Post on 23-Mar-2020
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DIRECTORIO Marzo 2017
Año 5, número 53
Director José Luis Barrera Mora
Editor
Luciano Pérez
Coordinador Gráfico Juvenal García Flores
Asistente de editor
Norma Leticia Vázquez González
Web Master Gabriel Rojas Ruiz
Consejo Editorial Agustín Cadena
Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva
Fabián Guerrero Fernando Medina Hernández
Ave Lamia es un esfuerzo editorial de:
Director
Juvenal Delgado Ramírez
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Reserva de Derechos: 04 – 2013 – 030514223300 - 023
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ÍNDICE
EDITORIAL 3
IMAGEN DEL MES ―La malabarista o Bailando bajo El signo de Saturno ‖
Javier Gaona 5
METAMORFOSIS Y EXILIO: OVIDIO EN SUS DOS MIL AÑOS
Luciano Pérez 6
El ÚLTIMO FAUSTO
Agustín Cadena 10
EN NOCHES ASÍ
Mario Bravo 16
―EL UNIVERSAL‖ Y ―EXCELSIOR‖:
DOS CENTENARIOS CON MUCHA
INFORMACIÓN.
José Luis Barrera 17
TEXTOS OVIDIANOS
Luciano Pérez 21
TRES INFLUENCIAS DE OVIDIO
José Luis Barrera 24
TRES MUJERES DE HOSSCOX
Hosscox Huraño 27
POEMA (DE ―ALTER ERERÉ)
Adán Echeverría 29
DOS POEMAS DE OVIDIO
(Traducción del latín por
Luciano Pérez) 32
SOBRE LOS AUTORES 36
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Ya pasado el nefando mes
de febrero por la implica-
ción comercial que de él
hacen con el amor, en
marzo ─con la entrada de
la primavera seguramente
con fríos invernales como
últimamente ha sucedido─
celebramos a un autor con
el que el amor toma otro
sentido, muy lejano al me-
loso e insoportable que
nos recetan durante los
días previos al vilipendiado
―San Valentín‖. Justo se
cumplen dos mil años de la
muerte de un poeta que
nunca dejará de ser vigen-
te: Publio Ovidio Nasón,
gracias al cual algunos hemos logrado transitar por el amor y los remedios del amor libres
de estereotipos mercantilizados. Un autor del que pocos hablan en estos días en que las
lecturas de Paulo Coelho, Alex Dey y Carlos Cuauhtémoc Sánchez inundan los anaqueles
de las librerías de recetas fáciles (de decir) para ser felices y exitosos, claro que con un
concepto corporativo, evidentemente. Por eso nos damos a la tarea grata pero difícil de
traer a las lecturas cotidianas al maestro Ovidio, con el pretexto de la celebración.
Con el ―Arte de amar‖, ―Remedios del amor‖ y ―Las metamorfosis‖ bajo el brazo
celebramos este marzo tan especial, porque ya no tendremos muchas oportunidades
calendáricas de celebrar al poeta romano, aunque lo más deseable sería celebrarlo en la
cotidianidad de nuestra existencia. Por eso dedicamos la tercera parte del número 52 de la
revista a celebrar a Ovidio.
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Pero no olvidando-
nos de la riqueza de la
cultura, no dejamos de la-
do las narraciones, los
cuentos y la poesía, y en
especial de nueva cuenta
nos engalana la colabora-
ción de Agustín Cadena,
quien nos regala un magní-
fico texto sobre Fausto, e-
sa leyenda clásica alema-
na que ha dado para gran-
des versiones literarias,
teatrales, musicales y ci-
nematográficas.
A fin de cuentas es-
te marzo recibimos a todos
los enamorados y des-
enamorados que pasaron
de largo a febrero, porque
para ellos no llegamos tar-
de a abordar el tema del
amor, sino que llegamos a
tiempo y bien acompaña-
dos. Y es que además sa-
ben que siempre se habla
del amor aún en tiempos
de la extinción de la plática
en todos los rubros de las
relaciones humanas. El a-
mor en tiempos de Iphone.
Suponiendo que ya
pasó el ―desviejadero‖, nos
sentimos menos acosados
por Tanatos, y con más
energía para proseguir
nuestra labor cultural. Ahí
les dejamos la edición de
marzo para ―y sigue la
mata dando‖, Ave Lamia,
nuestra señora.
Tinta Rápida
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"La malabarista o Bailando bajo el signo de Saturno".
Javier Gaona
Técnica: Acrílica negra sobre papel.
Año: 2016.
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n el año 17 falleció
uno de los más ce-
lebrados poetas de
la literatura latina y de la u-
niversal: Publio Ovidio Na-
són. La influencia que dejó
su obra, de suma riqueza
ésta, ha perdurado a lo lar-
go de los dos mil años que
han transcurrido desde su
muerte; pero esa influencia
ya era así desde antes,
cuando se convirtió en un
lírico que provocó tanto
delicia como asombro e in-
cluso ira en los primeros
tiempos del Imperio Roma-
no. A nadie dejaba Ovidio
indiferente.
Nació en el año 43
antes de Cristo (el 711 de
la fundación de Roma, se-
gún la vieja y amada cro-
nología, que alguna vez
habrá que implantar de
nuevo) en una vieja ciudad
samnita, Sulmona, en los
Abruzzos italianos. En ese
mismo año fue asesinado
Cicerón, así que eran tiem-
pos tormentosos, y un año
antes había caído, también
víctima de asesinos, Julio
César. Y el año en que Au-
gusto derrotó a Cleopatra y
Marco Antonio, Ovidio, a
sus doce de edad, llegó a
Roma para ingresar a la
escuela retórica, con la i-
dea de luego estudiar abo-
gacía. Ésta no le gustó na-
da, aunque intentó laborar
en ella; por suerte logró in-
gresar al círculo cultural
del acaudalado Mesala
Corvino, donde conoció al
poeta Tibulo, de quien se
hizo amigo, y entonces de-
cidió hacer versos de tiem-
po completo.
Para cuando Ovidio
empezó a escribir poemas,
la poesía latina vivía un
momento glorioso, donde
por primera vez la lírica ro-
mana pudo equipararse a
la griega. Catulo, Virgilio y
Horacio habían escrito ver-
sos que de inmediato se
hicieron insignes por su
buena calidad y excelente
hechura. Ellos eran los mo-
delos a seguir, y entonces
fue que vino un género
poético destinado a darle
también lustre a Roma: la
elegía. Así que elegiacos
fueron los poetas que su-
cedieron a los anteriormen-
te mencionados: Galo, Ti-
bulo, Propercio y Ovidio.
