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Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
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Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Edita El gato descalzo
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Cultura libre:
Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Bajo licencia:
Los títulos de Edita El gato descalzo pueden ser leídos y distribuidos
libremente bajo una licencia Creative Commons “Reconocimiento –
NoComercial – SinObraDerivada”.
Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported (CC BY-
NC-ND 3.0).
Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Créditos
¿Recuerdas?
/
Para no coger frío
Anna Lavatelli
Edita El gato descalzo
Director: Germán Atoche Intili
cosasquemepasan@gmail.com
elgatodescalzo.wordpress.com
Primera edición en formato Pdf, ePub y Mobi:
Lima, 03 de agosto 2012.
Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Diseño de portada:
Germán Atoche Intili.
Imagen: Carlos Atoche Intili.
Interior: Elizabeth López Avilés, Ayúdame.
¿Recuerdas? corregido por Liset Lantigua.
Para no coger frío traducido por Blanca Liy.
Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Presentación
Iniciamos nuestro cuarto mes con los siguientes
textos de Anna Lavatelli, merecedora del premio
Andersen en 1988 y 2005.
Este título, el número doce de Edita El gato
descalzo, es una de sus primeras publicaciones en
e-book.
En su cuento ¿Recuerdas?, la escritora italiana,
explora una vertiente poco conocida de su obra, la
literatura para adultos.
Además en Para no coger frío, el otro texto que
completa este volumen, denuncia la problemática del
trabajo infantil.
*
Nota: Para esta fecha habíamos anunciado un nuevo capítulo de Infierno Gómez contra el Vampiro matemático sin embargo
en vista que cada día más autores valiosos se suman a nuestro
proyecto editorial publicaremos de forma más espaciada el enfrentamiento entre el Vampiro matemático e Infierno Gómez.
Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
¿Recuerdas?
/
Para no coger frío
Anna Lavatelli
Edita El gato descalzo 12.
¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
¿Recuerdas?
Un campo de batalla parecía la cama, con las sábanas en el suelo, los
colchones empapados de un fuerte olor a adrenalina. Y nosotros allí, tendidos,
abrazados en silencio, sudorosos, agotados, borrachos de pasión y ternura.
Recuerdo el vaho tibio y perfumado de tu aliento sobre mi cuello, tus pezones
rozándome el pecho, nuestras piernas entrelazadas en un nudo entrañable que
nunca se enfrió durante los veinticinco años de nuestro matrimonio, a pesar de
la rutina diaria y de los golpes que nos dio la vida. Siempre luchamos juntos,
contra vientos y mareas, logrando no ahogar nuestros afectos en el vaivén del
amor, en los pantanos del aburrimiento.
Cada detalle de aquella mañana primorosa está impreso en mi memoria
con la claridad de una fotografía, de esas que se guardan hoy en la
computadora y no se pueden borrar, mientras no reviente el hard disk. Muchas
cosas he olvidado en mi vida pero estos momentos no, estos se morirán
conmigo si no me coge el alzheimer primero. Recuerdo el sol entrando por la
ventana del hotel, el glorioso, magnificente sol andaluz que nos acompañó
amigable durante todo nuestro viaje de bodas. Recuerdo el rayo que,
iluminándote la nuca, hizo de tu oreja izquierda una resplandeciente concha de
madreperla rosa.
¡Qué lindas tus orejas, María Elena! De ellas me enamoré primero. No
tomes a mal si solamente ahora te hago esta confesión y fue precisamente
cuando nos presentaron en esa fiesta aburrida de la financiera donde ambos
trabajábamos sin conocernos todavía. Te habías peinado con un moño muy
alto aquella tarde y tus orejas, bien asidas a la cabeza, resplandecían blancas y
redondas, tan pequeñas y delicadas como no las había visto en ningún ser
humano hasta entonces. Me fijé en su forma suave de caracoles marinos y
pronto pensé en qué bonita cosa sería susurrar palabras de amor en un
pabellón auricular tan perfecto, qué fácil descenderían a través del conducto
auditivo, como si el sonido tuviese que llegar a tu alma más dulce, más
agradecido. Así fue, aunque te parezca absurdo: por tus hermosas orejas
empecé a quererte, vida mía.
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¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Y dentro de muy poco, sin percatarnos de cómo había ocurrido, ya
estábamos casados. ¿Te acuerdas del día aquel, María Elena? Tú cantando en
el camino y yo llevándote con mi flamante Seat Ronda a este mismo hotel
cordobés, en una habitación con vista a la Mezquita, donde pasamos día y
noche haciendo el amor con entrega feroz y exaltada, igual que dos pájaros
que recién han aprendido a volar. Parábamos solo para tomar aliento y comer
algo de la bandeja que nos subía de la cocina un viejo camarero de figura
enjuta y mirada de desaprobación.
