Post on 21-Oct-2019
ISLA ISABELSANTUARIO DE AVES
CLAUDIO CONTRERAS KOOB
T E X T O I N T R O D U C T O R I O D E
H U G H D R U M M O N DY R O X A N A T O R R E S
Concepto y diseño: Álvaro Figueroa
Producción: Héctor Martínez
D.R. © Claudio Contreras Koob, 2010
D.R. © Hugh Drummond Durey, 2010
D.R. © Laura Roxana Torres Avilés, 2010
Primera edición, Pluralia Ediciones e Impresiones, 2010
D.R. © COMISIÓN NACIONAL PARA EL CONOCIMIENTO Y USO DE LA BIODIVERSIDAD
Las características de esta edición son propiedad de:
Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
Av. Liga Periférico–Insurgentes Sur 4903, Col. Parques del Pedregal,
Tlalpan, C.P. 14010, México, D.F.
D.R. © PLURALIA EDICIONES E IMPRESIONES, S. A. DE C. V.
Las características de esta edición son propiedad de:
Pluralia Ediciones e Impresiones, S.A. de C.V.
Av. Centenario No. 4, Col. Del Carmen, Delegación Coyoacán, C.P. 04100, México, D.F.
pluralialibros@yahoo.com.mx
ISBN: 978-607-7655-03-9
Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio mecánico, químico
o electrónico sin la autorización escrita de los titulares de los derechos.
Impreso en México / Printed in Mexico
P. 2 : L A S O M B R A D E U N G A R Z Ó N C E N I Z O S E R E F L E J A
E N T R E L A S A G U A S D E U N A P O Z A D E M A R E A .
P. 5 : B O B O S C A F É S Y D E P ATA S A Z U L E S
L L E N A N E L C I E L O A L ATA R D E C E R .
P P. 6 - 7 : L A S F R A G ATA S S O N L A S A V E S
M Á S A B U N D A N T E S D E L A I S L A .
P P. 8 - 9 : F U E R T E S O L A S R O M P E N
E N L A P L A Y A D E L O C A S O .
P. 1 2 : L A G A V I O TA P L O M A E S
A LTA M E N T E T E R R I T O R I A L .
P. 2 9 : E L O L E A J E G O L P E A L A B A S E
D E L A C A N T I L A D O M A Y O R .
P. 3 0 : D E TA L L E D E L P L U M A J E D E U N
B O B O D E P ATA S A Z U L E S .
P P. 1 5 2 - 1 5 3 : L A G O C R Á T E R .
P P. 1 5 4 - 1 5 5 : P L A Y A D E L O C A S O .
Agradecemos a la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad
(CONABIO), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), al Gobierno del
Estado de Nayarit a través de los Servicios de Educación Pública del Estado de Nayarit
(SEPEN) y el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Nayarit (CECAN), así como a la
Universidad Autónoma de Nayarit, su valiosa aportación para la realización de este proyecto.
Los editores.
Agradezco a la isla y sus pobladores permitirme conocer a Martha.
Claudio Contreras Koob.
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PRESENTACIONES
Nayarit es una entidad privilegiada en cuanto a recursos
naturales se refiere. Con 300 kilómetros de costa, las
bellas aguas del Pacífico mexicano bañan sus playas.
Tierra adentro, el estado tiene lagunas, sierras, valles,
presas y pueblos con encanto único. Nayarit es un lugar
cautivador, y como prueba de ello, hoy muestra a todos los lectores de
esta magnífica obra uno de los secretos mejor guardados del Pacífico
nayarita: Isla Isabel. Santuario de aves.
Este libro ofrece una visión extraordinaria de una de las islas más nota-
bles de México: un paraíso ubicado frente a las costas de la entidad, un
lugar privilegiado no sólo por su belleza sino también por su importancia
ecológica. Con sólo ochenta y dos hectáreas de extensión, Isla Isabel es
única por su majestuosidad y trascendencia biológica a nivel mundial, al
ser refugio y sitio de anidación para un importante número de aves mari-
nas que sólo allí pueden ser observadas.
Isla Isabel se encuentra en la ruta de las ballenas jorobadas; su vegeta-
ción y ubicación estratégica han logrado que 92 especies de aves, la mayo-
ría transeúntes, usen el territorio insular como sitio de descanso durante
sus viajes migratorios o para visitas temporales.
La isla fue declarada Parque Nacional el 8 de diciembre de 1980 con el
objetivo de conservar su biodiversidad y belleza escénica, además de per-
mitir el desarrollo de la investigación científica.
Por esta razón, y como fruto de casi tres décadas de trabajo en la zona, la
Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Guadalajara,
así como otros centros educativos del país, han conseguido acrecentar el
conocimiento sobre la flora y la fauna, la ecología y la biología reproductiva
de diversas especies, además de los aspectos geomorfológicos y socioeco-
nómicos del lugar. En este sentido, Isla Isabel es un lugar emblemático que
ha aportado información trascendente para los investigadores de todo el
mundo en temas de la mayor relevancia para la Biología Evolutiva moder-
na, así como sobre el impacto del fenómeno del Niño en el Pacífico.
En Isla Isabel se reproducen de 17 mil a 20 mil aves de nueve especies;
allí pueden observarse la fragata magnífica, el bobo de patas azules, el
bobo café, el bobo de patas rojas, el pelícano café, el ave del trópico o
rabijunco —considerada una especie amenazada y sujeta a protección
especial para su conservación—, la gaviota ploma o parda, también bajo
protección especial, además de la pericota y la golondrina café o boba.
Gracias al hermoso libro que tienes en tus manos, podrás deleitarte con
la visión que tiene de la isla Claudio Contreras Koob, fotógrafo excepcio-
nal que ha dedicado su tiempo e imaginación a capturar con su lente este
refugio natural. Además, contiene un espléndido ensayo introductorio escri-
to por los destacados investigadores Hugh Drummond y Roxana Torres,
quienes aportan una visión global de la historia del lugar y los alcances
logrados por la investigación científica realizada ahí desde los años ochen-
ta del siglo pasado, además de presentar información detallada sobre cada
una de las aves marinas sujetas a estudio.