La elegía romana
era esencialmente amoro-
sa. Métricamente se le lla-
mó elegía a un poema cu-
E
Metamorfosis y exilio:
Ovidio en sus dos mil
años Luciano Pérez
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yos versos se escalonaban
en series de dos, conoci-
dos como dísticos; uno es
de seis pies, el hexámetro,
y el otro de cinco, el pentá-
metro. Hubo poetas grie-
gos que ya escribieron de
esta manera, aunque no
necesariamente con asun-
to amoroso, como las ele-
gías guerreras del poeta
espartano Tirteo, o las ele-
gías políticas del ateniense
Solón, o las elegías éticas
del megarense Teognis
(tan apreciado este último
por Nietzsche). Fue el jóni-
co Mimnermo el primero
que hizo elegías amorosas
o eróticas, y en una de e-
llas dijo: ―¿Qué vida, qué
gozo, puede existir sin la
áurea Afrodita?‖. Con el
tiempo, ya sólo se recon-
oció la elegía por tratar del
amor. Los poetas alejandri-
nos, tales como Calímaco
y Teócrito, definieron esto
todavía más, y de aquí lle-
gó directamente a los lati-
nos.
En Horacio, Virgilio
y sobre todo Catulo ya está
lo amoroso presente. Y en-
tonces apareció el primer
elegiaco romano, Cornelio
Galo (Virgilio le dedicó una
bucólica), que escribió pa-
ra exaltar a su bella Lyco-
ris, pero muy poco ha so-
brevivido de sus poemas.
Luego vino Albio Tibulo,
con su amor desdichado a
Delia y a Némesis; des-
pués, Sexto Propercio, con
sus cantos a Cintia. Final-
mente, Ovidio y su pasión,
cierta o no, por una miste-
riosa Corina. En esencia,
lo que las elegías tratan es
un amor mal o no corres-
pondido, por parte de mu-
jeres crueles e insolentes,
que hacen lo que quieren
con sus amantes, pero cu-
ya belleza jamás es puesta
en duda. Las elegías tie-
nen pues un tono de la-
mento, de dolor, aunque
Ovidio infiltró a veces lo
irónico y socarrón.
A sus veinte años
inició la escritura de su
libro ―Amores‖, que apare-
ció en el 14 a.C. y donde
explaya su enfebrecida pa-
sión por la infiel Corina. Se
nota que había aprendido
muy pronto y de excelente
manera el arte de crear e-
legías. Luego vendría otro
libro, aun mejor, las ―Heroi-
das‖, una serie de cartas
de las heroínas griegas a
sus amantes, quejándose
de la deslealtad y traición
de éstos. A continuación,
Ovidio dio a conocer su
libro quizá de mayor éxito
(incluso hasta la fecha), y
que posiblemente le trajo
la desgracia, el ―Arte de
amar‖. En un tono desenfa-
dado, no exento de inso-
lencia, el autor habla de
todo lo habido y por haber
en cuanto a enamorar a las
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mujeres y llevarlas directa-
mente a la alcoba. Sin em-
bargo, consciente de que
hay el riesgo de que el a-
mante tome muy en serio
el amor que tiene por su
dama (porque eso no hay
que exagerarlo, pues tiene
malas consecuencias), es-
cribió un arte para no
amar, ―Los remedios del
amor‖, lo mejor que se ha-
ya escrito para superar los
percances amorosos. Olví-
dense de los libros de
autoayuda, en Ovidio está
la solución para los que
aman demasiado.
Si sólo se hubiese
dedicado a hablar del a-
mor, hoy seguiríamos re-
cordando a Ovidio, pero no
lo veríamos como un poeta
especialmente grande. Pe-
ro él supo ser variado, así
que, sin dejar de hacerlo
en metro elegiaco, escribió
unos ―Fastos‖, donde nos
explica el calendario roma-
no, el origen del nombre de
cada mes y qué se celebra
en éste. Y en seguida una
obra que nos parece lo
más valioso que hizo: las
―Metamorfosis‖. Sin éstas,
nuestro conocimiento de la
rica mitología grecorroma-
na no sería tan profundo ni
tan pertinente. Porque ha
sido ella la que formó cul-
turalmente a incontables
generaciones, hasta que la
modernidad del siglo XX la
expulsó de los salones de
clase y de los hogares; y
por eso hoy hay más ig-
norancia en todos lados,
incluso en los textos aca-
démicos, donde para ha-
blar de un mito helénico
tienen que poner a pie de
página una larga explica-
ción del mismo, la cual se-
ría innecesaria si todos lo
conocieran. La mitología
griega es el tesoro más
preciado de toda persona
culta. En dicho libro se nos
cuenta la historia, a veces
triste y otras afortunada, de
los más ilustres personajes
de los mitos, desde que
antes del mundo hubo el
Caos, hasta que Julio Cé-
sar se convierte en estrella
del firmamento. Vemos an-
te nuestros asombrados
ojos a Zeus, Apolo, Ate-
nea, Afrodita, en sus distin-
tas aventuras.
Y entonces llegó la
catástrofe. El emperador
Augusto, que apreciaba
mucho a Ovidio, de repen-
te se disgustó con éste por
el ―Arte de amar‖, al que
consideró un elogio de la
prostitución, que contrade-
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cía su afán de renovar mo-
ralmente al imperio, y lo
desterró de Roma en el
año 8 d.C. Esa es la ver-
sión que más se conoce,
pero hay también otra, que
Ovidio se enteró de algo
que no debió saber, algún
secreto de Augusto. Fue
enviado lejos, a lo que hoy
es la actual Rumania, entre
los bárbaros getas, en la
ciudad de Tomis, hoy
Constanza, a orillas del
Ponto Euxino, hoy el Mar
Negro. (Se llamaba Tomis
dicho lugar porque ahí a-
rrojó Medea el cuerpo cor-
tado de su propio herma-
no, al huir ella junto con
Jasón. Viene de la palabra
―tomé‖, que significa corte,
de donde procede ―anato-
mía‖).
A partir de ahí Ovi-
dio se convirtió en el poeta
de la amargura y la nostal-
gia, pues él sintió que su
exilio era injusto. Ello se
proyecta en los dos últimos
libros que escribió, las
―Tristes‖ y las ―Epístolas
desde el Ponto‖, un largo
alegato contra su condición
de desterrado. Sólo si uno
ha sufrido algo semejante
es posible entender todo el
desaliento que impregna
estos versos, donde el
poeta se duele de que los
amigos y amigas que antes
lo rodeaban lo hayan aban-
donado. Tuvo la vaga es-
peranza de que Augusto
reconsiderara y lo perdo-
nase, pero con cada año
que pasaba eso se hizo
más lejano. Y Ovidio murió
en el año 17, hace dos mi-
lenios, viviendo entre los
bárbaros. ―Soy más bár-
baro que ellos, porque nin-
gún bárbaro me entiende‖,
dijo. Él, que siempre quiso
ser comprendido a través
de su obra.
A Ovidio nunca se le
olvidaría, y durante la Edad
Media y el Renacimiento
fue uno de los poetas lati-
nos más apreciados. La In-
quisición española prohibió
la lectura del ―Arte de a-
mar‖, excepto si era en la-
tín. Pero las traducciones
de todos sus libros abun-
daron siempre, así que és-
tos fueron bien conocidos
no sólo por los muchos au-
tores que fueron influidos
por ellos, sino también por
el público que sabía leer.