Nos hizo reír mucho este hombre, que al dejar los platos en la mesita
abrió la boca solo para decirnos “buen provecho”, mirándonos de soslayo,
como si estuviera dirigiéndose al festín de sexo que consumábamos allí en la
cama, y pensara para sí que éramos un par de pervertidos sin vergüenza. Y tú,
con tu voz delicada de paloma, le contestaste “el apetito no nos hace falta” y le
regalaste una sonrisa divina que todavía guardo en el estuche de mis memorias
doradas.
Qué sorprendido se quedó el camarero, no pensaba recibir una respuesta
atrevida de una boca tan suave como la tuya, y se fue a la carrera, mascullando
entre dientes su amargura. Y yo le di gracias a Dios por recibir de la vida el
regalo de amarnos e hice una plegaria para que nunca se agotara el manantial
de donde brotaba nuestra buena suerte.
Ya lo ves, mi querida, de estos días y noches inmortales que pasamos
en el Maimonides no me he olvidado. Y cuando tu oreja dejó de ser una
concha de luminoso color rosado, en aquella mañana que nos pilló sin más
fuerzas para continuar nuestra batalla amorosa, recuerdo que salimos a la
calle, como niños hambrientos de luz. En la esquina, frente a la Mezquita,
había una vendedora de flores y yo te regalé un ramo de claveles.
“Mi amor es para siempre”, te musité. “Suficiente con quererme hasta
que yo viva”, me contestaste tú, respondona como siempre.
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¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Compré otro ramo de claveles, hoy día, antes de entrar en la habitación
número 201, la misma de entonces. Están allí, en la parte de la cama que fue
siempre tuya, porque a ti te gustaban las paredes con ventana.
¿Dijiste en broma, eso de que tenía que quererte mientras estuvieras
viva, María Helena?
En todo caso, perdóname, pero te voy a desobedecer. Porque seguiré
amándote, a pesar de la herida insanable que me dejaste muriendo tú primera.
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¿Recuerdas? / Para no coger frío. Anna Lavatelli.
Interior
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Para no coger frío
Miguelito tenía apenas doce años, pero a la escuela ya no iba desde
hacía tiempo. Los vecinos de su casa le habían encontrado una colocación en
una empresa constructora donde trabajaba ocho horas al día, como si ya fuera
un hombre.
Por otro lado no había elección: era el mayor de los hermanos y le
tocaba a él pensar en la familia desde que el papá descansaba en el
cementerio. Es por eso que había tenido que decir adiós a la maestra, que
además le era muy simpática.
Como la construcción estaba lejos, el chico se levantaba muy temprano,
cuando el cielo comenzaba apenas a aclarar. La mamá lo arropaba bien con
una triple capa de chompas porque el aire de la mañana es húmedo y malo. Y
para estar segura de que no cogiera frío en los pulmones, bajo la triple capa de
chompas le ponía un periódico, aplanándolo con las manos. Todas las mamás
del mundo saben que los periódicos son muy útiles para este fin, y la mamá de
Miguelito lo sabía mejor que cualquier otra, porque no tenía el dinero para
comprarle una casaca.
A decir verdad, la señora Obdulia (la mamá de Miguelito) ni siquiera
tenía el dinero para comprarse un periódico todas las mañanas. Quien se lo
proporcionaba era el señor Victorino, la única persona en todo el barrio que
tenía una suscripción a un periódico.
Cada noche, puntualmente, el señor Victorino terminaba la lectura del
periódico –incluidas las necrologías y las cotizaciones de la bolsa– y lo dejaba
en la puerta de su casa, así Obdulia podía pasar a retirarlo.
Ese periódico no servía solamente para proteger a Miguelito del frío, del
viento y de la humedad. Servía también para muchas otras cosas.
Cuando llegaba a la construcción, el muchacho desprendía con cuidado
una página entera, la doblaba varias veces, como había visto hacer a los otros
albañiles, y hacía un gorro para colocárselo en la cabeza y protegerse del sol,
que entretanto había comenzado a calentar el aire.
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Cuando llegaba el mediodía, Miguelito abría una doble página en el
piso, apoyaba sobre ella la lonchera y comía en lugar limpio el tacu tacu que le
había preparado mamá Obdulia la noche anterior. Y si le quedaba tiempo,
antes de regresar a trabajar, extendía también las demás páginas y se echaba
para hacer la siesta.
En fin, antes de regresar a casa, apelotonaba algunas hojas y se limpiaba
los zapatos de los grumos de cal y de tierra, porque esos eran los únicos
zapatos que tenía y le debían durar mucho tiempo.
A este punto le quedaban justo dos o tres páginas que poner bajo el
estrato de chompas en el viaje de regreso, exactamente cuantas le bastaban
para no pescarse un resfrío.
Pero no eran éstas las únicas ventajas.
Gracias a las páginas del periódico que llevaba a la construcción todos
los días, Miguelito era querido por sus compañeros de trabajo. En la pausa del
mediodía, le venían a pedir las noticias.
- Lee tú –decían– que tienes los ojos jóvenes y ves mejor.
La verdad era que no sabían leer.
