Al ritmo de la naturaleza (13)....Al ritmo de la naturaleza (13). El cajón del río Achibueno,...

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Al ritmo de la naturaleza (13). El cajón del río Achibueno, propone el marco óptimo para intensificar la amistad.

Enero 2019. Único río sin intervención, en la región del Maule.

Después de tantas batallas, los ecologistas

regionales han triunfado y tendremos rio

Achibueno libre de represas, es la única

cuenca de la región del Maule, que se

mantiene con poca intervención

humana.

Río Achibueno en el km 48.

He leído y he tenido referencias de amigos,

en especial de mi hijo, de lo hermoso e interesante

que es este prístino río, en lo referente a paisaje, claridad de las aguas y

en lo que a nosotros nos convoca, una vegetación más que atractiva.

Acá se entrelaza el bosque esclerófilo de montaña con los bosques de

nothofagus, sin perjuicio, que en las laderas sur y sectores

más húmedos prolifere el bosque higrófilo.

Si al interés por visitar los

ambientes de montaña,

como actividad paragua, le

sumamos la fotografía y la

compañía de antiguos amigos,

conforman el marco óptimo,

para disfrutar de la naturaleza.

A la izquierda, Víctor (de pie), viajó de Chiloé para compartir, con los talquinos y santiaguinos por adopción. A la derecha, el reencuentro entre amigos y amigas.

Desde que se junta con el río Ancoa,

en las cercanías de Linares, el

Achibueno nos muestra sus límpidas

aguas, reconocidas por cientos de

campistas que se arremolinan en sus

riberas, donde los bañistas se

refrescan, especialmente los niños.

A través de los años, el río ha

excavado un cañón y baja entre

empinados cerros llenos de vegetación

nativa.

Acampamos a la altura del km 50, la vegetación en este sector es diversa.

El bosque esclerófilo de montaña es el

dominante, allí encontraremos el

quillay, boldo, litre, espino

maulino, bollén, peumo, huingán,

corcolén, pataguas y piñol entre

las principales especies.

Corcolén con frutos maduros.

Bosque esclerófilo, con predominancia de

quillay, boldo y litre.

Huingán con

frutos maduros.

El acrisione y

sus flores

cuajadas.

Colliguay y sus semillas inmaduras.

Litre madurando sus

semillas.

Piñol en plena flor.

Cada especie lleva su ritmo, y se encuentran

en diferentes etapas, lo que nos permite

reflexionar sobre la importancia de sostener

estos ambientes naturales.

chupallas y cipreses

Mayo con frutos inmaduros.

Ciprés de la

cordillera con

sus flores a

punto de abrir.

Por el lado norte, inmediatamente junto al

río, en los sectores más expuestos al sol,

hay abundancia de pichi, chaguales y cola de zorro.

Pichi y cola de zorro.

Junto al rio, hay abundancia de luz, las flores anuales abundan entre las piedras y le dan el colorido y un toque de elegancia.

los polinizadores están siempre contentos y realizando sus importantes funciones.

Oreja de oso.

Flores

en la rivera.

Y esta con su extraña

belleza.

En cambio, al lado sur, inmediatamente

junto al río, las nalcas sobresalen

tapizando la pared.

La claridad de sus aguas permite ver las piedras del fondo.

Es un hermoso cajón,

sus frescas aguas

transparentes solo

invitan a un buen

momento.

En una pequeña terraza húmeda, hay un pequeño bosque higrófilo con

interesantes ejemplares, allí acampamos y

admiramos su existencia.

Este es un gran arrayán, con su típica corteza

colorada, el sol ilumina un ejemplar de

mañío de hojas largas de 25 metros y más

atrás un lingue.

Además,

encontramos; lumas,

arrayanes, huayún,

canelos, entre otros.

Canelo

madurando sus semillas.

Lingue

El gran mañío de hojas largas. Mención especial para este monumental ejemplar de mañío de hojas largas, que se yergue elegante y majestuoso, entre nuestras carpas.

En las zonas con más altitud, los mañíos ya

portan sus

semillas.

Después de 25 años, estos 15 amigos, peregrinan año tras año a la montaña, en busca de perpetuar la camaradería.

Siempre retornan renovados de vida, de esperanza y planificando la siguiente salida.

Siguiendo el pequeño bosque higrófilo, hacia el oriente

hay una pared, donde el agua escurre contantemente

allí hay chilcos, nalcas, helechos, escallonia rubra y

huique.

Huique con sus racimos llenos de

frutos. Escallonia

Chilco

El frescor y el aire puro que

proporcionan estos hermosos árboles

provoca y permite que, la antigua

amistad se apelline y se fortalezca más

aún.

Un florido culén.

El siempre atractivo arrayán.

Entre la vegetación con exposición sur, estos imponentes macizos rocosos.

Este mañío deja ver sus raíces, pero sigue firmemente aferrado a la vida.

la alegría, el relajo, los recuerdos, se entrelazan con la foresta.

La camaradería en su esplendor, los

años de amistad se

alargan entre estos

hermosos bosques.

La natura devuelve la alegría y la diversión.

El rio refresca las memorias, las viejas

anécdotas fluyen entre risas y sonrojos.

La opinión es unánime, el

ambiente es bello y este

cajón, este río, permiten

que los días acá, sean

gratos.

Las dos caras de la medalla, un

ciprés ha muerto y se perpetúa en

pie, a su lado, un ejemplar con todo

su vigor dispuesto a perpetuarse.

El ciprés en vísperas de dispersar su polen.

Mención especial para estos hermosos robles, esculpidos por su vida añosa.

Sólo queda contemplarlos.

Las largas tertulias que al atardecer comienzan y no se sabe que recovecos escudriñan, hasta

el amanecer.

U gran roble en plenitud junto

al rio.

Una bandada de tricahues en el

horizonte con una amistad fraguada

en años y se desplazan tan bulliciosos como…...

Salimos de paseo a conocer y

admirar el cajón, que pareciera que mientras más nos

internamos, más bello se muestra.

La notable foto para la posterioridad.

El pequeño gigante y

la gran roca. Publicado por: Ricardo Saavedra Rojas. Enero 2019.

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