Hasta que, como señala-
mos, la modernidad deste-
rró a Ovidio, y a todos los
autores griegos y latinos, a
un limbo que sólo es fre-
cuentado por quienes que-
remos saber más.
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Unos le llamaban Juan y o-
tros Jorge. Llegó hace mu-
chos años, quién sabe de
qué aldea en Alemania.
Nadie lo conocía. Decía
que era de Knittlingen, en
Württemberg, pero según
el preceptor Melanchton
era de Breten. Eso sí, to-
dos están de acuerdo en
que era bravucón y pedan-
te y en que se había for-
mado como mago en la
Universidad de Cracovia.
Podía invocar a los espíri-
tus. Tal vez nada de esto
es cierto, pero llegó en una
época en que la vida hu-
mana era corta, incom-
prensible y sórdida, y la
gente tenía miedo. Muchas
mujeres morían de parto y
sólo cuatro de cada diez
niños sobrevivían a la in-
fancia. Los hombres mo-
rían en la guerra o en el
patíbulo. Las epidemias
arrasaban poblaciones en-
teras. La sombra del Malig-
no se extendía sobre los
cielos de Europa. En las
ciudades, la gente se en-
cerraba en sus casas des-
de el crepúsculo: las no-
ches eran peligrosas. En la
noche, los criminales aban-
donaban sus escondites y
se operaban en la natu-
raleza misteriosas transfor-
maciones: gatos, perros,
ratas y otros animales en
apariencia inofensivos se
transformaban en brujas o
en judíos nigromantes. Po-
dían abrirse paso hasta las
cunas de los niños. La úni-
ca manera de protegerse
era refugiándose en la fe y
en la virtud. Era una época
de feroces fundamentalis-
mos morales y religiosos.
Las energías del mundo
estaban en combate.
En este marco se
fue gestando la leyenda de
Fausto, Juan o Jorge, co-
mo le llamaban algunos. Se trata de una figura que sirve como campo de ba-talla a las fuerzas en coli-sión: un individuo esencial-mente noble, pero corrup-tible, un espíritu universal, ya que en aquel entonces cualquier hombre inteligen-te se sentía expuesto a la misma tentación: invertir su capital espiritual en un pacto con aquel que pare-cía el señor del mundo.
Parece que para
1575 ya existía una versión
latina de esta historia. La
de Christopher Marlowe
debió representarse por
primera vez en 1574, y su
más antigua versión impre-
sa es de 1604. Era un
buen momento para que la
levadura del terror medie-
val inflamara las concien-
cias culpables. El siglo
XVII es el siglo de la Revo-
lución Científica: el vulgo
había asimilado ya —y
celebraba— las revelacio-
El último Fausto
Agustín Cadena
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nes hechas por Copérnico
y Galileo; Harvey había
descubierto la circulación
de la sangre, los dioses de
América eran abatidos uno
tras otro sobre su propia
sangre, en el nombre de la
Cruz; sobre todo, los euro-
peos habían desarrollado
una tecnología militar es-
calofriante para su tiempo.
Los humanos tenían miedo
de querer saber dema-
siado, de morder otra vez
los frutos de un árbol pro-
hibido. ¿De dónde venían
sus nuevos conocimien-
tos? ¿Quién les estaba a-
briendo los arcanos? La
conciencia del conocimien-
to se convirtió en culpa por
el conocimiento. Y enton-
ces la cultura entera de
una época se vio encarna-
da en el Fausto de Mar-
lowe, que condena su alma
por saber.
El siglo XVIII, con
sus dos mellizos monstruo-
sos, el racionalismo y el li-
beralismo, ahogó momen-
táneamente el impulso titá-
nico de los hombres. El
ascenso de la burguesía
capitalista acaparó la aten-
ción colectiva, y el brillo del
dinero superó en belleza al
del conocimiento. ¿A quién
podía interesarle un Fausto
que vendía su alma a cam-
bio de monedas de plomo
de ínfimo cuño? El espíritu
había iniciado el irrever-
sible anegamiento cuyo fin
es esta entropía del tiempo
sin entrañas.
Algunos espíritus —
identificados casi todos
con la figura de Prome-
teo— iniciaron la revuelta.
Rechazaron la hegemonía
de la masa y la civilización
del dinero en nombre de
un retorno a las fuentes
primigenias, a la barbarie
del espíritu y al culto del
genio individual. Eran los
grandes románticos y entre
ellos estaba Goethe. El ro-
manticismo de Goethe —
señala Francisco Montes
de Oca— sostenido en un
vigoroso sentimiento nacio-
nal, exaltaba las glorias del
pasado germánico y cele-
braba la guerra: el águila
napoleónica se cernía so-
bre Europa para someter el
caos al orden, la anarquía
a la jerarquía (1). Napoleón
―había sabido esculpir en
la masa humana como un
artista en la materia inerte‖
(2).
Junto con todo esto,
aparece una nueva mone-
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da de oro que pedirle a
Mefistófeles: la emoción
como experiencia vital y
como energía creadora. El
romántico tiene una actitud
ambivalente hacia la muer-
te: por un lado se siente
seducido por la paz de la
tumba, coquetea con la
tentación de la nada (Goe-
the escribió siendo aún
muy joven: Über allen
Gipfeln / Ist Ruh, / In allen
Wipfeln / Spürest du /
Kaum einen Hauch; / Die
Vögelein schweigen im
Walde. / Warte nur, balde /
Ruhest du auch.) (3); por el
otro, se sabe mortal y su
deseo de entregarse a la
emoción es una búsqueda
de sensaciones vitales. A
la anestesia de la sociedad
industrial, opone la rebel-
día de la pasión. Es otra la
muerte que le acobarda. O
más bien, como Emily
Brontë, siente que no teme
a la muerte, sino a la au-
sencia de la vida. Se niega
a descender a la tierra sin
haber sentido el mundo en
todo su ser. Esta es la
transacción que realiza el
Fausto de Goethe: todo a
cambio de una sensación
tan plena de vida que opa-
que el esplendor palide-
ciente de la tumba (―Si un
día le digo al fugaz mo-
mento: ―¡Detente! ¡Eres tan
bello!‖, puedes entonces
cargarme de cadenas, en-
tonces consentiré gustoso
en morir‖) (4).
Entonces, la mone-
da que recibió Fausto a
cambio de su alma tiene,
en una de sus caras, la
sensación como experien-
cia vital. En la otra hay un
culto a la acción y a su
compañero inevitable: el
peligro. Dice al respecto
Montes de Oca: ―Fausto es
el hombre que aspira, que
desea, que se inquieta, pe-
ro que no es capaz de a-
ctuar. Mefistófeles es la
acción, pero la acción sin
escrúpulos, que no repara
en medios para lograr un
fin. De ahí la tremenda pa-
radoja de que Mefistófeles
sea al mismo tiempo lo
negativo y lo activo. De la
unión de Fausto —elemen-
to positivo, pero pasivo—
con Mefistófeles —elemen-
to negativo, pero activo—
surge la tragedia, que es la
gran tragedia del ser h-
umano‖ (5).
