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Introducción
En 2011, el Consejo Nacional para Prevenir la
Discriminación (Conapred) impulsó la campa-
ña titulada “Por una sociedad libre de racismo”,
orientada a desnudar y denunciar el racismo
existente en México. Como punta de lanza de la
campaña, se utilizó un monumento que, por lo
que representa, no acaba de encontrar su lugar:
el monumento de los Indios Verdes. Durante la
campaña, dos actores ataviados como los perso-
najes recreados en las esculturas representaron
el regreso simbólico de dicho monumento desde
su actual ubicación en el Parque del Mestizaje
hasta el Paseo de la Reforma, su hogar original.
¿Sabe México que es racista? Fue la pregunta
que el Conapred planteó hace poco más de dos
años, y que hoy se relanza como un cuestiona-
miento a la ciudadanía de la capital de la repú-
blica. Con el argumento de que los monumentos
Monumentos, historia y poder: EL CASO DE LOS INDIOS VERDES
EN LA DISPUTA DE LA IDENTIDAD NACIONAL*
Dalia Argüello Nevado**
educación
PATRIMONIAL
La educación patrimonial, como campo de reflexión acerca del patrimo-
nio cultural y su valor como lazo comunitario, sus usos, su función social, las vías
para el desarrollo de la conciencia patrimonial y las estrategias de formación en
y para el patrimonio, además de romper fronteras disciplinarias, conduce a una
reflexión necesariamente ético-política respecto a la llamada identidad nacional.
Tal es el caso del texto que ahora se presenta y cuya categoría central de análisis
es el racismo. La autora –historiadora y educadora– sigue el hilo de esta cate-
goría para ofrecer al lector una visión fresca, al mismo tiempo que inquisitiva y
dolorosa, del silencioso peregrinar que durante más de un siglo, y a través de pla-
zas y avenidas de la Ciudad de México, ha realizado el conjunto escultórico com-
puesto por dos figuras paradigmáticas conocidas hoy como los Indios Verdes.
* Este texto es parte del trabajo de tesis de la autora para obte-ner el grado de maestra en Docencia para la Educación Media Superior.
** Licenciada en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (FFyL-UNAM). Es miembro del Seminario de Educación Patrimonial de la Maestría en Pedagogía, FFyL-UNAM.
ciudadanosenred.com.mx
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Educación PATRIMONIAL
Como un baricentro de polémicas y disputas
ideológico-políticas, este par resulta un ejem-
plo, paradigmático como pocos, de lo que es y
ha sido la construcción de la nación a través de
los usos políticos de la historia, la búsqueda de
lo propio en lo universal y viceversa, y, sobre
todo, del predominio de los criterios raciales
para definir el ser mexicano.
Por ello, buscamos conocer el contexto de
su origen y lo que han representado estos mo-
numentos, pero no como un recorrido cronoló-
gico sino como un ejercicio de análisis que nos
informe del pasado y, en especial, nos ayude a
vernos en el presente. Explicar por qué, después
de cuatro mudanzas, estos monumentos no ha-
bían encontrado un lugar fijo dentro del paisaje
urbano, nos invita a reflexionar de modo mu-
cho más profundo y fructífero acerca de lo na-
cional y la ciudadanía. ¿Acaso los Indios Verdes
son íconos de ese México indígena olvidado y
marginado? ¿Es posible comprender estos mo-
numentos fuera del maniqueísmo y los estereo-
tipos? ¿Qué implicaría regresarlos a su lugar de
origen como se ha propuesto? ¿Su reubicación
se encuentran “olvidados y relegados en lo más
lejano de la ciudad”, y otros parecidos, la pro-
puesta hace énfasis en que regresarlos a la
avenida más representativa del país, donde es-
tuvieron originalmente, sería un símbolo de res-
peto a la pluralidad y diversidad de la sociedad
mexicana.1
Aunque parece una reflexión de suma im-
portancia y pertinencia en la actualidad, no es
menos cierto que justamente por tratarse de un
tema complejo y digno de atención, es necesario
abrir un debate amplio, propositivo e informa-
do que vaya más allá de los lugares comunes y
los simplismos ideologizantes.