La lectura y la contemplación detenida de esta obra te transportará a esa
isla única para convertirte también en un observador privilegiado de las
maravillas que ahí existen.
Es un honor para mí darte la bienvenida a Nayarit y a Isla Isabel, uno de
los secretos mejor guardados del Pacífico mexicano.
Lic. Ney González SánchezGobernador Constitucional del Estado de Nayarit
La conservación de la naturaleza representa, por muchas razones
cada vez mejor comprendidas, la construcción de futuro para la
vida de todas las especies, incluyendo la humana. Esto quiere
decir que la naturaleza no necesita de nosotros sino somos noso-
tros quienes dependemos de ella. Sin embargo, esta noción tan
sencilla y contundente no es refrendada en la actitud que como humanidad
tenemos respecto de la misma.
El reconocimiento de nuestra dependencia es el que ha originado los
pocos visos de sostenibilidad que hemos sido capaces de elaborar y con-
tinúa siendo el aliciente y la esperanza para que eventualmente hagamos
caso de lo que como seres “racionales” vamos encontrando. Es por ello
que la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas —como una ins-
titución que basa sus decisiones en el mejor conocimiento disponible—
fomenta y a la vez depende de que la base de dicho conocimiento se vaya
ampliando. Creemos firmemente que, además de conocimiento, la socie-
dad requiere ser transformada en su forma de vivir y apropiarse de la natu-
raleza hacia patrones más sostenibles, a través de una verdadera evolución
cultural que se dirija hacia la conservación del mundo natural.
Por esta razón, nos da mucho gusto ser testigos y participantes, junto a
los protagonistas, de la conjunción de conocimiento y cultura expresados
en este libro sobre el Parque Nacional Isla Isabel.
Isla Isabel fue reconocida desde hace décadas como un “santuario de
aves” y esa fue la principal razón de lograr su decreto en 1980. Si bien así
era definida, mencionada e incluida en valoraciones generales de la biodi-
versidad regional, no fue objeto de investigaciones específicas sino hasta
más tarde. Hace 25 años, cuando esta isla se encontraba abandonada de
la atención pública y amenazada por un afortunadamente fallido proyecto
turístico (el esqueleto de un “elefante blanco” que era más motivo de ver-
güenza que de potencial), iniciaron allí su labor investigadores de la UNAM.
A ellos, una vez que hubo una historia que contar, se han sumado un exce-
lente fotógrafo y un grupo editorial para quien el libro no es una simple
producción más sino un reflejo de su vocación.
En Isla Isabel se ha desarrollado un trabajo que desde el principio requi-
rió de gran disciplina para mantener el rumbo. Un rumbo alimentado por
una convicción y compromiso que proporciona a los investigadores una
energía que para muchos otros es difícil de entender. Sólo esa energía
puede explicar la persistencia —obstinación dirían otros— con que se logra
año con año, temporada tras temporada, con altibajos y riesgos, mantener
una investigación de largo plazo. En el investigador, la creatividad es nece-
saria para entender el momento y el sentido de su trabajo y para mante-
nerlo vigente sin sacrificar su objetividad y valor en el tiempo. Es la misma
creatividad que requiere el fotógrafo y el editor para lograr transmitir la
belleza de la naturaleza y aportar, más que un collage de imágenes y tex-
tos, una unidad de propósito que contribuya a la conservación con una
visión de futuro. De esta manera es posible abonar permanentemente a la
ampliación del conocimiento y la cultura para la conservación.
Gracias a todos por esta entrega de tantos años y de tanto esfuerzo, y
por hacer a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas partícipe
de este momento de concreción. Que sigan dando muchos frutos para
beneficio de Isla Isabel, de México y de nuestro planeta. A los lectores:
Disfruten de este bello libro y lo que representa.
Dr. Ernesto Enkerlin HoeflichComisionado de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas
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En el horizonte azul de las costas del estado de Nayarit y sobre
la plataforma continental que rodea la costa del Pacífico se
encuentra una pequeña isla llamada Isabel. Su origen se
remonta hasta aproximadamente 3.5 millones de años, y sus
formas se deben a los restos de nueve antiguos cráteres vol-
cánicos. Con el paso del tiempo y bajo los efectos de la erosión marina,
eólica y pluvial, así como por los movimientos terrestres naturales, los crá-
teres se han ido moldeando hasta producir las elevaciones, los acantilados
y los isleos (fragmentos rocosos de la misma isla separados por el mar) que
configuran su territorio. Sólo un cráter conserva su fisonomía original y en
su interior mantiene un plácido lago con un diámetro de 270 metros. El
agua que contiene el lago cráter es 68 por ciento más salada que la del
mar que rodea la isla, probablemente debido a la falta de conexión con el
océano o algún otro drenaje. Aun cuando la mayor parte de la isla está for-
mada por cerros y acantilados, tiene también dos planicies de forma casi
circular, resultado del relleno de antiguos cráteres destruidos. Al este se
AVES MARINAS ENISLA ISABEL
HUGH DRUMMOND Y ROXANA TORRES
encuentran dos de los isleos más atractivos, dos enormes rocas de 20 y 30
metros de altura respectivamente, conocidas como Las Monas, y al noro-
este se aprecia un isleo en forma de media luna —de 15 metros de altura
y alrededor de 50 metros de largo— conocido como Cerro Pelón.
Isla Isabel se ubica en línea recta a 28 kilómetros de la costa de Nayarit
y a 61 kilómetros al suroeste de Islas Marías. Los pescadores y turistas que
la visitan viajan desde San Blas (a 70 kilómetros) y Boca de Camichín (a 35
kilómetros), ambos en el mismo estado de Nayarit. El clima es tropical sub-
húmedo con lluvias en verano, y la temperatura promedio mensual oscila
entre 22°C durante enero, el mes más frío, y 30°C en septiembre, el mes
más caliente.
