Ciclo B Hoy la escena del evangelio se desarrolla en la sinagoga de Cafarnaún.

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Ciclo B

Hoy la escena del evangelio se desarrolla en la sinagoga de Cafarnaún.

Jesús enseñaba con autoridad.

El tema principal del evangelio es:

Esa autoridad la manifiesta con las palabras y con los hechos, realizando uno de sus primeros milagros.

Jesús siempre, en sus palabras y en sus acciones, buscaba hacer el bien.

Jesús no era ni oportunista ni curandero, sino que todo lo hacía por amor.

Ni oportunista ni curandero,

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Jesús fue amigo y fue maestro. Su gran milagro era el amor.

Él no vino a este mundo a hacer milagros.

Sólo vino a traer la salvación.

Y, si hacía prodigios, fue por mostrar su gloria

y hacer callarse al hombre duro de corazón.

Él no hizo milagros buscando aplausos;

Arrancó la miseria de cuantos la sufrían; no quiso recompensa en ninguna ocasión.

Ni oportunista ni curandero, ni demagogo ni embaucador.

Jesús fue amigo y fue maestro. Su gran milagro era el amor.

Su gran milagro era el amor.

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El evangelio está tomado de san Marcos, como la mayoría de los domingos en este ciclo B.

San Marcos se lo escucharía narrar a san Pedro, presente en este suceso.

Mc 1, 21-28 Dice así:

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún.

Y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar,

se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios.

Jesús le increpó: “Cállate y sal de él”.

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.

Todos se preguntaron estupefactos: “¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen”.

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor

Jesús el día de sábado como todo buen israelita, va a la sinagoga. Ahora, por tener 30 años, además de leer, podía comentar lo leído.

Hoy nos habla el evangelio del asombro de la gente ante las palabras de Jesús.

El asombro ante la naturaleza puede ser un comienzo de fe.

La mayoría de la gente no se asombra ante la Palabra de Dios, porque no conecta con el Evangelio.

¿Será que los predicadores enseñan más al estilo de los “escribas y letrados

y no al estilo de Jesucristo?”

¿Y cómo enseñaban los letrados? Pues lo hacían por oficio, repetían lo que ellos habían aprendido antes. Hablaban con palabras superficiales que no llegaban al corazón. Predicaban sobre todo la letra de la ley, mas se olvidaban del espíritu.

Así a veces pasa con nosotros: que enseñamos cosas de religión y lo hacemos con rutina.

Porque los seres humanos decimos muchas veces palabras y palabras; pero no se parecen a las palabras de Jesús.

Las palabras de los hombres

son palabras y palabras;

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pero cuando tu nos hablas, tu palabra es la verdad.

Señor, danos tu palabra y podremos confiar.

Tu palabra, Señor, es un sol interior.

Tu palabra, Señor,

Tu palabra, Señor, es señal de bondad.

Las palabras de los hombres son palabras y palabras.

Pero cuando tu nos hablas, tu palabra es la verdad.

Señor, danos tu palabra

y podremos confiar.

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¿Cómo eran las palabras de Jesús?

Hoy nos dice el evangelio que la gente se asombraba porque hablaba

Autoridad no es lo mismo que autoritarismo.

Daba luz; pero no mandaba caer fuego sobre los que le escuchaban.

Enseñar con autoridad es hablar dando testimonio.

Jesús hablaba con autoridad:

1- Porque estaba empapado en lo que decía.

2- Porque creía profundamente en el mensaje.

3- Porque vivía los problemas de la gente.

La autoridad la reafirma Jesús con un milagro: sana a aquel enfermo o poseído por el demonio.

Podía ser un neurótico o un desequilibrado mental.

Hoy existen muchas clases de demonios: la mentira, el odio, la ignorancia, el relativismo, el ateísmo, el afán de placer unido a la riqueza.

Venceremos si estamos unidos con Jesucristo.

Parece como que alaba a Jesús, pero de hecho está sembrando la confusión. Eso es lo que sigue haciendo el mal entre nosotros.

Aquel hombre empieza a gritar y Jesús le hace callar.

La confusión era tener a Jesús públicamente por el Mesías. ¿Pero qué mesías? Para la gente el Mesías debía ser un guerrero y dominador. Jesús es el que nos enseña sobre todo el amor y Mesías es el que se pone al servicio de todos.

Jesús con este milagro libera a aquel hombre no sólo de un mal físico, sino sobre todo de ideas que le esclavizan.

Jesús quiere que colaboremos en liberar de la mentira, del odio y la ignorancia y de tantos males externos.

A nosotros nos corresponde imitar lo más posible a Jesús metiendo su mensaje bien

dentro del corazón.

Para ello sepamos decir de verdad “AMÉN” a las palabras de Jesús.

Jesús habla con autoridad porque, al estar unido al Padre, es la Palabra viva de Dios.

Ser la Palabra viva del Padre es como decir que Jesús es el AMÉN del Padre.

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A M É N

Amén Amén Amén

Cristo es el AMÉN del Padre;

de las divinas promesas que se realizan en Él.

El Amén nos une a Cristo,

(Y damos gloria a Dios Padre en unidad del Espíritu)

por Él, con Él y en Él.

Que la Virgen María, que supo decir Amén

siempre a la voluntad de Dios

ASÍ SEA

nos enseñe a encontrar a Cristo,

el Amén del Padre.