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CATEQUESIS DEL AÑO DE LA FE
María, Mujer De Fe (ADULTOS)
Objetivos:
- Recoger lo que ha significado a nivel eclesial este año de la fe e invitar a
seguir el camino con ilusión y alegría, siendo testigos del Señor en el mundo.
- Descubrir a María como mujer de fe.
- Profundizar en la fe de cada uno a través de María.
- Prender en sus corazones el deseo de tener a María como
- modelo de vida.
INTRODUCCION (Para El Catequista)
Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en
todo tiempo, convoca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un
mandato que es siempre nuevo. Por eso, también hoy es necesario un compromiso
eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización para redescubrir la
alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. (Porta
fidei,7)
Siguiendo las indicaciones del Papa Benedicto XVI en su Carta Apostólica
“Porta Fidei”, con la que convocaba el Año de la Fe que daba comienzo el 11 de
Octubre de 2012 y concluirá el 24 de Noviembre de 2013, en la solemnidad de
Jesucristo, Rey del Universo, se ha venido trabajando insistente e ilusionadamente
para que este año haya sido un tiempo propicio para avivar nuestra fe.
Tiempo de descubrir la importancia de la relación con Cristo, pues “sólo en
Él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor
aunténtico y duradero” P.F. 15.
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Tiempo para acercarnos, con más intensidad si fuera posible, a la Palabra
de Dios y profundizar en ella. P.F. 3
Tiempo de redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida
y rezada. Para ello, se ha intentado hacer más cercanos a todos los fieles
los contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica, precisamente en este
año en que se ha celebrado el 20 aniversario de su publicación. A través de
sus páginas se descubre que todo lo que se presenta no es una teoría, sino el
encuentro con una Persona que vive en la Iglesia. A la profesión de fe, de
hecho, sigue la explicación de la vida sacramental, en la que Cristo está
presente y actúa, y continúa la construcción de su Iglesia. Sin la liturgia y
los sacramentos, la profesión de fe no tendría eficacia, pues carecería de la
gracia que sostiene el testimonio de los cristianos. P.F. 11
Tiempo de conocer y asimilar las enseñanzas del Concilio Vaticano II (este
año se celebra el 50 aniversario de su apertura) como la gran gracia de la
que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX y la gran fuerza para la
renovación siempre necesaria de la Iglesia. P.F. 5
Tiempo para intensificar el testimonio de la caridad, ya que la fe sin la
caridad no da fruto. Gracias a la fe podemos reconocer en quienes piden
nuestro amor el rostro del Señor resucitado. Es la fe la que nos permite
reconocer a Cristo, y es su mismo amor el que nos impulsa a socorrer al que
lo necesita. En la evangelización son indisolubles la fe profesada y el
servicio a los sufrientes, ya que la fe actúa por la caridad. Sin la caridad,
sería imposible el anuncio evangelizador de la Iglesia, máxime en los tiempos
que nos toca vivir que provocan que tantos hermanos nuestros estén
carentes de los indispensable para poder subsistir. P.F. 14
Si la fe es un don de Dios, que llega o nace por la escucha de la Palabra
que acogemos en nuestro corazón (Rm 10, 14-16), María, acogiendo la propuesta del
Ángel Gabriel, nos enseña que la fe, don de Dios, nos viene por la escucha de esa
Pero todos estos esfuerzos y experiencias no terminan aquí; éste ha sido un
año de gracia, una llamada a volvernos a lo esencial y a profundizar en nuestra fe.
Pero la auténtica llamada es a hacer todo esto vida en lo cotidiano de nuestro día a
día. Ser signos vivos de la presencia de Cristo resucitado en el mundo y ser capaces
de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y a la felicidad que todos
anhelamos, a esa vida verdadera que no tiene fin.
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Palabra, y que sólo pueden acoger el don de la fe aquellos que están abiertos y en
búsqueda (Lc 1, 26-38).
Si la fe es un don de Dios, que después de acogerse en el corazón va
madurándose progresivamente hasta hacerse adulta, María nos enseña que
buscando y viviendo siempre en la voluntad de Dios (Mc 3, 31-35) y guardando y
saboreando en su vida la Palabra de Dios, (Jn 2, 41-52) la fe crece y madura. Y es
que en el año de la fe, María es modelo de vida y ejemplo de fe. Ojalá que la
vida de María nos sirva de ejemplo para vivir nuestra vida cristiana en toda su
plenitud; que nos ayude a ser verdaderos discípulos y seguidores de Jesús y, al
mismo tiempo, apóstoles, portadores y misioneros de su mensaje al corazón del
mundo.
DESARROLLO DE LA CATEQUESIS
Invocamos al Espíritu Santo para que nos asista y nos guíe en el desarrollo de
esta catequesis.
