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Fundamentalismo Islámico en Asia Central: causas, actores y perspectivas a futuro
Lic. María Luciana Alonso AI 014 / 2011
Asia - Pacífico 14 de julio de 2011
Grupo de Estudios Internacionales Contemporáneos
G R U P O D E E S T U D I O S I N T E R N A C I O N A L E S C O N T E M P O R Á N E O S 2
ISSN 1853 – 1873 info@geic.com.ar www.geic.com.ar
Grupo de Estudios Internacionales Contemporáneos
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RESUMEN
El presente trabajo tiene por objeto hacer un análisis sobre el fundamentalismo
islámico en Asia Central. Para realizar el cometido se inicia la indagación con un relato
acerca de los orígenes y penetración del wahabismo en Asia Central, para continuar
luego con la presentación de las causas, consideradas más relevantes, que abrieron
paso al fundamentalismo islámico en la región. En un segundo momento, se analiza la
formación de grupos radicales islámicos originarios de Asia Central; prestando
particular atención al Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) y su relación con la
organización de al-Qaeda. Por último, se propone analizar de forma integral 1) las
causas que abrieron paso al fundamentalismo en la región; 2) la influencia ejercida por
al-Qaeda en relación al MIU; y 3) el papel que le cabe a Occidente, especialmente a
Estados Unidos, y a las potencias regionales en tanto también poseen intereses que se
contraponen a una propagación del extremismo islámico en los países de Asia Central.
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Fundamentalismo en Asia Central: causas, actores y
perspectivas a futuro
María Luciana Alonso1
Orígenes del fundamentalismo islámico en Asia Central
El wahabismo es una corriente islamista basada en la Sunna2 o Tradición, es por
ello, una corriente sunní. El sunnismo está dividido en cuatro grandes escuelas de
interpretación de la Tradición: “hanafí”, “malequí”, “shafeí” y “hanbalí”. Esta última es
la más estricta de todas y de ella surge el wahabismo, el cual, a su vez, dio base al
origen de los grupos más radicales del Islam.
El wahabismo fue fundado por Mohamed ibn Abdel-Wahab en el siglo XVIII. Luego
de un intenso estudio de la teología islámica se convirtió en uno de los más
dogmáticos conocedores de la religión y prosiguió a la codificación de los preceptos
religiosos en máximas jurisprudenciales. De esta reglamentación de los preceptos
surgieron numerosas prohibiciones que pesaban en la vida diaria de los creyentes y
también un desprecio absoluto hacia la mujer. Pero el aspecto más radical de la
interpretación wahabí de la religión es el que se refiere a la Yihad3.
El wahabismo considera que la práctica hablada o escrita de la religión no es un
medio suficiente para la propagación de la misma. Ellos consideran que la violencia
debe ser empleada contra todo aquél enemigo de su visión de la religión, basada en
una concepción inmovilista del Corán. Por lo tanto, también son enemigos aquellos
musulmanes que pretenden adaptar la religión a los tiempos modernos, y si así lo
hiciesen, la guerra santa debe iniciarse contra ellos.
Por el contrario, el Islam tradicional, que es el autóctono de Asia Central, ve a la
religión como un pacto entre Dios (Alá) y el hombre, que asegura la moderación y
tolerancia. Aún más, desde esta perspectiva no puede haber un empleo de la fuerza
contra una autoridad política que no persiga a los creyentes.
Los islamistas radicales desconocen que la interpretación literal de la palabra Yihad
no es “guerra”, sino “esfuerzo” y que la misma tiene dos vertientes: la de la “lucha
interior” o “purificación”, y la del combate exterior, la que, en última instancia, está 1 La autora es Licenciada en Relaciones Internacionales (UCC). 2 Sunna es el conjunto de palabras y actos del Profeta (Mahoma) que, recopilados en los siglos VII y VIII por los ulemas, forman la tradición (hadit) (Sellier y Sellier, 1997). 3 La palabra Yihad significa literalmente “esfuerzo” y no “guerra santa” como suele prestar a confusión (Sellier y Sellier, 1997).
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reservada para aquéllos que se oponen por la fuerza a la práctica libre de la religión
islámica.
El movimiento wahabí se asentó definitivamente en Arabia Saudí con el rey Saudí
Ibn Saud quién, tras expulsar a los otomanos, se apoderó de Riad en 1902-1913 y
estableció colonias de beduinos sedentarios que se habían convertido en guerreros
wahabíes. El resultado fue una alianza entre los ulemas4 wahabíes y la monarquía
saudí, la cual conservó el control de la justicia basada sólo en la sharia5 e impuso un
estricto conservadurismo social.