La isla está circundada por acantilados y playas de formas muy diversas.
En la Playa de Las Monas, de arena color canela y granos finos, se pueden
encontrar restos de corales, cangrejos y moluscos de varias especies, así
como algunas aves playeras. En contraste, al sur de la isla, casi siempre
rodeada de pangas y cubierta por fragmentos de corales blancos debido
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al efecto del sol y el agua de mar, se encuentra Bahía Tiburonera o Bahía de
Pescadores. Más pequeña, pero con un encanto particular, la Playa de Las
Iguanas tiene apenas 40 metros de largo y una parte de ella es una cueva,
mientras que Playa del Ocaso, formada por derrames de lava y restos de
coral y ubicada entre dos acantilados, es un lugar perfecto para deleitarse
con los sonidos y formas de las olas que rompen contra las rocas.
Pese a que cuenta con una superficie de sólo 82 hectáreas, la isla resul-
ta excepcional por su belleza y por su importancia biológica. La vegetación
está compuesta principalmente por un bosque tropical caducifolio forma-
do por dos especies, el roache y la tomeca o papelillo. El roache es la espe-
cie más abundante —llegando a formar bosques exclusivos— y la altura de
este frágil árbol varía entre los dos y los nueve metros, dependiendo del
suelo y la humedad, en tanto que la tomeca alcanza una altura entre los
dos y los cinco metros. Existen también zonas cubiertas por pastizales y
algunas especies que han sido introducidas como piña, plátano, limón,
coco, caña de azúcar y papaya.
En la isla se reproducen siete especies de reptiles: iguana café, iguana
verde, lagartija espinosa, lagartija rayada, cuija, culebra falsa coralillo y
culebra de cristal. Los cangrejos terrestres, como el cangrejo ermitaño, son
muy abundantes y se les puede encontrar casi en cualquier rincón.
Isla Isabel se encuentra en la ruta de las ballenas jorobadas, de ahí que
en las inmediaciones —durante los meses de diciembre a abril— sea posi-
ble observarlas mostrando sus enormes cuerpos fuera del agua o nave-
gando acompañadas de sus crías. En la zona marina cercana a la isla tam-
bién se pueden encontrar tortugas marinas (golfina, prieta y carey), delfi-
nes y orcas. Un estudio reciente reportó la presencia de 24 especies de
tiburones y rayas en los alrededores, lo que representa una diversidad
relativamente alta de este grupo de peces selacios tan diezmados por la
actividad humana.
La isla es un lugar particularmente especial por su importancia como
refugio y sitio de anidación para gran número de aves. Han sido reporta-
das allí 92 especies, la mayoría transeúntes que utilizan su territorio como
sitio de descanso durante sus viajes migratorios o para visitas temporales
que les permiten el aprovechamiento de los recursos disponibles.
Sin duda, los habitantes más notables son las aves marinas. En Isla Isabel
se reproducen alrededor de 17 mil a 20 mil aves pertenecientes a nueve
especies: la fragata magnífica, el bobo de patas azules, el bobo café, el
bobo de patas rojas, el pelícano café, el ave del trópico o rabijunco (consi-
derada una especie amenazada y sujeta a protección especial para su con-
servación), la gaviota ploma o parda (también bajo protección especial), la
pericota y la golondrina café o boba. Estas aves aprovechan la abundancia
de peces sobre la plataforma continental, cerca del límite sureño de las
frías y productivas aguas de la Corriente de California. Sin embargo, algu-
nas especies también sobrevuelan las profundas y menos productivas
aguas “azules” del Océano Pacífico, explotando los pequeños parches de
peces pelágicos más allá de la plataforma continental.
Acostumbradas a anidar en pequeñas islas oceánicas donde los depre-
dadores terrestres son escasos, las aves marinas son relativamente dóciles
y fáciles de observar. En consecuencia, durante los últimos 29 años algu-
nas especies se han convertido en modelos de estudio para el entendi-
El lago cráter es uno de los nueve cráteres que dieron origen a la isla Isabel.
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miento de las relaciones de pareja y el conflicto y cooperación entre fami-
liares, así como otros temas de la Ecología Conductual moderna.
EL BOBO DE PATAS AZULES
En Isla Isabel anidan aproximadamente tres mil bobos de patas azules,
conocidos a lo largo del continente americano por sus despliegues sor-
prendentes y graciosos, además de la alegre conmoción en sus colonias. En
ellas, cientos de adultos parecen entretenerse continuamente gruñendo y
chiflando mientras posan y caminan exhibiendo sus brillantes patas. Los
machos pesan aproximadamente 1,280 gramos y las hembras 32 por cien-
to más. Durante el cortejo, que inicia entre los meses de noviembre a enero,
los machos establecen un territorio desde el cual despliegan una serie de
movimientos y vocalizaciones para atraer a las hembras. En la ejecución de
uno de los despliegues más llamativos y frecuentes, “apuntando al cielo”,
extienden sus alas rotándolas hacia adelante, levan-
tan las plumas de la cola, apuntan con el pico al
cielo y producen a la vez un llamado en forma de sil-
bido o gruñido; finalmente, terminan levantando las
patas alternadamente de forma exagerada y, en
algunos casos, realizando una pequeña caminata.
Por su parte, las hembras pasean entre los territo-
rios de los machos y, cuando encuentran un indivi-
duo atractivo, se acercan respondiendo también
con despliegues recíprocos. Una vez que la pareja
ha sido seleccionada, machos y hembras se cortejan
periódicamente hasta seis horas al día, intercam-
biando despliegues y exhibiendo ostentosamente
sus patas azules en lo que parece una danza rituali-
zada. Este sorprendente cortejo es un proceso
importante para las decisiones reproductivas de
ambos miembros de la pareja y puede durar hasta
seis semanas.