Este culto de la
acción se ve reforzado a-
delante, cuando Fausto
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mismo sentencia: ―Sólo
merece la libertad, lo mis-
mo que la vida, quien se ve
obligado a ganarlas todos
los días‖ (6).
Fausto, el Fausto de
Goethe, es una historia de
crecimiento espiritual, de
fundación de la ciudad in-
terior. El protagonista co-
mienza buscando sensa-
ciones, su conciencia mo-
ral se convierte en el yun-
que a donde van a dar los
golpes de martillo que lo
forman. Margarita misma
es en un momento dado e-
se yunque. Finalmente
descubre el sentido verda-
dero, el conocimiento ver-
dadero de las cosas. Pero
lo hace a través de la
acción. En su búsqueda de
sensaciones, Fausto des-
cubre el valor de la acción.
Al final de su vida puede
ya distinguir el oro del
plomo, puede descreer de
su búsqueda de juventud,
pero la voluntad de acción
ya no lo abandona, se
queda con él.
Cien años más tar-
de, vino el Fausto de Tho-
mas Mann. Como el ante-
rior, refleja fielmente el es-
tado espiritual de su socie-
dad, que se encuentra en
el principio del fin: sifilítica,
supurante, vencida por la
sórdida materialización de
sus ambiciones. Pero aún
viva —desollada, pero aún
viva—, aún capaz de trafi-
car con y a cambio de va-
lores incondicionales; aún
capaz de sentir que existe,
en algún lado, un deber
absoluto y que ir a favor o
en contra de él es una for-
ma de acción espiritual.
¿Cuál es el destino
de Fausto en esta época
de desmantelamiento del
espíritu? Creo que más
que a la agonía de Fausto
asistimos a la postración
de Mefistófeles, a su de-
pauperización. ¿Con qué
puede seducir ahora, si
hay una deslegitimación
social de los absolutos?
¿Quién le va a dar su alma
—esa alma enanizada has-
ta el nivel de un concepto
kitsh— a cambio de su oro,
sus conocimientos o la po-
sibilidad de la sensación
como experiencia absolu-
ta? En caso de que hubie-
ra un cliente interesado, la
historia no se repetiría sino
como una limpia y civil-
zada transacción bancaria.
Los conflictos morales se
han reducido a problemas
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de funcionalidad. Al des-
mantelar los fundamenta-
lismos morales, la civiliza-
ción ha perdido su ser me-
fistofélico, se ha mutilado,
ha dejado de ser una cul-
tura humana para conver-
tirse en una cultura artifi-
cial, en una cyber-culture.
Gilles Lipovetsky, el
gran estudioso de la con-
ducta de masas en la épo-
ca posindustrial, comenta:
―Hemos pasado de una
civilización del deber a una
cultura del bienestar subje-
tivo, de la recreación y el
sexo: es la cultura del self-
love la que nos rige‖ (7). En
este estado de cosas, en
esta extrema subjetiviza-
ción general —moral sub-
jetiva, derecho subjetivo,
perversión subjetiva— los
sistemas de regulación de
la conducta interior se ven
descoyuntados y se de-
rrumban sobre sus propias
bases. Y no es que antes
la gente no buscara la fe-
licidad. Volviendo a Lipo-
vetsky: ―Durante el Siglo
de las Luces el bienestar
anhelaba imponerse como
un ideal social; no obs-
tante, en la jerarquía de
valores como en las nor-
mas sociales efectivas, se
veía relegado a un se-
gundo plano, sujeto al or-
den superior de los debe-
res de la abnegación de sí
mismo‖.
Este orden superior
—el de la abnegación de sí
mismo, sacrificio, los valo-
res que pueden llamarse
originales desde el mo-
mento en que se apoyan
en un para sí y en un
deber incondicional— es lo
que la cultura del self-love
y del self-interest ha co-
rrompido. Naturalmente, el
culto de la acción aparece
estigmatizado como un re-
sabio de barbarie, consi-
derado peligroso y pros-
crito. Ninguna era ha habi-
do tan hostil al impulso he-
róico o prometéico como
ésta. La acción como vía
ha sido deslegitimada en
aras del nuevo orden de
conciliación y hedonismo
universales. Así, Mefistófe-
les queda no como el úl-
timo diablo sino, tanto peor
para nosotros, como el últi-
mo hombre. Es como si el
fantasma de un cambista
medieval pregonase ahora
su mercancía por los pasi-
llos de Perisur. Nadie lo o-
ye, nadie se detiene. Es un
mendigo charlatán que
quiere vender la felicidad
cuando todos los transeún-
tes saben —lo han leído en
libros comprados en San-
born's— que la felicidad
consiste en sentirse bien
consigo mismo. Si alguien
piensa que esto no es po-
sible, seguramente es un
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amargado, un elemento de
disfunción en el maravillo-
so engranaje de la nueva
sociedad. Pero también
podría ser Fausto. El últi-
mo Fausto.
Notas:
1) Cf. Francisco Montes de
Oca. ―Goethe y su tiempo‖,
en Goethe, J.W., Fausto y
Werther, pág. XX.
2) Loc. cit.
3) Ibidem. Pág. XXIV.
“Sobre todas las cumbres /
hay tranquilidad. / En todas
las las copas de los
árboles / tú no sientes /
ningún soplo de brisa. /
Los pájaros se aquietan en
el bosque. / Espera, pronto
/ descansarás tú también”.
4) Goethe, Fausto. Pág.
27.
5) Francisco Montes de
Oca, op.cit., pág. XLIII.
6) Goethe, op.cit., pág.
183.
7) Giles Lipovetsky, ―El
crepúsculo del deber‖, pág.
18.
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lueve. Y un viejo de-
sea que el reloj mar-
che hacia atrás, can-
sado de que los "tiempos
mejores" carezcan de pun-
tualidad. Llueve y los teja-
dos de las casas no nos
protegen, no son guaridas
para besos entre labios frí-
os y húmedos, por lo mis-
mo tiritamos de frío y mal-
decimos haber olvidado la
sombrilla y el suéter al salir
de casa, incluso hasta
reímos de la gente que, al
igual que nosotros, corre y
huye como refugiándose
de una guerra no de balas,
sino de gotas.
Llueve. Y un abrazo
mío te busca en sueños,
mientras el perro duerme
sin saber que allá afuera el
mundo se viene abajo, tan-
to como aquí adentro se
colapsan las paredes de
este maltrecho corazón
mío. Llueve, lo sabemos, y
muchas soledades suspi-
ran con otras vidas mejo-
res, en las cuales decir:
―Nunca te vayas‖, se con-
vierta en escuchar: ―He
vuelto. No llores más‖.