La extensión del movimiento wahabista hacia Asia Central representa una novedad
en el marco religioso de la región. Esto se debe a la diversidad religiosa que caracterizó
a la zona desde tiempos inmemoriales. A pesar que la introducción del Islam erradicó
otros cultos y que en el siglo XIV casi toda Asia Central era musulmana, el Islam tuvo
que ser adaptado a los diversos medios culturales, étnicos y geográficos propios. Estos
hechos (variedad de cultos y elementos étnicos diversos) han configurado en Asia
Central un Islam tradicional abierto y tolerante, por lo que resulta sorprendente la
extensión de las corrientes islamistas más radicales en la región (Zapater Espí 2003).
La introducción de dichas corrientes coincide con el desmembramiento de la Unión
Soviética, la caída del comunismo y la consecuente debilidad política en la que se
vieron inmersos los recientes Estados independizados de Asia Central. A fines de los
ochenta y principios de los noventa, guerrilleros islámicos (la mayoría entrenados en
Afganistán, pero procedentes también del Golfo Pérsico, India, Pakistán y África del
Norte) financiados por los grupos wahabíes, penetraron las fronteras sin mayores
dificultades debido a la escasez de recursos de los nuevos Estados para hacerles
frente.
Estos radicales eran ante todo guerrilleros con poco interés en los aspectos
religiosos o ideológicos de fondo. Su principal objetivo era derrocar a los gobiernos de
sus países de origen para reemplazarlos por un régimen que siguiera los lineamientos
puros de la Sharia. Para ello, la estrategia que siguieron en Asia Central tuvo dos
directrices: la primera fue extender las reformas wahabíes acerca de su revolución del
Islam o la Yihad contra el gobierno; la segunda se dirigió a favorecer el activismo
militante. Esta estrategia debe entenderse de acuerdo con la ideología wahabí, que
supone que el fin siempre justifica los medios.
4 Los ulemas son los exégetas, juristas y teólogos que forman la tradición (Sellier y Sellier, 1997). 5 Los ulemas también elaboran la Sharía que es la legislación islámica derivada del Corán (Sellier y Sellier, 1997).
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Causas del auge fundamentalista en Asia Central
Una enumeración meramente descriptiva y/o enumerativa de las causas que
condujeron a la presencia cada vez más radicalizada del fundamentalismo islámico en
Asia Central, no puede sino conducir a un análisis simplista y acotado de los hechos.
Por el contrario, un examen acabado exige una interpretación complementaria de los
distintos factores que construyeron la compleja situación política, económica y social
de Asia Central en las décadas de los ochenta y noventa; situación que dio pie a la
penetración del fundamentalismo islámico. Estas causas interconectadas responden a
aspectos políticos, económicos y sociales particulares de los países centroasiáticos
luego de alcanzar su independencia.
Dentro del ámbito político la causa que sobresale es el carácter represivo de los
nuevos gobiernos. En oposición a lo que la mayoría de los líderes occidentales
pensaban, que era básicamente que tras la caída del comunismo los Estados del Asia
Central adoptarían sistemas democráticos, los gobernantes centroasiáticos instauraron
regímenes que poco se diferenciaban de los comunistas en cuanto a represión y
autocracia. Esta represión se extendió a la práctica religiosa ya que, empero el Islam
estuviera tolerado nominalmente y las constituciones sancionaran la libertad religiosa,
ésta se encontraba sujeta a un estricto control gubernamental. Fue así que los partidos
políticos basados en la religión fueron prohibidos y la mera práctica religiosa era
numerosas veces identificada con el fundamentalismo. Las medidas represivas variaron
en intensidad y amplitud entre los distintos países centroasiáticos, pero puede decirse
que la recepción que hicieron de ellas los grupos islamistas fue bastante similar:
generó un estímulo para el crecimiento en las filas del radicalismo (Zapater Espí 2003).