Las patas azules de los bobos
El color de las patas es una de las características más atractivas de estas aves.
En los animales, algunos rasgos extravagantes (llamados señales sexuales u
ornamentos, como el canto o el color del plumaje en aves) funcionan como
señales y son clave para la reproducción, ya que ayudan en la obtención y
defensa de la pareja. En el bobo de patas azules, el color de las membranas
de las patas varía de un azul turquesa a un azul oscuro y se ha descubierto
que este rasgo opera como una señal sexual. A diferencia del color en el plu-
maje de otras aves, el color en las membranas es una señal dinámica que
puede cambiar en cortos periodos. Por ejemplo, un mal día de pesca puede
reflejarse en un color de patas azul oscuro. El color de las patas cambia tam-
bién en relación con el periodo reproductivo: durante el cortejo es un azul
turquesa brillante y se vuelve azul más oscuro durante la incubación y la
crianza. En los machos, tal intensidad de color parece indicar su capacidad
para alimentar y cuidar a su progenie, ya que está
relacionado con el buen crecimiento de sus crías. En
estas aves entonces, el color de las patas indica la
condición nutricional y de salud, y podría señalar qué
tan buen padre es un individuo. Recientemente se des-
cubrió que el color de las patas varía con la edad:
durante el cortejo, las aves más jóvenes despliegan
patas de un azul turquesa muy intenso que, con el paso
de los años, va cambiando a un azul más oscuro. Todo
lo anterior sugiere que el color de las patas de los
bobos brinda información relevante para elegir o eva-
luar a una pareja, y para decidir, en función de la con-
dición de la pareja, cuánto será invertido en las crías.
Pero, ¿realmente utilizan las hembras el color de
las patas de los machos para elegir y evaluar a sus
parejas? ¿Son capaces de usar esta información para
decidir cuántos huevos poner o cuánto invertir en
las crías? Efectivamente, las hembras disminuyenUn macho de bobo de patas azules.
sus despliegues de cortejo y copulan menos cuando sus parejas cambian
de un color de patas azul turquesa a un azul más oscuro. Más aun, cuando
el color de las patas de sus parejas cambia a un azul oscuro durante el
periodo de puesta, las hembras ponen huevos más pequeños y menos
pesados, lo que disminuye las probabilidades que las crías tienen de
sobrevivir. Es decir, las hembras utilizan el color de las patas de los machos
para elegir y evaluar a la pareja, y pueden modificar su inversión en el
huevo cuando la pareja sufre un cambio dramático en el color de sus patas.
Las hembras también tienen las membranas de las patas de color azul,
aunque durante el cortejo muestran un tono más oscuro que el de los
machos. En muchas especies son los machos los que despliegan ornamen-
tos exagerados; no obstante, en algunos casos, las hembras también poseen
ornamentos menores, iguales o inclusive mayores a los que exhiben los
machos. Durante mucho tiempo se consideró que tales rasgos en las hem-
bras no constituían señales sexuales, ya que no cumplían ninguna función
en la elección de pareja y sólo resultaban como consecuencia de una corre-
lación genética con un rasgo que se presentaba en los machos. Aun así, en
especies donde el macho participa en el cuidado y crianza de la progenie,
es de esperarse que los machos también sean selectivos al elegir pareja. El
macho de los bobos de patas azules prefiere a las hembras con patas de
color azul turquesa brillante (las hembras con patas más oscuras reciben
menos cortejo de sus parejas y de machos vecinos). Tal preferencia del
macho podría resultar del hecho que las hembras con patas de color tur-
quesa brillante producen puestas más grandes y que las patas de color azul
oscuro indican una baja condición nutricional. Al preferir hembras con patas
azul turquesa brillante, los machos están eligiendo hembras más fecundas
y en mejor condición nutricional. En conclusión, en esta especie el color de
las patas parece ser una señal sexual favorecida por elección mutua.
Crianza y conflictos familiares
Los bobos de patas azules son socialmente monógamos; es decir, un macho
y una hembra crían juntos a sus pollos. Sin embargo, igual que con la mayo-
ría de las aves, la monogamia es combinada con infidelidad. Pese a que
algunas parejas pueden permanecer juntas a lo largo de varios años, en
cada época reproductiva los dos miembros de cada pareja suelen cortejar
y copular con individuos adicionales: sus amantes. Tanto el macho como la
hembra se protegen de dichas infidelidades vigilando de cerca a su pareja,
aunque de cualquier modo ocurren cópulas clandestinas (¡a veces flagran-
tes!) con los amantes. La infidelidad genera conflictos de intereses y los ries-
gos no son simétricos para los dos sexos. Si una hembra copula con un
macho extra, podría resultar que algunas de las crías en el nido no sean
hijos del macho pareja. Como la inversión en la crianza es larga y costosa,
los machos tratan de evitar ser engañados por una hembra infiel y terminar
alimentando a crías ajenas. En ocasiones, cuando un macho no ha podido
vigilar adecuadamente a su pareja y, por tanto, no está seguro de ser el
padre genético de la cría, expulsa al huevo sospechoso del nido, come-
tiendo infanticidio. Las hembras no están exentas de riesgos, dado que a
veces alguna vecina, aprovechando alguna distracción, intenta poner un
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Dos crías de bobo patas azules con uno de sus padres.
huevo en su nido. La hembra, por supuesto, resiste este tipo de parasitis-
mo, expulsando a la vecina tan pronto como la detecta, pero el macho no
se muestra tan decidido, ¡tal vez porque a veces la vecina es su amante!