El catequista, con la introducción que se le ha ofrecido acerca del Año de la Fe,
sitúa a los catequizandos en el tema, presentándoles este contenido de forma
cercana y amena.
Si los catequizandos ya se encuentran un poco iniciados, puede ser este un
buen momento para reflexionar… El Año de la fe está llegando a su fin. Y la
pregunta que nos surge es esta: ¿Ha servido para algo? ¿Ha supuesto algún cambio,
alguna transformación sincera, algún nuevo renacer?
Tal vez, para muchos, este año de la Fe no ha pasado de ser un año más, con
algún retoque litúrgico, algún viaje turístico o de peregrinación… Tal vez para
muchos ha sido un año sin pena ni gloria, igual que esos años oficiales que declaran
la ONU o algunas Instituciones (Año de la Familia, Año de la Juventud, Día mundial
del Tráfico…) y que sirven para concienciar un poco sobre un tema, pero sin
ahondar demasiado… en lo profundo. Tal vez, para muchos, este año lo único que ha
servido es para comprar algún libro sobre la fe y ponerlo en la estantería para
nunca leerlo. O para coger la Biblia, que nos habíamos propuesto meditar, y hacer
otro tanto.
¿Y aquellos proyectos de dar un paso adelante, de disminuir nuestro egoísmo y
hacer crecer nuestra disponibilidad, de agigantar nuestra confianza, de subir el
termómetro de nuestra oración, de esperar la fe como un regalo y no como algo
viejo y caduco, de vivir la fe con entusiasmo y no como lección aprendida? ¿Dónde
han quedado?
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¿Y aquellos proyectos de hacer algo gratis por los demás sin esperar nada a
cambio, de, tal vez, emplear parte de mi tiempo en atender a los más
desfavorecidos? ¿Dónde ha quedado todo eso?
Afortunadamente, si estamos en esa situación en la que el Año de la Fe no ha
hecho más que rozar la superficie de nuestra piel, podemos todavía hacer algo.
Justo ahora, podemos cambiar de orientación. ¡Siempre es momento de convertirse
y volver a empezar!
DINÁMICA. Se seleccionan frases relativas a la fe, se plasman en papel y
se parten por la mitad. Se colocan todas en el centro y se invita a cada uno a
coger una parte de papel, teniendo que buscar a la persona que tiene en su
poder la otra mitad de la frase. Una vez unida, se busca el dibujo que hace
referencia a ella y, cada pareja, comparte con los demás lo que le sugiere la
frase y cómo poder llevarla a la vida.
“Así, pues, como el cuerpo sin el espíritu está muerto,
así también la fe sin obras está muerta” Sant 2, 26
“Aquél que tiene fe,
no está nunca solo” Thomas Carlyle
“En la fe no hay espacio
para la desesperación” Gandhi.
“Fe es creer en lo que no se ve;
la recompensa es ver lo que uno cree” San Agustín
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“Fe es vivir en comunión permanente con Dios,
que se esconde detrás de todo y
habita el corazón del universo y de las personas” L. Boff
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El siguiente paso en el desarrollo de nuestra catequesis será presentar al
catequizando la figura de María para que descubra en ella su modelo de fe y
ejemplo a seguir, además de su compañera de camino. Todo esto lo vamos a
trabajar a través del rezo de LOS MISTERIOS GOZOSOS DEL ROSARIO,
sabedores de que María será la que los lleve a Jesús y la que los mira con cariño y
protege en las distintas circunstancias de la vida.
PRIMER MISTERIO. La anunciación del ángel Gabriel a María (Lc 1, 26-38)
- María era una joven perteneciente a los anawim, los pobres que confiaban
firmemente en Dios y esperaban fielmente al Mesías prometido. Dios se fija en ella
para una gran Misión: ser la Madre de Jesús, el Mesías, nuestro Señor, y ella
responde con un confiado sí, hágase en mí. María es la mujer del SÍ.
El Sí de María:
Fue un Sí permanente. No es ahora un “sí” y luego un “no”. Cuando da su sí a
Dios lo hace para siempre, lo hace en los momentos fáciles y también
cuando todo se complica y se pone en contra. Su sí permanece a lo largo de
toda su vida. Desde su primera conciencia, y aún en el subconsciente, está
ensayando el Sí. Su vida entera es un Sí a Dios y a los hombres.
Un Sí gozoso; es positivo, no contrariado o angustiado. Es fruto de la
gracia, generoso y gratuito. Se alegra en Dios, Salvador, porque se ha
fijado en ella y porque siempre está del lado de los pobres y humildes. Se
alegra por las maravillas que hace Dios, porque cuida de su pueblo, de sus
fieles.