Por otro lado, las consecuencias derivadas de la política económica y social llevada
acabo por los gobiernos centroasiáticos luego de la independencia y tras la caída del
comunismo, pueden entenderse asimismo como causas de primer orden para explicar
el auge del fundamentalismo islámico en la región. Estas consecuencias trazaron un
panorama de altos niveles de pobreza, corrupción y desempleo generalizado que no
podía sino conducir a una profunda insatisfacción en las sociedades. Paralelamente,
esta ofuscación se veía agudizada no sólo por los enfrentamientos étnicos que se
habían vigorizado en esta época, sino también por el vacío de un sistema de valores
producto de la caída del comunismo. A razón de lo anterior el Islam se constituyó
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como fuente de identidad en estas sociedades y se hizo posible la extensión de grupos
radicales en el área (Zapater Espí 2003)6.
El surgimiento de grupos radicales en Asia Central
La acelerada eclosión de movimientos islámicos que devino luego de la
desintegración de la Unión Soviética, agravó aún más la frágil e incipiente estabilidad
política de los nuevos Estados independientes del Asia Central. Estos grupos acogieron
al Islam como fuente ideológica de sus principios, y en su mayoría abogaron por el
establecimiento de un Estado islámico sometido a la Sharia y regido por un Califa7.
Para alcanzar tal fin, plantearon diferentes formas y vías, desde el empleo de métodos
no-violentos hasta la opción por la yihad armada o la vía militar (Wilches, 2009).
Entre los numerosas expresiones islámicas surgidas en este proceso, el movimiento
Hizb ut-Tahrir y el Movimiento Islámico de Uzbekistán (MIU) son, en consideración del
presente análisis, los más relevantes tanto por su extensión como por su significación e
influencia en toda la región. Debido al interés del trabajo en exponer las relaciones
entre el movimiento Talibán de Al-Qaeda con las manifestaciones islámicas de Asia
Central, el movimiento Hizb ut-Tahrir (partidario mayormente del empleo de medios no
violentos para el cometido de sus objetivos) no será abordado en este análisis, ya que
dichas relaciones se hacen más patentes con el MIU.
Sin embargo, es pertinente por el momento destacar que tanto el MIU como el
Hizb ut-Tahrir se caracterizan por no estar interesados en el desarrollo de sus
sociedades, es decir, no cuentan con programas económicos o planes de gobierno o de
creación de instituciones políticas. Tampoco proponen proyectos de educación o de
incentivos a fin de aumentar los niveles de formación cultural y de participación
política. Simplemente, “confían en que un carismático emir 8 organizará por sí solo una
nueva sociedad imponiendo la Sharia, y a partir de allí todos los problemas se
resolverán por sí solos” (Zapater Espí 2003).
6 Para la indagación acerca de otras causas de la penetración del fundamentalismo islámico en Asia Central ver: Sarafian, 2001. 7 Califa significa sucesor de Mahoma a la cabeza de la umma, que es la “Comunidad Musulmana” (Sellier y Sellier, 1997). 8 Emir es un título nobiliario utilizado en los países islámicos y significa “el que ordena” (Sellier y Sellier, 1997).
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El Movimiento Islámico de Uzbekistán
El MIU es la principal amenaza armada islamista a la estabilidad del Asia Central.
Se fundó en 1998 por dos activistas uzbekos: Dyumaboi Jodyiev alias “Namangani” y el
mullah Tajir Yuldashev (Wilches, 2009).
Al momento de su fundación tenían como objetivo inmediato derrotar, por medio
de la lucha armada, al principal impulsor de la persecución anti-islamista en Asia
Central, el presidente uzbeko Islam Karimov. Por otro lado y en una perspectiva de
largo plazo, su objetivo era crear un Estado Islámico transnacional, intención que
hunde sus raíces en los intentos anteriores de crear una unidad islámica para toda Asia
Central (Zapater Espí 2003). Para la consecución de los mismos, se ha establecido un
tipo o modelo de ejército internacional que recluta militantes islámicos de varios
países, entre ellos: de Kazajstán, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguistán; incluso algunos
de esos militantes provienen de grupos étnicos de zonas post-soviéticas como los
chechenos, uigures, daguestanos, entre otros.
En relación con lo que se argumentó en líneas precedentes, el surgimiento del
movimiento coincide con el desmembramiento de la Unión Soviética y se crea a partir
de las consecuencias políticas, económicas, ideológicas entre otras, que devinieron en
ese período. A fin de comprender cabalmente el contexto en el que surgió el MIU y sus
posteriores relaciones y modos de operación, es que se considera relevante hacer una
breve mención de la historia y sucesos de estas décadas que influyeron en los líderes
fundadores del movimiento.