Llueve menos y go-
tean cielos, tejados, te-
chos, ojos y corazones,
llueve menos y seguimos
solos, tan solos como para
llorar si escuchamos –so-
los, separados– la suite no.
6 para violonchelo de Ba-
ch, y entonces recuerdo a
Rostropovich y pienso que
él también estaba solo, por
eso acariciaba, tocaba y
rodeaba con sus dedos al
violonchelo. Casi media
hora de suite No. 6 y se
me ocurre que el propio
Bach –al igual que yo en
este momento– tenía frío
mientras componía seme-
jante obra, quizás, en una
noche lluviosa, tal como
ésta.
Ya no llueve, es
cierto, y afuera afortunada-
mente no hay bajas civiles
de esta guerra, no hay
cuerpos que reconocer y
recoger, no hay edificios
derruidos, ni derrotados ni
vencidos, únicamente esta-
mos nosotros, esperando,
esperando, a la espera uno
del otro. Hasta ese mo-
mento seguiremos así, so-
los, sin nosotros, viendo
caer nuevas lluvias, cada
uno detrás de su ventana.
L
En noches así Mario Bravo
17 www.avelamia.com
l hablar del periodis-
mo en México, no
podemos dejar de
hablar de ―El Universal‖ y
el ―Excelsior‖, porque son
dos periódicos nacionales
que a lo largo de cien años
han relatado la historia de
nuestro país. Por supuesto
están atrás en longevidad
respecto al ―Dictamen de
Veracruz‖, que con sus ca-
si 120 años de antigüedad
es proclamado como el de-
cano de la prensa nacio-
nal, sólo que este es un
diario local. Respecto a los
dos periódicos centenarios
a que nos referimos, cabe
señalar que no sólo son
importantes por su tiempo
de permanencia sino por la
línea editorial que los co-
locó como dos de los más
serios y creíbles del país.
Hablando de ―El
Universal‖, se debe señalar
que se ha mantenido a lo
largo de los años fiel a su
línea muy respetable, lo
cual no sucedió con
―Excelsior‖, que llegó a ser
de línea mucho más com-
bativa, misma que le ganó
una sucia treta de parte del
poder económico y político
del país que le asestaron
un duro golpe, que si no
acabó con el periódico sí lo
hizo con el prestigio gana-
do a pulso con los lectores.
El primero de octu-
bre de 1916, nace el pri-
mero de los mencionados,
―El Universal‖, con el obje-
tivo de dar la palabra a los
postulados emanados de
A
―El Universal‖ y ―Excelsior‖:
dos centenarios con
mucha información José Luis Barrera
18 www.avelamia.com
la Revolución Mexicana,
por iniciativa de Félix Ful-
gencio Palavicini, quien a
su vez era parte del Con-
greso Constituyente del es-
tado de Querétaro. Fue en
la esquina de Madero y
Motolinía en donde se ins-
taló la primera redacción y
talleres, los cuales estaban
provistos de la rotativa
Goss, que fue en la que se
imprimió la primera Consti-
tución de los Estados Uni-
dos Mexicanos en 1917. Y
es hasta 1921 cuando a-
dopta el lema que hasta el
día de hoy le define: ―El
gran diario de México‖.
La década de los
veintes tiene cambios sus-
tanciales. En primera ins-
tancia, el mencionado se
convierte en el primer pe-
riódico en lanzar una edi-
ción vespertina, ―El Univer-
sal Gráfico‖, cuyo primer
número apareció el prime-
ro de febrero de 1922. Un
año después, el fundador
Félix Fulgencio Palavicini
deja la gerencia, el 14 de
abril, para dedicarse de lle-
no a su carrera política, de-
jando a Miguel Lanz Duret
como gerente y a José Gó-
mez Ugarte como director.
Es en esta misma década
que la redacción se muda
a la calle de Bucareli ─en
donde se inicia una tra-
dición periodística justo en
este otrora famoso pa-
seo─, y los talleres a Itur-
bide.
Ya en 1940, ante el
fallecimiento de Lanz, Mi-
guel Lanz Duret hijo, asu-
me la Presidencia y Di-
rección General, y es a
partir del 23 de octubre de
1969, que cede el puesto
al Licenciado Francisco
Ealy Ortiz, comenzando a-
sí la era del pluralismo
ideológico además de una
etapa de constante creci-
miento, tanto en el terreno
periodístico como en el
tecnológico, poniendo a ―El
Universal‖ a la cabeza del
periodismo mexicano.
19 www.avelamia.com
Desde entonces
Ealy permanece a la cabe-
za del diario y ha conser-
vado el prestigio del perió-
dico, sin dejar de lado el
sentido comercial, transfor-
mando el periódico vesper-
tino ―El Universal Gráfico‖
(famoso entre sus lectores
por su página de mujeres
sensuales), en un perió-
dico matutino, barato y po-
pulachero que le da gusto
a un sector numeroso de la
población que busca
―Chicas y sangre‖.
El segundo periódi-
co de circulación nacional
más antiguo es sin duda el
―Excelsior‖, el cual es fun-
dado por Rafael Alducín,
Rómulo Velasco y otros 36
periodistas de la época,
saliendo a la luz el primer
número el 18 de marzo de
1917. Siete años después
de su creación muere Al-
ducín y queda en manos
de los familiares de éste,
con los cuales enfrentó difi-
cultades económicas que
los llevaron a declararse
en bancarrota, quedando
el control ahora en manos
de los trabajadores, quie-
nes conformaron una
cooperativa el 22 de abril
de 1932, siendo el director
de esta misma Gilberto Fi-
gueroa.
En 1968 llega a la
Dirección el aguerrido pe-
riodista Julio Scherer Gar-
cía, con quien se inicia una
era casi mítica del periodis-
mo, fomentando una crítica
libre y plural que atrajo a
muchos destacados inte-
lectuales que realizaron su
labor periodística y editorial
sin mordazas, y que por
ende generó la reacción
del entonces presidente
Luis Echeverría Álvarez,
quien impulsó, en primera
instancia, reuniones de un
alevoso Regino Díaz Re-
dondo con un grupo de
periodistas y trabajadores
inconformes, en tanto que
se estructuraba un boicot
comercial por parte de la
cúpula empresarial, co-
mandada por el empresa-
rio cervecero Juan Sán-
chez Navarro, en 1972. A
esto se aunaba la toma de
los terrenos propiedad de
los trabajadores del perió-
dico ―Excelsior‖ en Paseos
de Tasqueña, aparente-
mente por parte de campe-
sinos que reclamaban des-
pojo de los mismos. Este
golpe artero y envolvente
al diario, culminó con la
destitución del Consejo
Directivo de la Coopera-
tiva, dejando en la Direc-
ción al propio Díaz Redon-
do.