La mayoría de las hembras ponen sus huevos entre enero y febrero, aun-
que algunas lo hacen mucho más tarde; todavía en julio se pueden encon-
trar nidos con huevos recién puestos, a pesar de que estas puestas tardías
pocas veces tienen éxito. Dentro del territorio establecido por el macho y
luego de decidir en conjunto dónde conviene localizar el nido, el macho y la
hembra escarban una depresión somera en el suelo arenoso del bosque. Los
huevos que la hembra pone (uno a tres) implican un compromiso de medio
año de cuidado parental por parte de los dos padres: 40 días de incubación
seguidos por cuatro o cinco meses de cuidado, defensa y alimentación de
las crías. Los dos adultos se coordinan para atender continuamente a sus
polluelos, y hasta diez veces por día, incluida la noche, regurgitan en sus
bocas los peces que han capturardo en su última excursión océanica. En esta
etapa, el éxito depende de las condiciones ambientales; en especial si las
aguas calientes del fenómeno climatológico conocido como El Niño están
mermando los cardúmenes de sardinas y anchovetas en la plataforma conti-
nental. Cuando esto ocurre, suele desatarse una gama de conflictos violen-
tos que, con frecuencia, se resuelven por medio del fratricidio e infanticidio.
¡En pocas especies de animales quedan tan patentes los conflictos de inte-
reses entre familiares y los que surgen entre vecinos, así como las tácticas
adoptadas para obtener ventajas o matizar desventajas!
Conflictos entre hermanos
Las hembras suelen poner dos o tres huevos, aun cuando las perspectivas
de la pesca sean adecuadas para alimentar a sólo una o dos crías. Los hue-
vos extra funcionan como “pólizas de seguro”, pero también generan con-
flictos familiares. Estos huevos extra sustituyen a los que son depredados
por la gaviota ploma o que resultan ser infértiles y, en años de buena
pesca, es posible que la nidada completa pueda sobrevivir. Cuando la
nidada completa eclosiona es conveniente alimentar a todas las crías hasta
que emplumen o, si la pesca va mal, hasta comprobar que efectivamente
no alcanza para todas. En esta situación, lo conveniente para la familia es
que muera una cría para garantizar la supervivencia y el bienestar de las
demás, aunque obviamente a ninguna de las crías le conviene ser la victi-
ma, ¡mejor que muera un hermano! Este conflicto básico de intereses entre
hermanos es orquestado por la madre, quien pone y eclosiona sus huevos
a intervalos de cuatro días, poniendo en clara desventaja a los hijos de
menor edad.
En este marco de conflicto, en cada nidada de dos crías la mayor ase-
gura su prioridad en la repartición de alimento y su dominancia psicológica
sobre la menor, agrediéndola todos los días a partir de la eclosión. Los pico-
tazos y mordidas dirigidos principalmente a la nuca y el cráneo (¡inclusive a
los ojos!) no matan ni causan heridas, pero aplicados regularmente condi-
cionan al consanguíneo a aceptar el papel de hermano subordinado duran-
te la convivencia de varios meses en el territorio familiar. El hermano menor,
en cambio, luego de fracasar rápidamente en imponerse agresivamente,
defiende sus propios intereses sometiéndose a la agresión, lo cual aplaca la
violencia del hermano y asegura la armonía de una relación concertada de
dominancia-subordinación. Sin embargo, en una minoría de nidadas, si la
cría menor detecta señales de debilidad en su hermano, monta una cam-
paña de resistencia agresiva y, con el tiempo, logra derrocarlo. Dado que
las crías dominantes responden a la insubordinación aumentando los ata-
ques, una cría menor sólo puede invertir la relación de dominancia si es
capaz de sostener sus ataques durante varios días o semanas de repetidas
batallas. A pesar de ello, para la gran mayoría de las crías menores es más
conveniente conformarse con el papel de subordinada.
El éxito de los dos padres en la pesca es lo que determina si las crías
hermanas convivirán hasta emplumar e independizarse de los padres, o si
la cría más subordinada de la nidada será eliminada. La señal que desata
el fratricidio es el hambre de la cría dominante. Los padres casi nunca
intervienen abiertamente en el conflicto entre sus crías y si intentan influir
en la violencia fratricida es sólo de manera sutil, moderando su aportación
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de alimento o la repartición del
mismo. Así, cuando las sardinas y
anchovetas transferidas a la cría
dominante son insuficientes y su
peso desciende 75 a 80 por cien-
to de lo normal, los picotazos y
mordidas dirigidos al hermano
subordinado aumentan hasta en
un 500 por ciento, provocando la
marginación y, con el tiempo, su
salida forzada. Algunas de las
crías subordinadas que huyen de
su nido logran burlar las defensas
de una pareja de vecinos y se
vuelven parásitos, colocándose
como hijos adoptivos que compi-
ten por alimento con los hijos genuinos. No obstante, la mayoría de las
crías expulsadas son detectadas y ferozmente atacadas por los adultos
vecinos y mueren debido a lesiones múltiples, inanición o estrés térmico.
Victimas de la sobreproducción de huevos y la agresión fratricida, termi-
nan como alimento de los cangrejos, las gaviotas, las ratas o, antes de que
fueran erradicados de la isla, los gatos ferales (gatos domésticos que se
convierten en montaraces).
Curiosamente, en la competencia entre crías hermanas, el entrena-
miento de los individuos en la dominancia-subordinación es tan fuerte que
el tamaño superior de las hembras tiene poca importancia. A partir de la
eclosión, las hembras de este bobo crecen más rápido que los machos
(¡aún cuando reciben la misma cantidad de alimento!), llegando a ser, en
promedio, 27 por ciento más pesadas. En consecuencia, a las seis semanas
de edad una hembra rebasa en tamaño a un hermano macho mayor, pero
en esa etapa el entrenamiento de los dos está completo, por lo que ella
sigue sometiéndose y él sigue dominándola.