El propósito de este texto es hablar del recorri-
do histórico y geográfico de estas esculturas que,
desde el momento de su creación, han estado en
medio de una tensa relación entre el olvido y el
recuerdo, entre la memoria colectiva y la indi-
ferencia, entre la normatividad y la negligencia.
1 La descripción detallada de la campaña y las fotos del evento pueden consultarse en: <www.conapred.org.mx/index.php?contenido=noticias&id=1637&id_opcion=&op=447>.
Imagen de la campaña de Conapred, 2011
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Monumentos, historia y poder: EL CASO DE LOS INDIOS VERDES EN…
sería suficiente para restituir el valor cultural de
los pueblos originarios?
Vayamos pues a conocer el origen y el desti-
no que ha tenido este monumento, con el pro-
pósito de entender las complejas y fascinantes
relaciones que surgen entre el mundo prehispá-
nico, el Porfiriato y la actualidad.
Itzcóatl y Ahuítzotl
La información que tenemos acerca de los oríge-
nes remotos del pueblo mexica y su peregrina-
ción hacia el valle central, nos habla de un linaje
descendiente de Acamapichtli formado por una
serie de tlatoanis o gobernantes que llevaron a
su pueblo a convertirse en la cabeza de un vasto
imperio.
Itzcóatl (serpiente de obsidiana), hijo de Acama-
pichtli y antecesor de Moctezuma Ilhuicamina,
fue el cuarto de estos tlatoanis a quien algunos
historiadores ubican como el fundador del im-
perio mexica, pues bajo su reinado se formalizó
la estructura política de la Triple Alianza, con
Tenochtitlan a la cabeza.
Ahuítzotl (el espinoso del agua) fue nieto de
Moctezuma Ilhuicamina y padre de Cuauhté-
moc, último tlatoani de Tenochtitlan. Considera-
do el jefe militar más destacado entre todos los
tlatoque mexicas, Ahuítzotl llevó los dominios de
la Triple Alianza a su máxima extensión histórica
llegando hasta las costas de Chiapas. Durante su
reinado, Tenochtitlan vivió tiempos de esplen-
dor y recibió crecientes cantidades de tributos.2
Este par de tlatoanis mexicas fueron inmor-
talizados por Alejandro Casarín en dos escul-
turas de metal de casi cuatro metros de altura,
2 “Los tlatoanis mexicas. La construcción de un imperio”, en Ar-queología Mexicana, número especial 40. Disponible en <www.arqueomex.com/S9N4SumarEsp40.html> [consultado: 10 de mayo de 2014].
Representación de Itzcóatl (arriba) y Ahuítzotl en el Có-dice Mendoza (o Mendocino)
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Educación PATRIMONIAL
cubiertas de una fórmula química hecha con sa-
les de cobre que les dio una pátina verdosa,3 por
lo que fueron bautizados como Indios Verdes.
Poco sabemos del escultor, pero se tiene noticia
de su trabajo como caricaturista y decorador de
edificios de gobierno; fue un liberal y vivió en
Francia y Estados Unidos. En 1889, el secretario
de Fomento le encomendó la construcción de
dos monumentos que custodiarían la entrada
del Paseo de la Reforma, justo enfrente de la
escultura de Carlos IV, donde se colocaron en
septiembre de 1891.
Desde ese momento y hasta 1901, cuando se
movieron de ahí, fueron objeto de fuertes críti-
cas y rechazo, sobre todo en la prensa. Aunque
se elaboraron a petición expresa del gobierno,
fue en parte debido a las críticas, pero también
a los cambios estructurales e ideológicos que se
iban gestando en el régimen, que se decidió
trasladarlos rápidamente a otra ubicación me-
nos conflictiva.
Una de las primeras acciones del presidente
Porfirio Díaz fue emitir un decreto para embe-
llecer el Paseo de la Reforma con “monumentos
dignos de la cultura de esta ciudad y cuya vista
recordara a la posteridad el heroísmo con que la
nación ha luchado”.4 Por lo tanto, la creación de
los Indios Verdes se inserta dentro de la política
oficial de mejoramiento del Paseo de la Reforma
y del uso de la escultura pública monumental.
Desentrañar los motivos de Casarín para ele-
gir la forma y los atributos de sus esculturas en
3 De acuerdo con el dictamen de la restauración de 2005 ela-borado por el Dr. Ricardo Prado, se demostró que la pátina color verde es original e intencional. Cfr. Expediente Indios Verdes del Archivo Geográfico de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
4 Francisco Sosa, Apuntamientos para la historia del monumento a Cuauhtémoc, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1887, pp. 22-23.
