Domingo Santísima Trinidad (ciclo c)

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Hoy es una fiesta muy importante,

porque celebramos a Dios

en su esencia interior y en su

relación con nosotros.

Todos los actos religiosos y toda obra religiosa (y ésta lo pretende ser, aunque modesta) debe comenzar dignamente en el nombre de la Santísima Trinidad:

Automático

En nombre del Hijo,

,

En nombre del Padre,

en nombre del Santo Espíritu,

Para alabar y agradecer,

bende-cir y adorar,

Bende-cir y adorar.

estamos aquí, Señor,

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Alabar y bendecir al

Señor es tratar de conocerle

algo mejor para poder

corresponder a su amor.

Dios nos ha creado y Él es nuestro destino eterno. Por eso nos interesa, más que todo, conocer a Dios lo más íntimamente posible.

Lo primero que decimos de Dios es que es UNO y solamente puede ser uno. Nuestra razón nos dice que debe haber Alguien que sea principio

de todo y que tenga todas las buenas cualidades posibles, como el ser eterno, todopoderoso,

inmenso, y sobre todo ser bueno.

Si tiene todo, no puede haber otro que lo tenga todo.

Sin embargo Jesucristo nos enseñó que Dios no es una persona individual, sino una familia de tres, una Trinidad unida por el amor.

Jesús demostró

ampliamente que Él es Dios:

su vida, su doctrina, sus milagros, y

especialmente su

resurrección.

Jesús nos habla de su Padre, con quien habla íntimamente, cuya

voluntad cumple a la perfección, con quien forma una unidad perfecta.

También hablaba del Espíritu Santo, el “otro consolador”, que actuaría en la Iglesia con obras que sólo Dios puede hacer.

Del Padre y del Espíritu Santo les hablaba Jesús a los apóstoles en la Última Cena con palabras que hoy nos trae el evangelio de este día, en el ciclo C.

Jn 15, 12-15

Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

Jesús les dice a los apóstoles que tendría que explicarles muchas cosas más ampliamente, todo lo que les había

dicho en aquellos años; pero ellos aún no están capacitados para comprenderlo todo.

Por eso, al marcharse

de este mundo, les

envía Alguien que

les va a ayudar a

comprender todo.

Así se realizó el día de Pentecostés, como vimos el domingo pasado. Es necesario que venga a nuestro corazón para poder entender, aunque sea un poco, la esencia de Dios y encienda un poco nuestro ser.

Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza“.

No confesamos tres dioses sino un solo

Dios en tres personas.

La Santísima Trinidad es un misterio. No quiere decir que vaya contra la razón, sino que nosotros tenemos una cabecita muy pequeña en comparación con la esencia infinita de Dios.

En el cielo nuestra felicidad será adentrarnos en la plenitud de amor, belleza y alegría de la Trinidad.

Esta fiesta nos debe llenar de esperanza y de alegría, ya que, como dice un himno de este día, “la Iglesia nos sumerge en ese misterio de Dios”.

Automático

La Iglesia nos sumerge en tu misterio.

Señor, Dios Nuestro.

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Jesucristo nos dijo varias cosas importantes de Dios; pero sobre todo que:

que, aunque sea uno, no puede estar solo, no puede ser alguien solitario, sino que debe ser como una familia donde circule ampliamente el amor.

Este amor de Dios no se queda entre los Tres, sino que sale a crear seres con los

cuales pueda gozarse en el amor.

Dios, llevado por su amor, creó primeramente a los ángeles, seres espirituales, para que pudieran compartir su amor y felicidad,

Después creó a los seres humanos, que somos mezcla de materia y espíritu. Los creó para que haya un intercambio de amor ahora y por la eternidad.

Creó las condiciones necesarias para vivir y para poder

adquirir méritos para la

felicidad eterna.

Como el ser humano usó mal su libertad e íbamos en camino de la perdición, Dios mismo se hizo hombre para salvarnos. Es la misericordia de Dios viviente entre nosotros: Jesús, que es «el rostro de la misericordia del Padre».

En este año especial de la misericordia consideramos el amor de Dios que derrama sobre nosotros su

misericordia, hecha humana, por medio de Jesús.

Y, como hemos sido creados «a imagen y semejanza de Dios», cuanto más imitemos a Dios en el amor, mayor mérito tendremos para la felicidad actual y sobre todo para la vida eterna.

Nuestro amor a Dios debe hacerse personal respecto al Padre, al Hijo o al Espíritu Santo.

Al Padre se le atribuye la creación. Todo lo que tenemos es suyo. De nuestro corazón debe surgir una continua acción de gracias. Y debemos aprender a hablarle con

cariño a quien es nuestro papá o papaíto.

Dios quiso hacerse hombre: La segunda Persona, enviada por el Padre con todo amor

para salvarnos.

Nuestro amor con Jesucristo debe ser agradecido y vivo, porque Él vive con nosotros como hermano mayor.

El Espíritu Santo también vive en nuestra alma, ayudándonos con sus inspiraciones para la vida de total felicidad en el cielo. Merece nuestro amor más íntimo.

Dios nos ha creado en familia. Cuanto más amor haya dentro de una familia más estará imitando el gran modelo que es Dios, Santísima Trinidad.

Terminamos cantando y alabando a ese Dios, que es amor y que es nuestro Padre o Madre, que es Jesús, nuestro amigo y Señor, y que es el Espíritu Santo, el mayor Don de Dios, porque es Dios mismo.

Canta y alaba al Señor,

Automático

Él nos ha dicho su nombre,

Padre y Señor para el hombre,

Vida, esperan za y amor.

Canta y alaba al Señor,

hijo del Padre, hecho hombre,

Cristo Señor es

su nombre,

Vida, espe-ranza

y amor.

Canta y alaba al Señor,

divino don para el hombre,

vida, esperanza y amor..

El es fiel y nos

llama,

El nos espera y nos ama,

Vida, espe-ranza

y amor.

Con María, la Madre..

AMÉN