Más sorprendente aún resulta que la dominancia-subordinación en la
infancia no deja grandes huellas en el adulto. Con el paso del tiempo, las
crías subordinadas y dominantes que sobreviven hasta el emplumado
regresan en números similares (37 y 41 por ciento respectivamente) para
anidar en la misma colonia, lo cual indica que no difieren en su capacidad
de pescar y sobrevivir. Pero es posible que no sean del todo equivalentes
en sus capacidades; hay indicaciones de que las ex-subordinadas logran
anidar más temprano en la época y producir más progenie propia que los
ex-dominantes. ¿Será que la experiencia de la subordinación durante la
infancia templa el carácter? ¿O que el ejercicio de la dominancia durante
la infancia desgasta a las crías? Y, ¿por qué será que en algunas genera-
ciones son los ex-dominantes quienes prosperan, mientras en otras gene-
raciones les ganan los ex-subordinados? Realizando análisis detallados de
los curricula vitae de miles de aves anilladas, los biólogos de la UNAM están
intentando contestar estas preguntas.
Algunas crías abandonan la isla y migran cientos de kilómetros al norte
para establecerse en otras islas; aunque son las menos. La mayoría de las
crías escoge reproducirse en su isla natal, colocando su primer nido a
menos de 30 metros del nido donde nacieron, dos y seis años antes ¡y a
una distancia similar de los nidos actuales de sus progenitores! Todo pare-
ce indicar que los bobos regresan a anidar año con año en Isla Isabel hasta
que mueren. Es probable que algunos individuos vivan hasta 20 o 30 años,
pero a partir de los diez a doce años muestran efectos de senescencia.
EL BOBO CAFÉ
En Isla Isabel hay entre mil y 1,500 nidos del bobo café, una ave más dis-
creta y pequeña que el bobo de patas azules. Los machos pesan poco
menos de un kilo y las hembras 31 por ciento más. Estas aves llevan a cabo
su cortejo a lo largo de varias semanas durante los meses de mayo a julio,
realizando despliegues aéreos y en tierra firme. Posiblemente más ágiles
que el bobo de patas azules, los machos son incluso capaces de realizar
despliegues elaborados durante el vuelo, como el despliegue “apuntando
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Una pareja de bobos patas azules.
al cielo”. El macho es quien establece el territorio, aunque en algunos
casos son las hembras las que llegan primero y esperan hasta que aparez-
ca la pareja adecuada. Algunas parejas se mudan, pero otras regresan
exactamente al mismo sitio para reproducirse durante años sucesivos. Son
socialmente monógamas, y hay parejas que se mantienen juntas durante
varias temporadas reproductivas. Como ocurre con varias otras aves
monógamas, en el bobo café las cópulas extra-pareja son frecuentes y se
han reportado casos de bigamia, en los que un macho o una hembra cor-
tejan, copulan y tienen un nido con huevos de dos parejas diferentes.
El bobo café anida en plena época de lluvias, varios meses más tarde
que su congénere de patas azules. Tal vez para evitar la inundación de sus
nidos los construye amontonando pastos y los emplaza en laderas con
pendientes pronunciadas. Parecido a su congénere de patas azules en
muchos aspectos, el bobo café tiene que realizar excursiones más largas
con el fin de obtener suficientes peces para su progenie y el fratricidio
entre sus crías es incondicional.
Igual que el bobo de patas azules, el bobo café consigue toda su comi-
da echándose clavados y persiguiendo los peces bajo el agua pero, al
parecer, sólo aporta suficiente alimento para una cría. La mitad de las
parejas ponen un sólo huevo y la otra mitad, dos huevos. El segundo
huevo sirve únicamente como póliza de seguro, por si el primero es depre-
dado por una culebra o una gaviota o resulta infértil. Por ello, en las fami-
lias donde eclosionan dos huevos y ninguna de las dos crías es depredada,
una cría sale sobrando y debe ser eliminada. Lo más probable es que los
padres tengan la capacidad de alimentar dos crías, pero no están dispues-
tos a esforzarse tanto porque implicaría un desgaste que los podría con-
ducir a una muerte prematura o, al menos, a una reducción en el número
total de crías que podrían producir a lo largo de su vida. Así, los padres de
dos crías son probablemente cómplices del fratricidio que siempre ocurre
en sus nidos, y quizás justamente para facilitarlo es que crean nidadas en
las cuales la cría mayor aventaja a la menor con cinco días de edad; lo cier-
to es que nunca impiden la agresión desatada entre sus crías.
Las crías, por supuesto, discrepan respecto de quién debería ser la víc-
tima; la segunda cría de bobo café no asume el papel de subordinada,
como suele hacer la segunda cría del bobo de patas azules, quien tiene
una elevada probabilidad de sobrevivir y emplumar junto con su hermano
mayor. Frente a la perspectiva de la eliminación incondicional, la segunda
cría de bobo café está dispuesta a lanzarse contra su hermano mayor e
intentar, por poco probable que sea, matarlo antes de ser ella la que
muera. No tiene nada que perder, y sus ataques decididos contra un rival
más grande y poderoso son virtualmente el único camino posible hacia la
supervivencia. Por su parte, la primera cría, frente a un rival dispuesto a
atacar desesperadamente y cuya desventaja de edad y tamaño tenderá a
desaparecer progresivamente con el paso del tiempo, se ve obligada a ani-
quilarla a la primera oportunidad.
En contraste con el bobo de patas azules, las segundas crías del bobo
café nunca aprenden a ser sumisas y las crías mayores no usan amenazas
vocales para controlar a sus hermanos; más bien, es una lucha desatada,
desigual y casi siempre letal. Además de los picotazos y mordidas que
caracterizan a sus congéneres, los bobos café utilizan una conducta propia
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Detalle de la cabeza de una macho de bobo café.
y que claramente es una adaptación para conseguir no el sometimiento
sino la muerte inmediata del hermano. A unos cuantos días de edad, tanto
la primera como la segunda cría intentan atrapar a su rival con las mandí-
bulas, levantarlo, caminar rápidamente hasta la orilla del nido y soltarlo al
precipicio. Así, las segundas crías (o raras veces las primeras) son expulsa-
das del nido y, careciendo de capacidad locomotora para subir por la lade-
ra y reingresar, mueren afuera en unas cuantas horas.