Esculturas de Alejandro Casarín de los tlatoanis mexicas Itzcóatl y Ahuítzotl
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la imagen de la ciudad colonial en donde era
manifiesto el poder de la Iglesia. Por lo tanto,
la Ciudad de México, históricamente el centro
político, cultural y económico del país, fue el
espacio donde con mayor intensidad se libró la
lucha entre los valores establecidos durante más
de trescientos años de régimen colonial y las ex-
pectativas de una vida distinta, guiadas por las
bondades que ofrecía la modernidad a finales
del siglo XIX.6
Estos cambios en aras de la civilización y el
progreso se apoyaron en la educación liberal di-
rigida por el Estado y en la función pedagógica
que se le asignó al espacio público, y dentro de
éste a los monumentos, como recorrido simbóli-
co en el que propios y extraños pudieran cono-
cer y asimilar el “heroico devenir” del pueblo
mexicano.
6 Eulalia Ribera Carbó, “Imagen urbana, nación e identidad. Una historia de cambios y permanencias en el siglo XIX mexicano”. Disponible en: <www.raco.cat/index.php/boletinamericanis-ta/article/viewFile/99431/160119> [consultado: 2 de diciem-bre de 2011].
una estética alejada de los cánones aceptados
en la época, sería complicado y excede los fines
de este texto. Sin embargo, podemos intentar
responder por qué causaron un descontento tan
grande entre la élite intelectual, que los llamaba
“momias aztecas”, “ridículos y antiestéticos mu-
ñecotes” y “adefesios”, etcétera,5 y específica-
mente qué papel jugaron en el proceso de cons-
titución oficial del arte nacional como soporte de
la identidad común y expresión de la cultura.
La construcción simbólica de la ciudad
La aparición del ciudadano, y el fin de la suje-
ción absoluta a la Iglesia católica en los diferen-
tes órdenes, abrieron paso a una vida secular, a
la aparición de poderes públicos garantes de la
propiedad privada y al desarrollo de la burgue-
sía urbana. El poder secularizado de la sociedad
civil en crecimiento borraría paulatinamente
5 Vid. El Monitor Republicano, 2 de abril de 1893.
Entrada al Paseo de la Reforma custodiada por las esculturas de los Indios Verdes frente a la de Carlos IV
Foto: Carlos A
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Educación PATRIMONIAL
Para el Porfiriato, el control del espacio sim-
bólico y geográfico constituyó una tarea fun-
damental, por lo que el embellecimiento de la
ciudad, la creación de una arquitectura repre-
sentativa y el ordenamiento urbano se reser-
varon a los intelectuales y artistas más presti-
giados y cercanos al régimen, pues estuvieron
íntimamente ligados a la construcción teórica,
historiográfica e ideológica que dio base, legiti-
midad y proyección al poder establecido.
En términos constructivos, la colocación de
las estatuas de los Indios Verdes en el Paseo de la
Reforma corresponde a la etapa en la que se
delinearon las pretensiones urbanísticas del ré-
gimen. Esta etapa inicial, dominada por la pre-
sencia de Vicente Riva Palacio como secretario
de Fomento, Colonización, Industria y Comer-
cio, y de sus colaboradores cercanos –de la talla
de Francisco Sosa, Nicolás Mariscal, Jesús Ga-
lindo y Villa y Miguel Ángel de Quevedo–, está
marcada por la unión entre la historiografía y
la arquitectura liberales, en la búsqueda de edi-
ficar una versión propia del pasado nacional,
que contribuyera a cimentar la legitimidad del
régimen.7 En su gran obra historiográfica Méxi-
co a través de los siglos, Riva Palacio buscó cris-
talizar en la imagen de la ciudad la idea de na-
ción, anulando disparidades internas políticas,
raciales y regionales y formulando una visión
coherente y unificadora de su pasado, en la que
se identificara el origen del pueblo mexicano y
su evolución hacia el progreso.
