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Compuesto por tres novelas cortas donde
la fantasía se mezcla con la ciencia
ficción, Historias de hadas para adultos
nos transporta a un universo cargado de
leyendas artúricas, mitologías clásicas,
cuentos de hadas y relatos bíblicos.
Temas pertenecientes a la infancia de la
humanidad son vistos bajo una óptica
diferente que obliga a contemplarlos
desde una perspectiva adulta.
En «La granja», un periodista se pierde
durante una noche de tormenta y llega a cierta casa habitada por una
familia que, cada noche, visita un granero donde parecen ocurrir
hechos extraordinarios. En esta historia, el ambiente del campo cubano
sirve de trasfondo a los mitos anglosajones.
«La dama del ciervo» narra una mítica batalla entre las fuerzas del Bien
y el Mal. El inesperado desenlace obliga a hacer una lectura diferente
de cuanto el lector había entendido hasta ese momento.
«Un hada en el umbral de la Tierra» explora los contrastes entre la
mente infantil y la mente adulta. Su trama indaga en los peligros de la
incomunicación para lograr un relato donde el terror y la esperanza se
funden en un extraordinario final.
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Escrito durante su adolescencia y publicado originalmente en Cuba,
este libro se convirtió de inmediato en uno de los grandes best-sellers
de la isla caribeña. En 2007, Minotauro publicó su primera edición en
español para el resto del mundo. Historias de hadas para adultos fue
el tercer libro de Daína Chaviano.
En 2014, Ediciones El Naranjo (México) lanzó una edición de Un hada
en el umbral de la Tierra, con ilustraciones de la artista mexicana
Rosana Mesa Zamudio.
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DAÍNA CHAVIANO
HISTORIAS DE HADAS PARA ADULTOS
Novelas Cortas
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Índice
La granja
La dama del ciervo
Un hada en el umbral de la Tierra
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Un hada en el umbral de la Tierra (fragmento)
Es el invierno helado, la estación fría de Garnys.
A lo lejos, las Montañas Plateadas irisan la llanura con
sus reflejos. La lluvia polar cae suavemente, matizándolo todo
con resplandores azules.
Es la tarde indefensa, desnuda bajo el cielo aterido.
En el interior del domo terrestre, Niza aumenta la
temperatura de la calefacción y termina de recoger la vajilla
sucia. Los platos y cubiertos son lanzados al destructor
automático.
—Mamá, ¿puedo ir al estanque?
Ella se detiene ante el espejo y comienza a repasar ciertos
detalles de su rostro.
—Ahora no, Tomy —dice con voz ausente—. Está
nevando.
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—Puedo abrigarme más. Si quieres, me pongo el
calefactor.
Ella se contempla de reojo.
—¿Por qué no te quedas leyendo? ¿No te ha gustado el
libro que saqué del almacén?
—Mucho. Ya lo leí.
Niza se olvida del espejo y mira a su hijo.
—¡Te lo di ayer! —exclama con sorpresa.
—Ya lo leí —repite él, sin inmutarse.
—Bueno...
No sabe qué decir.
Allá lejos el viento rueda montaña abajo, acrecentando su
fuerza como una bola de nieve que añade masa y velocidad en
su viaje de cima a sima.
—¿Puedo ir?
—Ponte el calefactor.
Tomy corre a ponerse el traje hermetizado. Su madre lo
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ayuda a ajustar los cierres magnéticos y lo besa, antes de
cerrar el cristal del casco.
—¿Me oyes? —pregunta ella.
Él sube el volumen de sus micrófonos exteriores.
—Sí.
—Escucha, desde hace unos días te noto preocupado.
¿Qué sucede?
El rostro del niño es la suprema expresión de la
inocencia.
—¿He hecho algo malo?
—No, Tomy. Pero... apenas me hablas; sólo te interesa
salir.
—No me alejo mucho, ¿verdad?
—No es eso. Es que afuera hace tanto frío...
—Y aquí hay tan poco espacio.
Se siente molesto. Niza puede verlo en sus gestos
ligeramente bruscos, en su boca contraída, en el leve
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fruncimiento de cejas. Se siente molesto y no se esfuerza por
ocultarlo.
—Bueno, no es para tanto —intenta calmarlo—. Me gusta
que seamos amigos: tú me cuentas todas tus cosas y yo te
cuento las mías. ¿No habíamos quedado en eso?
—Yo te digo todas mis cosas; en cambio, tú...
Se muerde los labios con ese gesto que ella conoce
perfectamente. Su mirada le llega en un reproche tan
convincente que casi la asusta, y se le ocurre pensar... Pero es
imposible. ¿Cómo podría saber él semejante cosa?
(Fin del fragmento)
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