Extrañamente, los padres ocasionalmente cuidan a una cría expulsada,
tocándola con el pico y, cuando la cría queda sobre la ladera del nido, aco-
modan pastos en su alrededor. Sin embargo, dado que ésa es la única
ayuda que brindan y que no es suficiente para salvar a la cría, es poco pro-
bable que la selección natural haya favorecido el rescate parental de las
crías expulsadas.
EL BOBO DE PATAS ROJAS
En pocas visitas a Isla Isabel se logra observar a los bobos de patas rojas.
Se reproducen en la isla todos los años entre febrero y julio, pero la colo-
nia que allí existe nunca llega a más de diez parejas. El de patas rojas es el
más pequeño de los tres bobos que anidan en la isla: los machos pesan 880
gramos y las hembras siete por ciento más. Estas aves colocan sus nidos uno
cerca del otro en las ramas superiores de los árboles. El macho trae la mayo-
ría de las ramitas y es principalmente la hembra quien construye el nido.
Este bobo destaca por la
sutil belleza de los tonos de
su cara y el sorprendente
rojo de sus membranas digi-
tales, pero su característica
más excepcional es la exis-
tencia de dos morfos: algu-
nos individuos son blancos y
otros café, sin que existan
morfos intermedios.
Volando a 46 kilómetros por hora, este bobo realiza excursiones de pesca
hasta cientos de kilómetros sobre las poco productivas aguas azules del
Pacífico. Se echa clavados para atrapar a los peces y calamares que huyen
de los depredadores pelágicos, y aprovecha la agilidad que le confieren sus
alas y cola largas para capturar peces voladores en el aire. Parecido a los
otros bobos de la isla, el patirrojas puede usar tanto sus patas como sus alas
para impulsarse debajo del agua y pescar a sus presas; a veces desciende
varios metros para lograrlo.
En general, el bobo de patas rojas se reproduce por primera vez entre
los tres o cuatro años de edad; pone sólo un huevo y cuida una cría. Los
turnos de incubación de los padres varían entre uno y seis días, como con-
secuencia de sus largas excursiones de pesca. En contraste, los turnos del
bobo de patas azules y el bobo café, que duran unas cuantas horas, refle-
jan excursiones de pesca cortas, de sólo unas decenas de kilómetros.
Veintidós años es la vida más larga que se ha documentado de esta ave,
pero es probable que una minoría de bobos de patas rojas sobreviva bas-
tante más.
LA FRAGATA MAGNÍFICA
La fragata magnífica o tijereta es, sin duda, el ave marina más numerosa, vis-
tosa y bizarra de la isla. Aunque el número de individuos varía a lo largo del
año, en los periodos de mayor actividad pueden encontrarse entre seis mil
a siete mil tijeretas en la isla. En el aire parece un papalote delgado con cola
en forma de tijera y extraordinarias capacidades de vuelo. Es muy ligera gra-
cias a sus huesos porosos (todo el esqueleto seco pesa apenas 80 gramos) y
a que acumula muy poca grasa. La forma de su cuerpo es aerodinámica, con
un abdomen en forma de quilla semejante al que posee el diseño de un
barco. Es el ave que presenta la mayor envergadura de alas (casi dos metros)
en relación con su peso corporal (1,400 gramos el macho y 1,600 gramos la
hembra). Las plumas de la cola son largas (45 centímetros) y bifurcadas, y
funcionan como un timón y un freno, proporcionándole gran capacidad de
maniobra. Su vuelo combina largos periodos en los que las aves planean (un
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Bobo de patas rojas.
tipo de vuelo muy económico en términos energéti-
cos) y periodos de aleteo activo en los que pueden
alcanzar velocidades muy altas.
A diferencia de otras aves marinas que se sumer-
gen para conseguir alimento, las fragatas nunca se
meten voluntariamente en el agua y sólo pescan en
la superficie. La mayoría de las aves presentan en la
base de la cola un saco llamado glándula uropigial,
que produce una mezcla de grasa y otras sustancias
que, con la ayuda del pico, aplican en sus plumas
para impermeabilizarlas mientras se acicalan. En las
fragatas esta glándula es muy pequeña, lo que les
impide engrasar sus plumas y, por tanto, sumergirse
en el agua para pescar. Realizan viajes de pesca de
cientos de kilómetros, muchas veces planeando a
gran altura mientras inspeccionan la superficie del
mar. Con frecuencia, antes de emprender un viaje,
se les ve planeando en círculos para ganar altura
aprovechando las corrientes de aire caliente que
suben desde la misma isla. Cuando se trata de pesca
directa, su dieta se compone de peces voladores y calamares que suben a
la superficie durante la noche. No obstante, aprovechando su capacidad
de vuelo y maniobra han desarrollado formas alternativas de alimentación:
robar las presas a otras aves y aprovechar los restos descartados por los
barcos pesqueros. Sólo las hembras y algunos juveniles practican la pira-
tería. Aun cuando las persecuciones son muy espectaculares por las pirue-
tas aéreas que realizan, el éxito es bajo y sólo seis por ciento de los inten-
tos de robo tienen éxito. En cambio, los desechos de barcos camaroneros
son presa fácil y representan aproximadamente 80 por ciento de la dieta
de esta especie.
La fragata magnífica anida por primera vez a edades de más de cinco
años y se ha especulado que puede sobrevivir más de 30 años.
Cortejo
Durante el cortejo, que ocurre entre los meses de
septiembre a febrero, los machos despliegan un
gran saco de color rojo en forma de globo, llamado
saco gular, que contrasta con su plumaje negro.