20 www.avelamia.com
Por desgracia este
periódico cumple cien a-
ños, pero se le celebra por
lo que llegó a ser, ya que
en el presente no logra re-
cuperar su tradición y pres-
tigio, pese a los esfuerzos
de su actual dueño Olega-
rio Vázquez Raña, por a-
traer plumas prestigiosas
que le devuelvan la gran-
deza perdida en 1976.
De cualquier mane-
ra vale la pena celebrar los
cien años de dos periódi-
cos que son sin duda algu-
na parte importante de la
historia de este país. Y ha-
blar de estos dos perió-
dicos es hablar de un lugar
que se hizo tradicional por
la visita de periodistas de
ambos diarios para tomar
café, dilucidar y escribir
muchas de sus colabora-
ciones, El ―Café La Haba-
na‖, testigo de aquellas
épocas del periodismo me-
xicano que rondaba en
torno a este sitio.
21 www.avelamia.com
1.- METAMORPHOSIS, I
ubo en mi vida los
tiempos de Amo-
res, Heroidas y Me-
tamorfosis. Estas últimas
fueron las más decisivas.
Cuando los Amores, las a-
migas iban y venían, entra-
ban y salían una tras de
otra; en las Heroidas, les
escribí cartas intensas e in-
mensas, y algunas veces
me contestaron. Pero la é-
poca de las transformacio-
nes era la del horror. Yve-
tte iba en su auto y logró
darme alcance, y al invitar-
me a subir se inició todo;
luego le escribí epístolas y
canciones, cada vez más
sentidas, mas por alguna
misteriosa razón todo salió
mal, y huyó convertida en
herrumbrosa sierpe de oro
y joyas. Beatrice se dijo
enferma de asma y bajo
tratamiento terapéutico, así
que le hice muchos versos
de consolación; luego fue
que le crecieron garras y
colmillos, y como feroz
vampira, ávida de jóvenes,
se hizo mi enemiga. Nora
desayunaba conmigo, y
entonces le ofrecí, como
flores, libros de hadas, que
le gustaron; sólo que des-
pués se hizo flamígera án-
gel malo de Jehová y los
quemó todos.
2.- METAMORPHOSIS, II
Y ahora las otras transfor-
maciones, lágrimas de Nio-
be y de Filomela. Clawdia
era violenta e implacable, y
le hizo ver su suerte a su
subordinada Lou Lou,
quien, luego de las feroces
injurias que recibió por
parte de aquélla, lloró tanto
esta amiga mía que le
salieron alas y plumas, y el
agua le escurrió por todo el
cuerpo. Convertida en pa-
to, se echó a nadar y sus
lastimeros QUACKS! se
oyeron hasta donde Semí-
ramis subió al cielo cual
paloma. Y luego lo que me
sucedió, que tan henchido
estaba de Amores y He-
roidas, y entonces fue mi
metamorfosis; la envidia de
una deidad me alcanzó,
sentí fiebre y debilidad, y
de repente ya no podía
hablar ni comer, pues mi
cara se había hecho de
palo. Quise decir algo, y
H
Textos ovidianos
Luciano Pérez
22 www.avelamia.com
nada salió, porque ahora
fui árbol. Entonces dos
brujas, una de cara verde y
otra de cara roja, cons-
piraron y decidieron cortar-
me con sus hachas. Una
vez hecho leña, la Virgen y
el Diablo se apiadaron de
mí y rehicieron como se
pudo mi cuerpo. Llegó la
orden del destierro, y me
fui. Por eso quiero tanto
mis Tristes y mis Pónticas,
y acá estoy, donde finaliza
el Danubio en el Euxino,
sin patria y sin alguien con
quien vivir.
3.- NADA SE PUEDE YA
A ti te encuentro, y no de-
bo verte; a ti te veo, mas
no debo hallarte. Cuando
todo está en contra de uno,
de nada sirven los raros y
bellos instantes… ¿De qué
le sirvió a Adonis el ser
amado por Venus, si un
cerdo rabioso le acabó las
entrañas? ¿Acaso Progne
creyó ser feliz al casarse
con el rey de Tracia? ¿Qué
sentido tuvo el tanto cariño
que se tuvieron Píramo y
Tisbe en Babilonia? Por
eso mis ojos no pueden
saber de ti, aunque el cora-
zón lo resienta. Medea,
fuerte e inteligente, así co-
mo cruel, no pudo oponer-
se al amor; pero es que,
aun si me opongo, nada se
puede hacer pues mi bús-
queda del vellocino hace
mucho que terminó. Ade-
más, lo cierto es que algu-
na vez lo tuve en mis ma-
nos, y por designio de
alguna divinidad se me fue
para siempre. Así que no
me veas más, que no te
estoy viendo, aun si el
corazón da de vueltas y
quisiera recuperar, como el
viejo Esón, el padre de Ja-
són, los años perdidos.
Hay transformaciones que,
por muy deseadas que
sean, por eso mismo ya no
deben ser.
4.- DE NASÓN A
LUTIANUS
Entiendo que llevaste mis
Remedia al extremo, ¡pero
no al costo de que hoy
desprecies al amor! Está
bien que por aquellas tres
fieras tuvieses que com-
portarte estricto, con ellas
y contigo mismo. Pero ya
todo pasó, y ahora habrá
nuevas barcas llenas, si te
lo propones. Por otro lado,
las elegías son para que-
23 www.avelamia.com
jarse, para dolerse, es cier-
to; mas hay que hacerlo
con dulce tono y lamentoso
verso, incluso con un poco
de ironía. ¡No con la cólera
de que haces gala, sin
ningún metro además! A-
hora lee mi Ars, la que
prohibió el inquisidor (salvo
si se leía en latín), mis
Amores, y encuéntrate
contigo mismo, que siem-
pre hay una ELLA, en al-
gún lado, tras de una puer-
ta, debajo de la escalera,
en la penumbra del zaguán
o en el umbral de un tem-
plo. Has sanado, eres fuer-
te. Pero si tú renuncias en
definitiva a la venérea mili-
cia, te sugiero, como cole-
ga y amigo, que desistas
de ello y renueves prima-
veras, que tan bien te
sientan pues naciste inclu-
so en una de éstas. ¡Alé-
jate del solitario Ponto, y
vuelve a Roma, al Amor!
5.- DE LUTIANUS A
NASÓN
En efecto, amigo, tus Re-
media me han sacado
siempre del bache. De no
ser por ellos, mis quejas y
lamentos serían intermina-
bles. Ahora bien, me sugie-
res que vuelva a la milicia,
pero creo haber sido muy
claro al decir que la salud y
la edad me lo impiden. ¡No
puedo, amigo, aun cuando
lo quisiera! Además, ya na-
da es lo mismo, mi tiempo
se terminó. Soy tan viejo
que nadie entiende de lo
que hablo. Si quiero evocar
la campaña victoriosa en
el Rhin del imperator Ju-
lianus, si deseo loar las
risas de Aristófanes y de
mi tocayo el de Samosata,
si es mi intención admirar
los trucos del mago Apolo-
nio y contraponerlos a los
de Xristos, nadie sabe a
qué me refiero. Y no tienen
por qué saberlo, pues cada
quien vive en su época, y
la mía sólo está dentro de
mi cabeza. ¡Saludos desde
el Ponto, a ti el otro pónti-
co!