En busca de la identidad nacional
En este contexto, fue indudable la influencia
de Francia como modelo cultural, y de Estados
Unidos como referente político. Por lo tanto, no
puede entenderse la ideología del Porfiriato sin
7 Bajo la administración de Riva Palacio se colocó el monumen-to a Colón, se realizó el de Cuauhtémoc en Reforma y se proyectaron los de Hidalgo y Juárez.
Vicente Riva Palacio (1832-1896), político, militar, jurista y escritor mexicano
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Monumentos, historia y poder: EL CASO DE LOS INDIOS VERDES EN…
constitución de la nación unificada que anhela-
ban, por lo que no buscaron su exterminio sino
su asimilación por medio de la educación y la
adopción de códigos culturales.
Aunque las disposiciones legales emanadas
de la Constitución de 1857 garantizaban una
ciudadanía igualitaria universal, en la práctica
se excluyó a todos aquellos que no cumplían
con los requisitos necesarios para ejercerla. Por
lo tanto, frente a la realidad de una sociedad he-
terogénea y dispersa, lo que se creó fue un mo-
delo ideal del México moderno basado en la dis-
criminación y la exclusión, pues se convirtió en
el único código válido para hablar de la nación.
Esta imagen ideal se basó en el uso de la razón y
la ciencia, una idea de verdad positiva, univer-
sal y homogénea, un tiempo lineal y progresivo
y una visión del presente como la realización
máxima del alma nacional.10
En este contexto, el mestizaje se concibió
como el pilar para construir la idea de nación
como realidad posible, creíble y deseada por y
para todos, que haría factible la conjunción del
glorioso pasado prehispánico con lo español y
occidental. Para afianzar este imaginario mesti-
zo, se desconoció a las comunidades indígenas y
campesinas como actores políticos legítimos ya
que su carácter colectivo y corporativo los ha-
cía incompatibles con una nación integrada por
ciudadanos individuales.11
La identidad mesti-
za rescató los valores occidentales de orden, in-
dustria, policía e higiene, así como los patrones
estéticos con los que se organizó la ciudad. De
lo indio recuperó atributos como la fortaleza, la
10 Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna. México en las exposiciones universales (1880-1930), México, Fondo de Cultura Económica, pp. 15 y 16.
11 Federico Navarrete Navarrete, “1847-1949: el siglo que cam-bió la historia indígena mexicana”, en Josefina Mac Gregor (coord.) Miradas sobre la nación liberal, 1848-1948: proyectos, debates y desafíos, vol. 1, México, UNAM-Secretaría de Desa-rrollo Institucional, 2010.
remitirse al ámbito internacional al que estuvo
ligada.
Las ideas de la élite confluyeron en una ma-
nera de hacer política desde los marcos del cien-
tificismo, el positivismo y el darwinismo social,
que modificaron el liberalismo más idealista y
romántico, por una forma más pragmática en la
que se justificaba la centralización del poder y
la disminución de las libertades individuales,
en aras de la paz y el buen funcionamiento del
organismo social, el desarrollo industrial y la
unidad nacional.8
La política científica del Porfiriato se basó
en una concepción racial de la nación. Intelec-
tuales como Justo Sierra, Emilio Pimentel, Te-
lésforo García, Ezequiel Chávez, Porfirio Parra,
entre otros, reflexionaron constantemente sobre
el proceso de adaptación del organismo social
mexicano y de sus partes constitutivas al medio.
En sus descripciones sobre indígenas, españo-
les y mestizos plantearon la relación entre los
aspectos físicos de la raza y ciertas estructuras
psíquicas y de carácter, pero también le dieron
peso a la influencia del contexto histórico, con lo
cual buscaron desentrañar el conflictivo proceso
de incorporación de los distintos grupos racia-
les al “carácter nacional”.9 Desde esta perspec-
tiva, concibieron el problema de la integración
del indio a la nación como un asunto físico pero
sobre todo ambiental y cultural. Estos pensado-
res, encargados de delinear la identidad nacio-
nal a través del arte, el periodismo, las leyes, la
historia y la ciencia, concibieron la pluralidad
cultural y étnica de las sociedades americanas
como contraria a los principios universalistas
que defendían, y como un obstáculo para la
8 Para una explicación amplia sobre la fusión de las ideas libera-les y positivistas, vid. Charles Hale, La transformación del libera-lismo en México a fines del siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 2002.
