Excelencia académica

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Excelencia académica, para servir a Dios Escrito por Leopoldo Fernández

Varios comunes denominadores hubo entre los Generales de Dios, quienes contribuyeron al despertar de las conciencias y a la dignificación de la Iglesia de Cristo, de lo cual nosotros somos beneficiarios y a la cual debemos nuestro esfuerzo y lealtad.

Una pasión por Dios manifestada en el estudio profundo de la palabra de Dios, una pasión religiosa, que era lo usual en esos tiempos de oscuridad y tinieblas espirituales, así como la predicación apasionada desde el púlpito de la iglesia; con tal fuerza era su enseñanza de las verdades eternas que les fueron reveladas, que ciertas en ocasiones hasta excesos llegaban a cometer algunos de ellos. Efectivamente, todas estas características las podemos apreciar en la vida de John Wycliffe, John Hus y Martín Lutero. Cada uno en su tiempo aportó a la Iglesia la revelación que de Dios habían recibido porque, a fin de cuentas, la habían recibido de Dios para Su Iglesia, importándoles poco que en ello peligrara su vida al confrontar el estilo de vida del alto clero religioso, así como al criticar el estado de ignorancia que respecto de las Escrituras había en la inmensa mayoría de la gente de sus respectivos países; llegando a ser Hus un mártir a causa de su convicción e integridad de fe, la cual retuvo aun en medio de la hoguera en donde murió, y siendo hasta hoy para todos nosotros un gran ejemplo de cómo se vive y se muere sirviendo a Dios.

Sin embargo, hoy quiero resaltar otro común denominador que hubo también en cada uno de estos Héroes de la fe, y es el hecho de que ambos fueron extraordinarios estudiantes; motivados por sus respectivos padres se prepararon académicamente como pocos en su época, llegando a impartir cátedras en las más prestigiadas universidades de sus respectivos países: Wycliff en Oxford, Hus en Praga, y Lutero en Wittenberg; y no obstante su pasión por lo académico, siempre supieron darle la importancia y preeminencia que debe tener el estudio y meditación de la Biblia en la vida de las personas, particularmente en la vida de los estudiantes.

Hoy en día, lamentablemente es muy diferente. Resulta asombroso ver cómo los padres de familia han perdido el interés porque sus hijos se preparen académicamente con excelencia y que no pierdan, sino que cultiven, pasión por la Palabra de Dios.

Respecto del primer aspecto, es triste además ver cómo año con año la calidad educativa va decayendo y aun está en plena caída libre, sin nada, al parecer, que la pueda detener. Ni gobierno, ni asociaciones de padres de familia, ni los propios maestros, aunque quisieran, han podido evitar que la calidad educativa vaya cada vez más a la baja. Sin embargo, lo más grave, es que no hay un verdadero interés y esfuerzo de parte de los padres de familia por conseguir que sus hijos se esmeren por obtener una buena preparación. Se dice, respecto de Hus, que la figura de autoridad más influyente que tuvo en su infancia fue su madre; siendo de familia muy pobre, fue su progenitora quien lo llevó de la mano a inscribirlo, a los trece años de edad, a la escuela del pueblo más cercano, y que durante el camino y llevando una hogaza de pan como obsequio para el director de la escuela, durante la hora de camino, siete veces se arrodillaba para orar que su hijo fuera aceptado como alumno.

La condición de la Iglesia vuelve a requerir de ese tipo de madres y padres; el deterioro de la sociedad y el estado tan lamentable al que ha llegado la educación en nuestro país, necesita de padres que tomemos en serio la preparación académica de nuestros hijos y los apuntemos hacia una visión de verdadera influencia en su generación.

Hace casi diecinueve años mi esposa y yo llegamos a vivir a provincia, y al poco tiempo estuvimos juntos impartiendo clases a nivel licenciatura, y muy grande fue nuestra sorpresa al darnos cuenta que muchos de los estudiantes, quienes ya habían pasado por preescolar, primaria, secundaria y preparatoria, no sabían leer, tenían faltas de ortografía terribles, no entendían lo que leían y, en el mejor de los casos, solo estudiaban para pasar los exámenes y al otro día ya habían olvidado todo. Hace poco tiempo y por la necesidad que tenemos mi esposa y yo de contar con una persona que viniera a apoyar los trabajos de administración de nuestro portal educativo, le pedimos a una señorita que recientemente había cursado el tercer semestre de la Licenciatura en Informática, que acudiera a familiarizarse con el portal educativo y lo conociera a fondo a fin de poder saber si nos sería de utilidad; nos decepcionamos al darnos cuenta que, para empezar, una niña de quinto año de primaria, inscrita en nuestro portal educativo, leía mucho mejor que ella, y al hacerle un examen básico de conocimientos generales lo reprobó. Creemos que, salvo excepciones, la regla es que nuestros niños y jóvenes enfrentarán fuertes problemas para desarrollarse profesionalmente si es que como padres de familia no hacemos más que

inscribirlos a una escuela y mandarlos diariamente para que “cumplan”. Debemos ser vigilantes de su rendimiento académico e invertir en una buena preparación para ellos.

Es muy urgente que como padres de familia hagamos nuestra parte en la preparación académica de nuestros hijos; que invirtamos nuestro tiempo y nuestros recursos para que ellos puedan tener una buena preparación académica, para que no vengan a engrosar las filas de profesionistas que, una vez egresados de su carrera, no encuentran trabajo debido a su mala preparación académica y terminan haciendo trabajos que nada tienen que ver con su título universitario. Si queremos que nuestros hijos marquen sus huellas entre la gente de su generación, debemos esforzarnos al máximo y no escatimar esfuerzos ni recursos para que alcancen una excelente preparación académica, y lleguen a ser también Generales de Dios en sus días.