24 www.avelamia.com
1. VAMPIRA SÁFICA
"...porque amores que matan nunca mueren." Joaquín Sabina
l tiempo no transcu-
rre en la memoria,
las huellas no se bo-
rran para siempre. Heridas
fosilizadas en papel. Me de-
sangra un lémur si le reser-
vo un lugar en mis delirios.
Aún con nuestras causas
perdidas y desvaríos, rein-
vento su espacio en oniris-
mos de horas sombrías. Ma-
tices de la añoranza: tiem-
pos carnales en el Hotel
Coacalco; torrente concupis-
cente de sistemáticas recon-
ciliaciones; inextricables pa-
rajes de la pasión. Diosa e-
picúrea con égida resguar-
dando sus temores y sus
dudas. Pasión con poderes
de Proteo. Ella, compañera
de sus pasos por los sen-
deros del Pushkin. Diseñán-
dome seducción a la medi-
da. Ofrendándome sus
montes y sus valles. Urdien-
do entre mujeres la huida.
Ella, con su sombra dela-
tora, en sus empeños por
ser eternidad en la tinta de
mis venas. Desde las calles
de Álvaro Obregón, hasta el
rincón más efímero de la
intimidad. Con sus can-
ciones aún conservadas en
E
Tres influencias de
Ovidio
(De ―Memorias dipsómanas‖)
José Luis Barrera
25 www.avelamia.com
mis arcas y nuestra Hot line
privada. Con sus ansias y
sus espasmos. Con sus
perversiones sus denuedos.
Su amor con destino de
poema póstumo. Placebo
falaz de mi Edipo perdido.
En el dédalo nada se pierde
sólo se degrada. Quantum
mutatus ab illo. Los recuer-
dos son aljibes de lágrimas.
Sombras de materia per-
dida. Es su ausencia un do-
lor de inmortalidad.
2. NÚMEN COMERCIAL
Las musas están a la venta
en el paraíso venal. El vo-
yeurismo infunde su razón
entre los versos. En la
Fuente de Castalia brotan
fluidos vaginales. La moral
adquiere nuevos concep-
tos. El deseo, el placer, el
derecho del pecado. Epi-
curi de grege porcicum. El
oficio primario tiende sodo-
mizante un sudario, que
releva al amor en el estiaje
del sexo. Apetencias cár-
nicas. Acciones lívidas del
alma. Placebo de las cua-
rentenas. Venus y Baco
reciben con puertas abier-
tas a los vencidos que tie-
nen plata en los bolsillos.
Diosas decadentes que ab-
sorben mis frustraciones
entre sus piernas. Alquiler
de amor sin riesgo con-
tractual. Las cicatrices no
quedan en ningún ventrí-
culo. El dolor no se inserta
en el alma. Fidelidad me-
dida con parquímetro. Nú-
men a contrarreloj. En este
local de neón, las musas
hacen comercio con los
poetas malditos.
3. ACAPULCO 2000
Nada nuevo hay detrás
del paraíso. Partí que-
mando las naves sabiendo
que nunca arderían. Sobre
la negra línea de Apolo, el
autobús de los buhoneros
avanza con el retrovisor
manchado de neuronas.
Mis raíces, ahora con aro-
ma de ausencia y eva-
nescencia. Un gato vomi-
tando amarguras en ene-
ro, mientras el negro
brebaje extraña las pláti-
cas pervertidas de los
vencidos. Las largas fal-
das engalanadas de las
meseras, musas de poe-
tas malditos. La lista de a-
mores en lontananza: A-
capulco, la noche toral
de mis ausencias. "Hor-
tor et ut pariter binas ha-
beatis amicas; fortier est,
plures si quis habere
potest". Ovidio en mis sue-
ños dipsómanos. En el pa-
raíso flamígero, una ado-
lescente jugando a mujer
fatal; quién diría que su
número telefónico apare-
26 www.avelamia.com
cería durante esos días
en mi identificador. Irma
Serrano para presidente,
¡qué más da en el pande-
monium!
27 www.avelamia.com
1. GEORGINA
e qué sirvió que al
fin hubieras termi-
nado tu diplomado
en psicosociología, si tu
marido es un alcohólico
que no te baja de india pu-
ta y pendeja.
Tus dos hijas están
creciendo como el zacate
de los lotes baldíos: entre
mierda, ratas, y escom-
bros.
Quizá alguna vez
fuiste hermana de Tomás,
el preso más puto del re-
clusorio Norte y que murió
cuando fue enculado por
un ex procurador de verga
descomunal. Quizá tam-
bién aún a los doce años
jugábamos a las escondi-
das pero nunca nos halla-
ban. Sí, yo metía la mano
en tus calzones de patitos
y encontraba una rajadita
chistosa y lampiña. Te gus-
taban los ratones y ponerte
aretes de plástico. Eras fla-
quísima, con ojos aceituna-
dos y sonrisa de yegua.
Jugando a las mor-
dídas terminamos llorando
y desnudos en tu cama, ya
te había dado un derecha-
zo cuando tu respondiste
con un patadón a los
güevos. Adoloridos, em-
pezó el cachondeo. Más
que besarnos creo que nos
lamíamos como gatos. Yo
sólo puse mi pinguita entre
tus muslos y tú asumiste
que eso era coger.
Como realmente no
sentimos algo extraordina-
rio, optamos por sólo jugar
a los madrazos. Ese día,
creo que Dios no fue a
trabajar.
2. RITA
¿Sabes cómo viniste al
mundo? ¿Has visto a tus
padres coger?
La palabra encular
gotea de tus labios como la
orina. No me importa tu
mirada de perra apaleada,
ni tus cuarenta años, ni tus
manías y mucho menos tu
vientre de madre de tres
niños. Sólo quiero meter mi
verga torpe y gorda entre
tus nalgas y olvidar quié-
nes y qué somos.
Me gusta verte ca-
minar a gatas alrededor de
la cama, mirar cómo se
zangolotea toda la grasa
de tu carne. También me
gusta escucharte cagar y
sentir cómo se te frunce el
esfínter anal en torno a mi
lengua.
D
Tres mujeres de
Hosscox
Hosscox Huraño
28 www.avelamia.com
Tus axilas sudan u-
na mezcla de asco y dolor,
desesperanzada dejas que
me eche en tu panza y
juguetee con tus enormes
y negros pezones. Tienes
un coño gigante, siempre
que lo chupo tengo la
sensación de que me va a
tragar.
En todo el puerto no
creo que haya una casa
más ruinosa y sucia, siem-
pre hace calor y apesta.
Tus hijos juegan desnudos
en la playa mientras ven-
des chingaderas a los tu-
ristas. No te gusta beber
pero parece que siempre
andas borracha.