9 Laura Angélica Moya López, La nación como organismo. México: su evolución social, México, UAM-Azcapotzalco, 2003, p. 109.
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Educación PATRIMONIAL
los más inconformes con la presencia de las esta-
tuas de los emperadores mexicas, que irrumpían
como ajenos a la continuidad lineal y evolutiva
del pasado nacional que ya se había formalizado
con los monumentos a Colón y a Cuauhtémoc.
Con este libro abierto escultórico, se había logra-
do una reconciliación simbólica, que los tlatoanis
desequilibraban. Estéticamente rompían con el
perfil neoclásico y afrancesado del Paseo de la
Reforma; e ideológicamente rompían con la ar-
monía y la confianza que daba la idea de unión
nacional en torno al ideal mestizo.
El itinerario
Enviar a los Indios Verdes del Paseo de la Refor-
ma al Paseo de la Viga en 1901 resultó una de-
cisión lógica pues, en primer lugar, este último
era conocido entonces como un lugar para el
esparcimiento y el recreo, siempre concurrido y
pintoresco, desde donde podía contemplarse el
canal de la Viga y el tránsito cotidiano de todo
resignación y la tenacidad. La distinción étnica
se asoció con la de clase, por lo que lo blanco se
concibió como la clase media alta, lo dinámico y
cosmopolita; en tanto que lo indio se asoció con
la pobreza, lo estático y lo rural, es decir, con el
arraigo al lugar de origen.
Aunque, como lo han demostrado Andrés
Lira y Federico Navarrete,12
las comunidades in-
dígenas no fueron víctimas pasivas sino que de-
sarrollaron un papel activo en el fortalecimien-
to del liberalismo político y social, no es menos
cierto que fueron excluidas de la construcción
nacional de muchas maneras, entre ellas la sim-
bólica.
En este marco, los habitantes más adinera-
dos eligieron el occidente de la ciudad, a partir
del Paseo de la Reforma, para crear las colonias
más exclusivas, símbolos de la prosperidad de
la nación. Así, no es de extrañar que fueran ellos
12 Crf. Andrés Lira, Comunidades indígenas frente a la Ciudad de México. Tenochtitlan y Tlatelolco, sus pueblos y barrios, 1812-1919, México, El Colegio de México, 1995; y Federico Nava-rrete, op. cit.
Vista frontal de la entrada al Paseo de la Reforma con los Indios Verdes
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Monumentos, historia y poder: EL CASO DE LOS INDIOS VERDES EN…
nias populares en plena expansión. Paulatina-
mente, la zona en general comenzó a identifi-
carse con el nombre de Indios Verdes, lo que se
consolidó en 1979 cuando, por la ampliación de
la carretera, fueron de nuevo reubicados a la
recién inaugurada estación terminal de la línea
3 del metro, que además llevó su nombre y se
identifica con su imagen.
Debido al rápido crecimiento de la zona y al
tránsito en las inmediaciones del paradero de
transporte público y la estación de metro, las
esculturas quedaron relegadas y expuestas al
vandalismo. Fue hasta 2005 cuando, como parte
del Plan Maestro de rescate del Acueducto de
Guadalupe, se remodeló el Parque del Mestiza-
je, donde los tlatoanis mexicas encontraron su
morada definitiva.
Desde este lugar se ha buscado regresarlos a
su emplazamiento original en Reforma y Buca-
reli. Sin embargo, los argumentos que apoyan
esta propuesta resultan endebles y paradójica-
mente muestran una visión racista parecida a
aquella que condenan.
tipo de mercancías y personas, lo que resultaba
muy acorde con el gusto por lo exótico, propio
del pensamiento moderno finisecular;13
y en
segundo lugar, por estar ubicado cerca de los
pueblos indígenas de Iztacalco y Santa Anita, y
más próximo a su vida cotidiana y costumbres,
se concibió como la idónea morada de los mo-
numentos verdes.