Dicho saco gular es una membrana inflable, locali-
zado abajo del pico. Por su parte, las hembras tie-
nen un plumaje con un gran parche blanco en el
pecho, que contrasta con su cuerpo negro. Al inicio
de la temporada reproductiva, los machos se man-
tienen perchados en las ramas de los árboles exhi-
biendo sus globos rojos con suaves movimientos
acompañados por el tamborileo de sus llamadas.
Las hembras sobrevuelan el área inspeccionando a
los machos antes de percharse junto al elegido. Una
vez juntos, hembra y macho permanecen perchados
en contacto físico por periodos de entre uno y 12
días. Durante este tiempo de “noviazgo” no se ali-
mentan ni dejan el sitio hasta que ocurre la primera
cópula. Con seguridad, cada quien demuestra su
calidad y su entrega, evaluando al otro (¡quedarse 12 días perchado bajo
los rayos del sol sin comer no debe ser tarea fácil!) Una vez iniciado el
periodo en que la pareja copula, el macho se aleja para traer ramas a la
hembra, quien dedica de siete a 23 días a la construcción del nido, entre-
tejiendo las ramas con su pico.
Cuidado parental y conflictos en la pareja
Ambos padres incuban su único huevo durante 56 días, alternándose apro-
ximadamente cada tres. Al nacer, las crías no pueden regular su tempera-
tura corporal, de modo que necesitan la presencia de un adulto para que
éste les proporcione calor durante la noche y las proteja de los intensos
rayos del sol durante el día. Aproximadamente a los 20 días de edad, el
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Un juvenil de fragata posado sobre los árboles.
pollo es capaz de regular su temperatura y los padres empiezan a dejarlo
solo, regresando al nido únicamente para alimentarlo. Al principio, las ali-
mentaciones son frecuentes; sin embargo, en crías más grandes, éstas se
van espaciando y pueden transcurrir de tres a cinco días entre cada una
(aunque se tiene el registro de una cría que esperó durante ocho días para-
da en su pequeño nido bajo los intensos rayos del sol, antes de que sus
padres volvieran a alimentarla).
Para que una cría de fragata pueda sobrevivir hasta ser independiente,
necesita la alimentación de los padres por alrededor de un año y medio;
un periodo de crianza extremadamente largo en comparación con otras
aves. Durante las primeras semanas de la vida de un polluelo, el macho y
la hembra comparten de forma similar los cuidados y alimentación de la
progenie. Sin embargo, cuando la cría tiene entre uno y tres meses de
edad, el macho abandona el nido y se va de la isla dejando a la hembra
sola con la crianza por 12 a 15 meses más. Esta repartición de los cuidados
de la cría impone una limitación a las hembras, quienes sólo pueden repro-
ducirse cada dos años.
En contraste, los machos, al desertar temprano del cuidado de las crías,
pueden regresar a la colonia seis meses después (típicamente en octubre)
para intentar reproducirse en la siguiente temporada. De hecho, parecería
que hay una fecha límite para la deserción, puesto que hacia finales de
abril y principios de mayo todos los machos desertan de la crianza y de la
isla, dejando una colonia donde sólo pueden encontrarse hembras y crías.
Mediante el uso de radioemisores vía satélite sabemos que durante los
seis meses que se ausentan, los machos migran solos hacia otros sitios
(posiblemente de alimentación), incluso a varios miles de kilómetros de
distancia de la isla.
EL PELÍCANO CAFÉ
El pelicano café es enorme. Las hembras de esta subespecie pesan apro-
ximadamente 3,770 gramos y los machos 5,040 gramos, alcanzando un
máximo de 9.75 kilos. Es la única de las siete especies de pelícano en el
mundo que habita en el mar en lugar del agua
dulce, y la única que pesca sus presas echándose
clavados. Sus clavados no penetran tan profundo
como los de los bobos pero, en contraste, el peli-
cano café puede además pescar sentado sobre la
superficie del mar. Estas aves acostumbran clavar-
se desde una altura de hasta 20 metros, abriendo
las mandíbulas en el momento de entrar al agua y
cerrándolas al engullir los peces junto con una
cantidad de agua muy superior a su peso. Cuando
el pelícano levanta paulatinamente la cabeza, filtra el agua, tardando hasta un
minuto en drenar totalmente su buche y quedarse sólo con la carga de peces.
Los pelícanos pescan junto a la isla, y con frecuencia se agregan a la
pesca con los bobos y gaviotas plomas, cuando la comunidad de aves des-
cubre un manchón de peces en la superficie del mar. Además, hacen excur-
siones de decenas de kilómetros, casi siempre en pequeños grupos que
aletean y planean coordinadamente en formación de hilera o en “V”.
En el invierno, los pelícanos construyen alrededor de 100 nidos sobre el
suelo o sobre las copas de los roaches, formando pequeños manchones en
las aristas y las laderas escarpadas del valle central de la isla. El macho con-
sigue el material (ramitas) y la hembra construye. Ponen dos, o más común-
mente, tres huevos en intervalos de dos días, pero es raro que sobreviva una
nidada entera de tres crías. Igual que con el bobo de patas azules, las ter-
ceras y, ocasionalmente, las segundas crías suelen morir a través de fratrici-
dio, de modo que la nidada es “podada” para ajustarla a la capacidad ali-
menticia de los padres. En todas las nidadas, como rutina, ocurren picota-
zos, mordidas y amenazas vocales, siendo casi siempre la cría mayor quien
domina y lesiona a la otra con su enorme pico, mientras que la menor adop-
ta posturas de sumisión. Si el alimento que extraen las dominantes de las
cavernosas bocas de sus padres es insuficiente, intensifican sus ataques y
propician la muerte de sus hermanos por inanición o expulsión del nido, sin
que los padres hagan nada obvio para detener la agresión. Las crías exito-
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Pelícano café.