyentes de la sociedad, establecieron cursos
de teología moral, que llamaron cátedras de
casos, para instruir a los clérigos seculares
sobre la comprensión de complicados proble
mas de conciencia. La casUÍstica se basaba en
un principio moderno y en cierto modo revo
lucionario: la evaluación de circunstancias,
atenuantes o agravantes, aplicada a situacio
nes en que el penitente reconocía haber co
metido un pecado, quizá un hombre justo
que cometió un error por debilidad ocasional,
a diferencia del criterio medieval que lo cali
ficaba de pecador y lo cargaba con penosas
penitencias. Lo que muchos ilustrados conde
naron como escandalosa "manga ancha" de
los confesores jesuitas, no era sino un antici
po de la modernidad atenta al individuo y
comprensiva 'de sus motivaciones.
1", Cuando casi todos los n.!:ñ0s habían apren
dido el catecismo de labios de los jesuitas y a
partir de textos de la orden; cuando gran par
te de los sacerdotes se habían formado con
ellos; cuando los universitarios habían cursa
do humanidades en los colegios y los confe
sores habían aprendido sus doctrinas; cuando
los personajes más eminentes de la corte vi
rreinal habían pertenecido a las congrega
ciones marianas y clérigos y laicos habían
hecho alguna vez en su vida los Ejercicios es-
Anónimo.
Juan María de Salvatierra.
Siglo XVlll.
Óleo sobre tela. 1 04.5 x 72.5 cm.
Museo N a.ciona·l del Vúreillato.
CONACULTA-INAll .
(Detalle.)
Abajo:
Jerónimo de Ripalda. Toma,do de
Francisco Zambrano, S .. 1 y José
Gutiérrez Casillas, S. J (eds.),
Diccionario biobibliográfico
de la Compañía de Jésus en México,
1961.
Biblioteca Francisco Xavier
Clavigero{ U lA.
pirituales de Ignacio de Loyola, no era tarea
fácil erradicar la influencia de los jesuitas ni
podía limitarse al cierre de las escuelas. A tra
vés de sus redes de influencia, el modelo je
suítico había penetrado en todos los niveles
de la sociedad. Sin embargo, su éxito siempre
fue aparejado a un fracaso: ya que finalmen
te era sólo una institución humana, su objeti
vo de cambiar el mundo para crístianizarlo se
había reducido a una eficaz colaboración pa
ra hacerlo más pragmático, más secularizado,
57
más instruido y más adaptable a las necesida
des de los nuevos tiempos. t Iil ·s
PIlAR GONZALBO AIZPURU es doctora en historia por
la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesora
investigadora en el Centro de Estudios Históricos de El
Colegio de México. Entre sus numerosas publicaciones
destacan el libro Familia y orden colonial. Además, es
autora de cuatro volúmenes sobre temas relacionados
con la historia de la educación colonial, y ha coordina
do otros seis sobre la familia y la vida privada.