A Miguelito, al principio, le costaba trabajo también, porque los
caracteres del periódico eran más pequeños que los de su libro de escuela
elemental. Pero con el ejercicio fue mejorando. Y cuando encontraba palabras
difíciles, siempre había alguien capaz de explicarle el significado.
Los albañiles escuchaban sus lecturas y hacían comentarios:
- ¡Esto está bien! ¡Esto otro no! –decían. - ¡Ésta es una vergüenza! ¡Ésta
otra es un embuste seguramente! ¡Ésta sí que es interesante!...
Un día dijeron también:
- Pero, pensándolo bien, ¡no es justo que un chico de tu edad tenga que
trabajar! ¿No dice nada de esto, tu querido periódico?
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Miguelito se quedó mudo. Durante toda una semana pasó su tiempo
libre leyendo todas las páginas, de arriba a abajo, incluso las inserciones
publicitarias y las recensiones de las películas. Y cuando hubo encontrado la
respuesta que buscaba, explicó:
- No es cuestión de justo o errado. Es una cuestión de derechos. Esto
dice mi periódico.
¿Ah sí? –dijo el albañil más viejo. - Entonces nosotros iremos a sacar
estos derechos, de donde quiera que se hayan escondido. Aún cuando fuera al
fin del mundo.
- ¿Lo harían de veras? –se sorprendió Miguelito. - ¿Lo harían por mí?
¿Para hacerme regresar a la escuela?
- Por ti, por nosotros y por nuestros hijos. Desde mañana empezamos.
Cuando una mamá mete hojas de periódicos bajo la chompa de su hijo,
dentro de sí espera que no le sirvan solo para no cogerse un resfrío. Espera que
lo ayuden a conquistar las palabras para hacer sentir clara y fuerte su voz.
Edita El gato descalzo 12.
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Títulos de Edita El gato descalzo
En nuestra biblioteca de e-books semana a
semana encontrarás narrativa, poesía, novelas,
ensayos, etc.
1. Mudanza obligada: Cuento, Colección Lo
fantástico (4 de mayo).
2. Más sabe el Diablo por
diablo: Cuento, Colección Lo fantástico (11 de
mayo).
3. Alargoplazo. M i c r o f i c c i ó n: Selección
de textos breves (18 de mayo).
4. Los sobrevivientes: Antología de Germán
Atoche Intili, Liliana Chaparro, Julio Meza Díaz
y Kevin Rojas Burgos, Colección Poesía (25 de
mayo).
5. Infierno Gómez contra el Vampiro
matemático: Novela, capítulo 1, La
granja. Colección Lo fantástico (1 de junio).
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6. Clase de Historia: Cuento de Daniel
Salvo, Colección CF (8 de junio).
7. El abejorro negro: Relato de Max Castillo
Rodríguez (15 de junio).
8. La señora M. y otras historias germinales:
Textos de Sebastián Andrés Olave (22 de junio).
9. Infierno Gómez contra el Vampiro
matemático: Novela, capítulo 2, La aldea.
Colección Lo fantástico (6 de julio).
10. Blind mind: Cuento de Raúl Heraud.
Colección Lo fantástico (13 de julio).
11. Somos libres. Antología de literatura
fantástica y de ciencia ficción peruana: Diversos autores. Colección Lo fantástico y CF
(20 de julio).
12. ¿Recuerdas? / Para no coger frío: Cuentos
de Anna Lavatelli (03 de agosto).
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13. La fortaleza junto al río: Cuento de Carlos
Herrera Novoa.
Lanzamiento: 10 de agosto.
y más...
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Datos de la autora
Anna Lavatelli (Cameri, Italia, 1953).
Estudió Filosofía en la Universitá Statale di Milano y fue por mucho
tiempo maestra. En 1986 entró al mundo de las letras al ganar un concurso
nacional para nuevos escritores de literatura infantil y juvenil.
Ha obtenido, entre otros, el prestigioso premio Andersen, en 1988 por
su obra inédita La superbarba y en 2005 como mejor autora del año.
El presente título de Edita El gato descalzo es una de sus primeras
publicaciones digitales en libro electrónico.
Anna, autora de más de 60 libros, considera que la lectura “puede
mejorarnos como personas, hacernos más sensibles, responsables y
cooperativos”.
Está casada con un peruano y tiene dos hijas. Es una entusiasta
contadora de cuentos y animadora de la lectura, le gustan los títeres y el
kamishibai (teatro japonés tradicional). Reside entre su lugar natal y Lima.
Edita El gato descalzo 12.
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Anuncio importante
En Edita El gato descalzo apostamos por
publicar semanalmente en e-book a autores de calidad,
de forma gratuita y ambientalmente amigable, a nivel
mundial.
Para sostener la realización de este
proyecto buscamos auspicios y donaciones de
empresas - personas interesadas como nosotros en
democratizar el acceso a los libros, promover el hábito
lector y desarrollar el bienestar personal.
Esperamos sus comentarios, opiniones y otros al
correo cosasquemepasan@gmail.com
¡Nos leemos la próxima semana en Edita El gato
descalzo!
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