A finales de los ochenta Namangani había luchado como soldado soviético en
Afganistán. Al regresar a su ciudad natal Namangán, en el Valle de Fergana, se
encontró con un panorama que combinaba una gran densidad demográfica, enormes
tasas de desempleo y una población mayoritariamente joven. Estos factores, como se
apuntara anteriormente, conducían, sino siempre en la mayoría de los casos, a la
islamización. Namangani no fue la excepción y, al situarse frente a un Islam
fuertemente controlado por el Estado y su policía, tuvo la intención de “purificarlo”.
Fue debido a ello que fundó un grupo alternativo llamado “Toybá” (Caridad) (Poch
2010), pero al poco tiempo hubo de huir hacia Tayikistán debido a la represión y
persecución de la que era víctima. En este país formó parte de la guerrilla que
desencadenó la guerra civil tayika entre 1992 y 1997.
Por su parte, Yuldashev abandona a comienzos de los noventa el Partido Islámico
del Renacimiento de Uzbekistán para fundar un nuevo partido, éste sería el Partido
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“Adolat” (Justicia) (Wilches 2009) cuya meta era establecer la ley y el orden con base
en la ley islámica. Debido a que los partidos religiosos estaban prohibidos en
Uzbekistán, muchos de los líderes de Adolat fueron arrestados y otros escaparon a
Tayikistán para unirse a la oposición islámica en la guerra civil. Una vez finalizada, y no
conformes con el acuerdo alcanzado, los líderes de Adolat abandonaron el país.
Para Yuldashev y Namangani una nueva etapa de lucha contra los gobiernos de la
región había comenzado, por lo que se dispusieron a transformar el Partido Adolat en
el MIU. Así, en 1998 los líderes estaban listos para anunciar oficialmente en Afganistán
que el movimiento ya estaba conformado.
Constituido como fuerza armada irregular clandestina (fundamentada en los
preceptos del Islam), puso en marcha una serie de acciones e intervenciones armadas
para alcanzar sus objetivos. Inicialmente, éstas se ejecutaron desde territorio tayiko
hacia el interior de Kirguistán y Uzbekistán. No obstante, el movimiento funcionaba
mejor en el Valle de Fergana (en la frontera uzbeko/kirguiz) donde recibía gran ayuda
y apoyo de la población local. Asimismo, desplegó bases militares en Afganistán,
Tayikistán y Kirguistán, esta última calificada como “base de operaciones de avanzada”
e, incluso, su área de operaciones se extendía hacia Irán, Pakistán, Kazajstán y
Chechenia (Wilches 2009).
Por otro lado, es de destacar que los fondos económicos del MIU provienen de
cuatro fuentes principales: la diáspora uzbeka que vive en Arabia Saudí, Al-Qaeda, el
tráfico ilegal de narcóticos y los secuestros extorsivos (Wilches 2009).
El inicio de las relaciones del MIU con los talibán en Afganistán
El anuncio de la conformación del MIU en la capital de Afganistán, Kabul, no es un
dato menor y por consiguiente, es pertinente realizar algunas apreciaciones sobre el
contexto en que se encontraba aquella ciudad al momento de crearse el movimiento.
Tras la guerra civil afgana, los talibán se impusieran en Kabul en 1996 y en los
años posteriores lograron consolidar su poder por todo el país, más allá de su área
matriz pashtún9 (Poch 2010). Luego, el grupo terrorista al-Qaeda encontraría
protección bajo el gobierno talibán. Bajo el control de éstos grupos de la mayor parte
del territorio afgano, es anunciada la formación del MIU.
9 Para mayor información acerca de la etnia y cultura pashtún en el área fronteriza de Afganistán y Pakistán ver: Governance and Social Development Resource Centre, 2007.
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De este modo, Namangani y Yuldashev entraron en contacto con el dinero y las
relaciones internacionales de Bin Laden, líder de al-Qaeda. El proyecto era, como se
dijera anteriormente, crear un sultanato centroasiático, siendo Uzbequistán el eslabón
principal de una cadena que iniciaba con la caída del régimen de Karimov y continuaba
por toda la región en una especie de efecto dominó (Poch 2010).