Un Sí humilde, desde la pequeñez y la pobreza, no desde la autosuficiencia.
María reconoce su humildad y su pobreza. Tal vez se sorprendiera de que
Dios la eligiera para llevar a cabo su plan de salvación a una joven nazarena,
sencilla y humilde, cuya única riqueza es su fe. Pero María, que sabe que
Dios siempre está al lado de los humildes, desde su pobreza, da todo lo que
tiene, ofrece todo su ser al servicio de Dios.
Un Sí libre, no por miedo o imposición, sino desde la lucidez y el amor.
Cuando Dios le propone ser la madre de su Hijo, María acepta, está
disponible. No hay nadie que la obligue a aceptar la voluntad de Dios. El
ángel le anuncia lo que Dios tiene pensado para ella, y ella desde su libertad,
dice sí.
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Un Sí responsable y consciente, valorado en sus exigencias y posibles
consecuencias, aunque arriesgando, porque nada es seguro, porque sabe que
en la vida hay que asumir las responsabilidades, no se puede vivir “pasando”
de las cosas.
Un Sí confiado, con la confianza del hijo que pone toda su confianza en el
Padre, que no puede fallar. Un sí que sabe de sobra, que en el fondo, para
seguir adelante, no depende de sus propias fuerzas, sino que las fuerzas
para vivir el compromiso vienen del mismo Dios, y que por tanto, a ella sólo
le resta abandonarse confiadamente en sus manos.
Un Sí enamorado, como el de unos novios. Porque cuando descubre el amor
que Dios le tiene, ya solo piensa en corresponder a ese amor, con su vida,
con todo lo que es, con su sí.
PARA REFLEXIONAR…
o ¿Cuál de los “sí” descritos anteriormente te llama más la atención? ¿por
qué?
o ¿Qué sí es el más importante para mí?
o ¿Cuál de ellos me resultaría dar más fácilmente y cual más difícilmente?
o ¿Con cuál me identifico más?
o ¿Qué sí me ayudaría más en mi vida de cristiano?, ¿Cuál necesito más?
o Piensa… ¿de dónde sacó María la fuerza para dar todos estos “sí”?
- Se REZA el primer misterio.
SEGUNDO MISTERIO. La visita de María a su prima Isabel (Lc 1, 39-45).
- María sabe que Isabel necesita su ayuda y corre a ayudarla. Es el efecto
inmediato de su unión con Dios: un amor desinteresado al prójimo necesitado. Por
eso, María es un modelo de preocupación por los otros, de atención a los más
necesitados en todos los momentos de su vida. De este modo, nosotros, que en el
momento actual de nuestra historia valoramos como nadie el testimonio de la ayuda
a los necesitados, que luchamos por la solidaridad y el bien común, encontramos en
María un modelo auténtico de preocupación, servicio y entrega a los hermanos a
fondo perdido.
Pero visitando a Isabel, María no le dio sólo ayuda material – que es
importante- también le llevó a Jesús, que ya estaba en su vientre. María quiere
darnos, también a nosotros, ese gran regalo que es Jesús, y quiere que también
nosotros seamos testigos, enviados a llevar a Cristo y su Evangelio a todos.
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- DINÁMICA. Dios se ha fijado en ti y te necesita para que lo lleves a
tus ambientes. Aunque el camino es emocionante, no es fácil; para ayudarte
en este camino, te presentamos una serie de medios que te ayudarán a llevar
a cabo tu misión con éxito.
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Al lado de cada dibujo, cada uno escribirá por qué cree que este elemento
le puede ser útil en el camino. El catequista comenzará poniéndoles un
ejemplo.
- Se REZA el segundo misterio.
TERCER MISTERIO. El nacimiento de Jesús (Lc 2, 6-12)
- Todo un Dios viene a nacer en un pesebre. La gloria de Dios no se
manifiesta en el triunfo y el poder de un rey, no resplandece en una ciudad famosa,
en un palacio suntuoso, sino que toma morada en el vientre de una virgen, se revela
en la pobreza de un niño. Cuánta fe y confianza tenían José y María en la palabra
de Dios para creer que el Niño nacido en aquellas circunstancias era el Mesías
prometido; cuánto dista la escala de valores de Dios de la nuestra… Como María,
deberíamos guardar todas estas cosas, y meditarlas en nuestro corazón.
- DINÁMICA. Igual que María fue capaz de descubrir la grandeza de
Dios en lo pobre de las circunstancias que rodearon al nacimiento de su hijo,
nosotros también somos capaces de descubrir en las pequeñas cosas que nos
rodean la mano de Dios. Cada uno va a buscar algo que lleve encima o que se
encuentre alrededor, y explicará a los demás por qué ese objeto cotidiano le
lleva a descubrir la grandeza de Dios.