Todo es un misera-
ble carajo, yo sólo vengo a
verte porque me das de
comer, y tú lo haces sólo
porque no tienes quien te
coja.
3. GISELA
En la primavera de l996
todo era un discurso que
llevaba hacia la nada. Mi
cuarto estaba con docenas
de botellas de tequila va-
cías y lleno de condones
podridos de semen. Fue el
último rito masturbatorio
que invoqué para tratar de
retenerte.
Sin embargo.
Lo sospechaba, pe-
ro el colmo fue descubrirte
con mi rival en amores.
Eso de ser cambiado por
un perro pequinés, que al
parecer me sobrepasa en
talento para ejercer ciertas
actividades lingüísticas,
podría haber sido suficien-
te. Pero no fue así.
Acostumbrado a tus
marranadas sólo me dio
por reír y tratar de olvidar-
te. Esa noche nos embria-
gamos, tus reclamos los de
siempre, que a mí nunca
se me para y cuando se
me para es sólo para puras
vergüenzas. Y yo alejado,
sordo, observando desde
mi vaso vacío, como si mi-
rara a una cucaracha gi-
gante.
Caminé, era un lu-
nes de burdel, tan desabri-
do que hasta las putas lo
único que podían musitar
era una fría frase de
panadero: ¿Qué no vas a
querer tu pay con pelos?
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Poema (De Alter ereré)
Adán Echeverría
Tan altos son los edificios
que ya no se ve nada de mi infancia
Eugenio Montejo
HOY QUE LA VIDA ME HA PUESTO LA PLUMA SOBRE EL OJO
pienso y distingo
a los huracanes que surgen del Atlántico
a esas caracolas que forman las puntas del diamante
y van trepando tierra dentro
Voy con mis manos de relámpago
para nacer desde el oleaje como Venus
o quedar ciego en la corteza de los árboles
perdido en el laberinto de los versos
(bajo subo precipito
y sedimento en cada hoja)
como un presentimiento
Y esto lo pienso mientras mis manos aletean
con el nervio de una guerra que se inclina
sobre los hombros
Me sitúo en las aceras de Wall Street
y miro las pantallas
La caída de las bolsas de valores alrededor del planeta
nos reúne en este punto Ciegos por el humo del tabaco
a tientas por los callejones
30 www.avelamia.com
Miro los relojes detenidos
en las alas abiertas de las aves que circulan cabizbajas
entre los tejados edificios chimeneas ventanas fuentes parques
blancas plumas y las nubes negras por el pensamiento
solo el huracán colmado de silencios
Tal vez fue la felicidad o la negritud del tiempo
o esta sobredosis de miedo que corre en los parajes
Acaso el aletazo que no quiere extinguirse
y silencioso
relampaguea al horizonte
El cielo de unicornios embravecidos
acercándose en las noches de tormenta
Tantas inundaciones y ni un solo transeúnte con la corbata adormecida
Ah mis manos de relámpago
mis manos que tiemblan
y me dictan cuando voy quedando ciego
Porque los mercados caen
los edificios desmoronan
y uno observa y mira y puede distinguir
que del grito último en que nos hemos anclado
somos la partícula suspendida en el aire
cayendo a través de las ventanas
flotando entre la lluvia
Pienso en los electrones
en el sabor de tu lengua
en la axila blanca blanquísima
de la niña que estuvo conmigo anoche
y al volver el rostro sobre las manecillas del reloj
toda ella y sus pedazos de blancura
cayeron con los edificios
Porque no estamos solos como cada noche
porque todo nos ha reunido en este punto
en la mirada del ojo que siempre precipita
Pienso en el brillo del silencio
que me remonta a la selva
31 www.avelamia.com
en el brillo que surge cuando abres la boca
Pienso en el hueco del niño que no conoció a su padre
aquel brilloso padre tragado por la niebla
La misma niebla que nos va dejando ciegos
uno frente al otro sin poder pronunciar los apellidos
32 www.avelamia.com
Dos poemas de Ovidio
(Traducción del latín por Luciano Pérez)
1.- “Amores” 1, 5.
Caluroso el mediodía terminaba ya,
entonces yací sobre mi lecho;
la puerta abierta, la ventana cerrada,
así que el sol quedose fuera
mientras dentro la luz le huyó al crepúsculo,
como cuando la noche rechaza al día,
esa luz que ayuda a las chicas tímidas
que con su pudor aguardan escondidas.
He aquí que Corina llega
con la túnica blanca desatada
y el cabello amarrado en una cola,
33 www.avelamia.com
tal como se cuenta que la bella Semíramis aparecía,
y también Lais, la por muchos hombres amada.
Al quitarse la túnica, ésta luchó
para no salirse de su ama, pero tuvo que caer.
La túnica tenía pena de ser vencida,
pero el serlo no era para hacerle mal.
Ante mis ojos Corina estaba,
ninguna parte de su cuerpo con defecto.
¡Qué hombros! Tan firmes al tocarse.
¡Los pechos listos para apretarse!
¡Cuán correctamente plano el vientre!
¡Qué caderas! ¡Qué muslos tan juveniles!
¿Referiré una por una cada parte de su cuerpo?
Nada veo que no merezca alabanza.
Y cuando, desnuda, junta ese cuerpo al mío,
¿qué más necesito saber?
Y luego ya, fatigados ambos, descansamos.
¡Que haya para mí momentos como este varias veces al día!
34 www.avelamia.com
2.- “Remedios del amor” 300-310, 324-340.
Pon ante tus ojos todo el daño que ella te ha hecho:
―Me hizo esto, me hizo aquello, y no se contentó con dañarme
sino que la avara puso en venta mi propia casa.
Y todo cuanto me juró jamás lo cumplió.
Muchas veces me dejó afuera de su puerta!
Ella ama a otros y le fastidia mi amor.
Un vendedor de la calle es al que ella
le da sus noches, no a mí‖.
Esto es lo que te la hará odiosa,
lo que acabará con lo que sientas por ella.
Y ojalá puedas decir mucho al respecto,
¡así sea! Más duele, más en su contra podrás decir...
Y lo bueno se hará malo,
es por ello que una virtud se hará defecto.
Lo más que puedas, tú ve mal lo que se ve bien
en esa mujer y júzgala a sabiendas que te engañas
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dile negra si es morena;
escuálida si es alta y delgada;
llama insolente a la que no es rústica,
y rústica a la que es virtuosa.
De lo que ella carezca, asegúrate que lo haga
para que se vea mal:
si no sabe moverse, que baile;
si no tiene voz, que cante;
si no sabe hablar, que dé un discurso;
si no sabe tocar música, dale una lira.
¿No camina con gracia? Llévala de paseo.
¿Los pechos se le caen? Que se le vean.
¿Tiene dientes feos? Que se ría para que los muestre.
¿Ojos enfermos? Cuéntale cosas tristes para que llore.
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Abril nos tiene deparadas muy
buenas sorpresas, no te las puedes
perder