Las relaciones entre los dos grupos yihadistas, MIU y al-Qaeda, se hicieron
patentes con la invasión de Estados Unidos a Afganistán en su “Guerra contra el
Terrorismo”, iniciada luego de los ataques del 11-S. En la lucha contra las fuerzas
norteamericanas, los miembros del MIU se unieron a los talibán y desplegaron el
contingente “internacionalista” de Namanganí y Yuldashev con base en una antigua
fábrica de algodón en la provincia de Kunduz (Poch 2010). Sin embargo, la alianza no
duraría mucho y en el otoño de 2001 demostraría su debilidad. En aquella fecha se
desarrolló la batalla de Kunduz en la cual prácticamente los únicos presos fueron los
miembros del MIU. Aún más, mientras los talibán se pasaban al bando de los
vencedores mediante pactos y los paquistaníes (que también lucharon contra las
fuerzas estadounidenses) eran repatriados, los únicos que quedaron al descubierto y
fueron hechos prisioneros fueron los combatientes del MIU (Poch 2010).
Dichos sucesos dieron como resultado un movimiento privado tanto de sus
principales bases, como de su apoyo logístico y de sus principales aliados, pero
ocasionó también la muerte de uno de sus líderes, Namangani, quién falleció en los
ataques en Kunduz. Yuldashev por su lado logró huir a Tayikistán con algunos
miembros del grupo talibán (Zapater Espí 2003).
Debido a la presencia norteamericana en Afganistán y a las bajas sufridas por el
Movimiento en 2001, las actividades del MIU se redujeron sensiblemente en los años
subsiguientes (Naumkin 2003). Sin embargo, a medida que la “Guerra contra el
Terrorismo” perduraba en el tiempo, las operaciones militares lideradas por Estados
Unidos se expandieron y solicitaron el apoyo logístico de bases situadas en muchos de
los Estados centroasiáticos. Según informes paquistaníes, esto pudo haber reactivado
las actividades terroristas del MIU que quedaron al mando de Yuldashev10 (Poch 2010).
Por otro lado, es pertinente analizar el desenlace de los eventos y la alianza del
MIU con los talibán desde una perspectiva que contemple las repercusiones a nivel
internacional. En este sentido, y como era de esperarse, Estados Unidos incluyó al MIU 10 El MIU se atribuyó la autoría de un ataque perpetrado en septiembre del año 2010 contra una columna militar en Tayikistán en el cual murieron 28 soldados. El Movimiento acusó a las autoridades tayikas de haber cerrado varias mezquitas en el país y haber arrestado a musulmanes, acusándolos de extremistas, sin ningún tipo de pruebas. Asimismo, manifestaron su descontento con la cooperación de Dusambe con Washington y la OTAN. (adn. es., 2010).
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en la lista de grupos terroristas diseñada a partir de las operaciones contraterroristas
iniciadas tras el 11-S., pero las acciones guerrilleras del movimiento tampoco pasaron
desapercibidas para los gobiernos del Asia Central y las potencias vecinas. De esta
manera, Rusia no deseaba la extensión del fundamentalismo islámico en la región en
un momento complicado de situación interna con Chechenia; China tampoco quería la
propagación del fundamentalismo y la extensión de un movimiento que contaba en sus
filas con combatientes uigures que podían “contagiar” a los uigures en territorio chino;
Irán manifestó su descontento y acusó al MIU de asesinar chiíes en Afganistán. El
temor de los vecinos, sumados a la campaña antiterrorista estadounidense, los llevó a
colaborar con los gobiernos centroasiáticos y a enviar toneladas de armamentos para
que emprendieran acciones contra los grupos terroristas (Zapater Espí 2003).
A su debido momento, se verá de qué manera la colaboración de las potencias
extranjeras con los gobiernos locales en la lucha antiterrorista impacta sobre los
mismos movimientos fundamentalistas.
Al-Qaeda y el fundamentalismo islámico en Asia Central
El activismo islámico en Asia Central siempre fue un interés manifiesto del líder de
al-Qaeda, Osama Bin Laden, empero siempre creyó que la organización no debía
destinar demasiados recursos para desarrollarlo porque sus aliados directos o
indirectos ya venían esparciendo en la región el wahabismo, el salafismo y otras líneas
radicales del Islam. La influencia de al-Qaeda se limitó en un primer momento a la
ayuda y asistencia por medio del entrenamiento militar y el envío de armas. Según
algunos analistas (Scheuer 2006), dos han sido las razones principales para explicar la
decisión de Bin Laden de limitar las actividades de al-Qaeda en la región. La primera
de ellas es que en el período anterior al 11-S no había objetivos de Estados Unidos en
la región que al-Qaeda pudiera atacar para alcanzar sus intereses de largo plazo de
“desangrar la economía americana”. En segundo lugar, y más importante aún, Bin
Laden veía en las ex repúblicas soviéticas un “feliz” terreno en cual buscar armas de
destrucción masiva (Scheuer 2006). Por lo que, mantener un perfil bajo era importante
a fin de evitar la notoriedad que pudiera haber acelerado los esfuerzos, rusos y
norteamericanos principalmente, para asegurar los arsenales en manos de las ex
repúblicas soviéticas (Scheuer 2006).