- Se REZA el tercer misterio.
CUARTO MISTERIO. La presentación de Jesús en el templo (Lc 2, 25-32)
Simeón, hombre profundamente religioso, cultivaba en su corazón grandes
deseos y esperaba al Salvador de Israel; vivía abierto a la acción del Espíritu, que
le reveló que vería al Mesías, y que luego le hizo reconocerlo, mientras pasaba
inadvertido para los demás. El cántico de Simeón, proclama al Niño gloria de Israel,
y luz y salvación de toda la humanidad. Después el anciano, dirigiéndose a María y
completando el mensaje del ángel en Nazaret, le dice que una espada le atravesará
el alma: es la primera vez que se le anuncia el sacrificio redentor a que está
destinado el Mesías, mientras se le hace vislumbrar para sí misma un futuro de
sufrimiento asociada a su Hijo.
- DINÁMICA. Se reparte a cada catequizando una imagen de la Virgen
(puede ser la que aquí ofrecemos, una vez imprimida, o cualquiera que estime
el catequista). Por la parte de atrás, cada uno escribirá una situación que le
produzca dolor en su vida. Todas las tarjetas se colocarán en el centro y cada
uno volverá a coger una tarjeta, que no será la suya, pasando a escribir una
frase de ánimo ante este dolor que ha manifestado el otro. Finalmente, cada
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uno recogerá su tarjeta, interpretando esa palabra de aliento como una
palabra dirigida por Dios a través del hermano.
El catequista les hará ver cómo también María recibió esa palabra de
ánimo por parte de Dios que fue la que alentó su fe y le ayudo a confiar en Él
incluso en los momentos de mayor dificultad, cuando parecía que nada tenía
sentido.
- Se REZA el cuarto misterio.
QUINTO MISTERIO. Jesús perdido y hallado en el templo. (Lc 2, 41-51)
- ¡Qué angustia la de María y José!: habían perdido a Jesús. Ahí van
buscándolo ansiosamente, no descansan hasta encontrarlo. ¡Qué alegría cuando lo
encuentran! Les faltaba Jesús, les faltaba todo.
¡Cuántas familias hoy viven angustiadas, divididas, deshechas! Quizás tu misma
familia viva en una situación difícil... ¿Qué falta en una familia así? ¿Dinero?
¿Confort? En muchos casos, esto suele ser la causa de los desastres: demasiado
confort, demasiado dinero, demasiadas diversiones… ¿Qué falta entonces? Sólo
una cosa, una Persona: falta Dios. Sólo Él puede mantener unida la familia.
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- ¿Vive Dios en tu familia? ¿Tu familia vive en Dios, según Dios? ¿Eres
tú el portador de Dios, el que llevas a Dios a tu familia? “Familia que reza
unida, permanece unida”.
Si Dios no está en tu vida, si has perdido a Jesús, éste es el momento de
buscarlo. Búscalo con ansias y lo hallarás. El mismo saldrá a tu encuentro.
¡Ánimo! Así tu alegría será completa.
- CUENTO.
“Era un matrimonio pobre.
Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se
quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes
salidas de su rueca.
Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se
sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No le llegaba el
dinero para comprar ni un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué
podría regalar a su marido. Y, además, ¿con qué dinero? Una idea cruzó su mente.
Sintió un escalofrío al pensarlo, pero, al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de
gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco para su pipa. Ya imaginaba a su
hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa:
aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y
prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino
estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el
sacrificio de su pelo.
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. Traía en su mano
un pequeño envoltorio: eran unos humildes peines para su mujer, que acababa de
comprar, tras vender s pipa.
Al final, por amor a ella, él se quedó con el tabaco, pero sin pipa y ella, por amor a
él, se quedó sin pelo, pero con unos hermosos peines.
Los dos lloraban de ternura y de inmenso cariño”.
Cuando encontramos a Jesús, cuando Dios está presente en nuestra vida,
en nuestra familia, el amor se convierte en el centro de todo; no importa el
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dinero, el bienestar de uno mismo… todos nuestros esfuerzos se concentran en
buscar la felicidad del otro.
Y en medio de todo esto… hagamos como María; confiemos en Dios aunque
no seamos capaces de entender. María tampoco entendió la respuesta de
Jesús al ser encontrado en el templo después de andar buscándolo tres días…
pero ella seguía guardando todas estas cosas en su corazón.
- Se REZA el quinto misterio.
ORACIÓN FINAL
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra,
para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos,
saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor,
para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de Él, a creer en su amor,
sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz,
cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús,
para que Él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros,
hasta que llegue el día sin ocaso,
que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Oración final de la Lumen Fidei. S.S. Francisco.