15º Domingo Tiempo Ordinario - El buen samaritano

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¿Quién es el prójimo?

Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Qué encuentras escrito en la Ley? …

Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y al prójimo como a ti mismo… ¿Y quién es mi prójimo?Lucas 10, 25-37

¿Qué hacer para ganar el cielo?

A todos nos inquieta el más allá.

Venimos a misa, practicamos la caridad…

y, como aquel judío, nos preguntamos qué hacer para conseguir la vida eterna.

¿Qué lees en la Ley?

Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas, con toda tu mente, con todo tu ser… Esto significa

poner a Dios en el centro de nuestra existencia, no como realidad abstracta o esotérica, sino vivida en

lo más íntimo de nuestro ser.

Amarás al prójimo como a ti mismo.

Este mandamiento completa el anterior. Y es el mensaje clave del evangelio de hoy. No podemos

amar a Dios sin amar al prójimo.

Y ¿quién es el prójimo?

Un hombre que viajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos bandidos. Apaleado y dejado medio muerto en medio del camino. Lo vieron

un sacerdote y un levita, dieron un rodeo y pasaron de largo. Los mismos representantes de

la Ley están faltando a la misericordia.

Un samaritano que pasa por allí lo ve, se compadece, lo cura y lo lleva a un lugar seguro.

Es el forastero, el mal visto. Hoy diríamos el inmigrante, el marginado, el…

Más allá de la ley, practica la caridad.

Jesús universaliza al prójimo.

Ya no es el cercano, el pariente, el compatriota o el que practica la misma fe y cree las mismas ideas.

Salta por encima de la cultura, de la Ley, de las creencias. Lo importante no es su origen ni su

procedencia: es un ser humano que necesita ayuda.

El samaritano se convierte en imagen del mismo Jesús y de la Iglesia. Cura las llagas con

aceite y vino, signos que evocan los sacramentos de la unción y la eucaristía.

Jesús viene a curar y rescatar al hombre caído. La Iglesia continúa su labor.

En nuestro mundo vive mucha gente

apaleada por el dolor, la angustia, la falta de

sentido en la vida… Como cristianos, no

podemos conformarnos con cumplir. Hemos de

responder al sufrimiento.

No basta el cumplimiento de los

preceptos.

La caridad es aún más importante.

Después de explicar la parábola, Jesús

dice al judío:

Anda y haz tú lo mismo.

Necesitamos despertar nuestra sensibilidad. Vivimos en una cultura tecnológica y sofisticada que nos adormece. Seamos sensibles, salgamos de nuestro confortable refugio y vayamos, como

dice el Papa, a las periferias de la existencia, donde claman la pobreza y el dolor.

Seamos el corazón de Cristo en medio del mundo, torrente de bálsamo y dulzura

para el que sufre.

15º Domingo Tiempo Ordinario – Ciclo C

Textos: Joaquín Iglesias Aranda.