La situación luego del 11-S, que intensificó aún más el caos imperante en los
Estados del Asia Central, también benefició a al-Qaeda sin que la organización gastara
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significativos recursos (Scheuer 2006). Esto se explica por la creciente radicalización de
algunos sectores de las sociedades centroasiáticas a causa de su repudio a la
instalación de bases norteamericanas en la región, pero también debido a las medidas
represivas contra el Islam, implementadas por los gobiernos.
Tras el anuncio del presidente de Estados Unidos Barack Obama el pasado 2 de
mayo de 2011 de la muerte del líder máximo de Al-Qaeda, Osama Bin Laden; la
comunidad de analistas internacionales se lanzó a la indagación sobre el futuro de la
organización terrorista más influyente a nivel mundial. En este marco se planteó si el
fin de Bin Laden era el fin de al-Qaeda y si ello implicaba, sobretodo, el fin del
terrorismo global. Siguiendo la línea de quienes descartan dicha hipótesis11, se propone
preguntar acerca de la evolución del fundamentalismo islámico en Asia Central y cuál
es el nivel real de influencia de al-Qaeda en la radicalización de las sociedades
centroasiáticas.
Consideraciones Finales
El presente trabajo ha hecho especial hincapié en aquellos factores de índole
política, económica y social que desde la independencia de la región del Asia Central,
erigieron un cuadro de gobiernos represivos que allanaron el camino a la penetración
del fundamentalismo islámico.
Aún hoy, cabe destacar, dichos gobiernos continúan siendo regímenes patriarcales-
autoritarios que pueden revestir las veces de “democracias”, pero que en esencia son
sistemas puramente represivos. Si bien es posible matizar los diferentes regímenes y
suavizar a algunos, todos comparten ciertos rasgos que los condenan a conocer crisis y
convulsiones políticas a mediano plazo. El control de la sociedad, la falta de pluralismo
institucional y de libertad de información, el acceso al gobierno de los “obedientes” y
no de los capaces; todos ellos son rasgos que potencian la corrupción, lo que a su vez
provoca una pérdida de legitimidad y un aumento de la represión que se hace
necesaria para gobernar (Poch 2010). Este círculo vicioso que permitió hace ya algún
tiempo la radicalización de las sociedades centroasiáticas, provoca hoy una
perpetuación del mecanismo que no hace más que engrosar las filas de movimientos
como el MIU.
11 Para mayor información acerca del futuro de Al-Qaeda y el terrorismo global tras la muerte de Bin Laden ver: Reinares, 2011.
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Con esto no se pretende restar influencia a las conexiones del movimiento con al-
Qaeda, sino que se encuentra en la inestabilidad política, económica y social de los
regímenes centroasiáticos un factor de gran relevancia a la hora de comprender las
motivaciones de los hombres y mujeres que se unen a movimientos como el MIU por
no encontrar otros medios de subsistencia y de manifestación. Sin duda que el soporte
brindado por al-Qaeda, tanto en el entrenamiento militar, en la provisión de
armamentos y en la entrega de recursos económicos, permite que el MIU siga activo.
Pero el elemento orgánico, es decir, los hombres y mujeres que lo conforman y lo
hacen funcionar, provienen no tanto del apoyo de al-Qaeda, como de las propias
falencias internas de los gobiernos del Asia Central.
En su lucha contra el terrorismo, Occidente pone el acento en los aspectos de
seguridad y coopera con estos gobiernos en la implementación de medidas
“antiterroristas”, pero ignora, en favor de la cooperación en otros ámbitos (permiso
para establecer bases militares, derecho de paso para suministros, acceso a recursos
energéticos), que la lucha de esos regímenes no es más que una represión arbitraria
de la oposición para mantenerse en el poder (Poch 2010).
Por todo lo anterior, es posible concluir que la actividad de los movimientos
radicales islámicos en Asia Central, tales como el MIU, deben en gran medida su
perdurabilidad a las características de los débiles regímenes centroasiáticos, cuya
corrupción e inestabilidad se ve reforzada por la doble presencia occidental y de al-
Qaeda en la región.
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