El gusto les duró poco, pues para 1915 la Co-
misión de Higiene del Gobierno del Distrito Fe-
deral catalogó el canal de la Viga como zona de
alto riesgo para la salud pública y lo clausuró,
por lo que el Paseo poco a poco fue integrán-
dose a la urbanización de la zona. Esto propició
que en 1939 los monumentos se trasladaran de
ahí a la salida a la carretera México-Nuevo La-
redo, recién abierta.14
En esta nueva ubicación, se hicieron vecinos
de los pueblos de Santa Isabel Tola, San Pedro
Zacatenco y San Juan Tecomán y de otras colo-
13 Cfr. Mauricio Tenorio Trillo, op. cit.14 Expediente del Archivo Geográfico de la CNMH del INAH.
Indios Verdes durante el primer tercio del siglo XX en el Paseo de la Viga, donde antiguamente corría el canal del mismo nombre
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Educación PATRIMONIAL
Afirmar que el Paseo de la Reforma es un lu-
gar más digno para las esculturas que la colonia
Acueducto es al menos discriminador; decir que
deben regresarse para que puedan ser admira-
das es asumir que quienes transitan por la zona
norte de la capital no alcanzan a comprender el
valor histórico de sus monumentos y, en todo
caso, de su patrimonio. Pensar que recuperar a
los tlatoanis mexicas es recuperar el pasado pre-
hispánico reproduce esa visión centralista que
desde el siglo XIX invisibilizó a las demás etnias
existentes.
Los Indios Verdes han sido rechazados e ig-
norados por unos durante décadas, pero tam-
bién reivindicados y acogidos por otros. Repre-
sentan la lucha de poderes que atraviesa a la
escritura de la historia y la memoria colectiva,
y en ellos podemos ver el carácter paradójico de
la construcción de la identidad nacional. Justa-
mente fue durante el reinado de Itzcóatl cuando
Tlacaélel emprendió la reescritura de la tradi-
ción mexica, para centralizar el poder en Teno-
chtitlan y controlar la historia para legitimar el
presente. En el mismo sentido, los intelectuales
porfiristas rehicieron la historia general de Mé-
xico desde la óptica liberal para homogeneizar
la identidad nacional desplazando a los indíge-
nas. De manera paralela, algunas visiones con-
temporáneas siguen privilegiando el poder del
centro frente al resto del país, la cultura de élite,
y hablando de lo nacional a partir de elementos
raciales en donde siempre hay, por definición,
unos más débiles que otros.
Para concluir, podemos decir –siguiendo a
Michel Foucault– que conocer la historia no sir-
ve para saber el origen de las cosas, sino para
hacer inteligibles sus condiciones de existencia
y las reglas según las cuales han aparecido. Así,
conocer la manera como se formaron las ideas
en torno a lo nacional, lo urbano y la ciudadanía
es el primer paso para hacer visibles todas las
discontinuidades y rupturas que nos atraviesan.
La decisión de su ubicación actual respon-
dió a los más de sesenta años que estas figuras
han dado nombre e imagen a esa zona de la
ciudad. Son parte del catálogo de monumentos
de la delegación Gustavo A. Madero y, por lo
tanto, se presume que forman parte del ima-
ginario colectivo de los habitantes locales y de
todo aquel que así lo reconozca. Esta fue una
de las razones por las que se rechazó la propues-
ta de académicos como Enrique Salazar Híjar y
Haro y Louis Noelle,15
de llevarlos al bosque de
Chapultepec, junto a los baños de Moctezuma,
como un acto de restitución histórica de sus an-
tiguos dominios y acorde con la tradición que
habla del entierro prehispánico de Chimalpopo-
ca e Itzcóatl en ese lugar.16
15 Debido a las obra del Metrobús, las autoridades buscaron una nueva ubicación para los monumentos y recibieron diferentes propuestas como las mencionadas.
16 Cfr. Gonzalo Fernández de Oviedo, Sucesos y diálogo de la Nue-va España, México, UNAM (Biblioteca del Estudiante Universi-tario), 1995.
Símbolo de la estación Indios Verdes, del STC Metro
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Monumentos, historia y poder: EL CASO DE LOS INDIOS VERDES EN…
Finalmente, los espacios, edificios y monu-
mentos así como los recuerdos y los olvidos que
coexisten cotidianamente en la ciudad nos invi-
tan a leerla para descubrir y reinventar nuevas
formas de percibirla y habitarla, porque tal como
afirmó Carlos Monsiváis: “es en la ciudad y no
contra ella donde hay que cambiar la vida”.
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Foto: GA
ED en com
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ikimedia.org
Estatuas de los Indios Verdes en su ubicación actual
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